Esta palabra, que proviene del francés etatisme, tiene dos significaciones principales: una en el campo de la filosofía, que significa la inmovilidad de lo estático y que, en consecuencia, se opone a lo dinámico; y otra en el ámbito de la política, en que el estatismo es la preeminencia del Estado.
Por lo general este concepto se vincula con el marxismo, en razón de la transferencia de los instrumentos de producción hacia el sector público de la economía que éste propugna. Pero en realidad el concepto es más amplio. Es la traslación al Estado de responsabilidades y tareas, especialmente en el campo económico, que normalmente competen a la iniciativa privada. Y esto ha ocurrido no sólo en el >marxismo sino también en el >fascismo.
Aunque con motivaciones diferentes, ambos sistemas políticos ampliaron desmesuradamente el radio de acción estatal.
En general, son estatistas las ideologías políticas que atribuyen al Estado funciones absorbentes. El proceso de <estatificación marxista se inspira en el estatismo y conduce hacia él. Los totalitarismos fascistas incurrieron también en esta desviación. Es tristemente célebre la expresión de Mussolini: “Nada contra el Estado, nada fuera del Estado, todo dentro del Estado”. El Estado ubicuo de los fascistas y el Estado monopolizador de los comunistas fueron históricamente dos muestras claras de estatismo.