Emparentada con el vocablo >estrategia, la palabra estratagema —que viene del griego stratos, ejércido, y hegeomai, mando o hegemonía— originalmente significó “mando de un ejército” pero hoy quiere decir ardid bélico para engañar al enemigo.
Aunque etimológicamente está relacionada con la estrategia, la estratagema es en realidad una maniobra táctica antes que estratégica, que consiste en movimientos y ardides, hechos con astucia y destreza, para engañar al enemigo y conseguir ventajas sobre él.
Es célebre en la historia antigua la estratagema de Aníbal contra Fabio, en una de las batallas de las guerras púnicas que enfrentaron por largo tiempo a cartagineses y romanos. Aníbal y su ejército estaban reducidos a la inmovilidad y condenados a la derrota por el cerco de los soldados romanos. Para eludirlo se le ocurrió al estratego cartaginés disponer que se cargase a dos mil bueyes con fogatas móviles. Al desbandarse los animales por las montañas en la oscuridad de la noche, irritados por el calor, sugirieron a los soldados romanos un gigantesco ejército con antorchas, ante cuya embestida abandonaron uno de los flancos, por donde las tropas de Aníbal pudieron burlar el asedio. La historia de las guerras está llena de estos episodios. Recientemente, en 1991, durante la llamada guerra del golfo, las tropas de Irak colocaron blancos simulados para desorientar a la aviación norteamericana e inglesa y conducirla a gastar inútilmente misiles y bombas. Ese fue un caso típico de estratagema.
El término se ha trasladado a la política para significar ardid, artimaña, trampa, truco o triquiñuela artificiosamente montados para llamar a engaño a los adversarios. Es parte de la lucha política y de la astucia de los políticos. Por lo visto, en la guerra tanto como en la política no están descartados los ardides.