Esta palabra, aceptada ya por el diccionario de la Real Academia Española, se utiliza con mucha frecuencia en el ámbito de la propaganda política. Viene del inglés slogan que fue el grito de combate de los antiguos montañeses de Escocia. Consiste en una fórmula breve, original y, en lo posible, impactante para los menesteres de la promoción política o electoral y también de la publicidad comercial.
El lema que lo constituye se lo repite incesantemente hasta incrustarlo en la mente de la gente. Esta es una de las técnicas de la propaganda política lo mismo que de la publicidad comercial.
Algunos de los slogans más conocidos en la vida política de los países fueron: “to the victor the spoils” (para el vencedor el botín) o “remember the Alamo” (recuerda el Alamo) a comienzos del siglo XIX en los Estados Unidos, el “paz y seguridad” de la Sociedad de las Naciones, el “lebensraum” (espacio vital) de la Alemania hitleriana, el “arriba España” de Franco o el “territorio libre en América” de la Cuba revolucionaria.
El éxito de un eslogan político es, en primer lugar, compendiar una idea o una imagen de aquello que se pretende representar y, luego, ser lo suficientemente simple, sugestivo y pegajoso para que pueda difundirse, vulgarizarse y penetrar con facilidad en la masa social.
Las modernas técnicas de >propaganda política utilizan siempre el eslogan para penetrar en la opinión pública con una idea, una propuesta o un candidato. Es parte del moderno marketing político, que ha trasladado a la actividad pública las sutiles y sofisticadas técnicas del mercadeo comercial, para aureolar de <carisma a candidatos y a líderes políticos y promover su aceptación pública.
La revolución digital —con su prodigioso mundo de internet, grid software, ciberespacio, telemática, realidad virtual, correo electrónico, inteligencia artificial, dinero electrónico, prensa digital, face book, twitter, blogs, trolls y más prodigios de la cibernética— ha reforzado el poder de los eslóganes en la vida política porque ha privilegiado la imagen. En tiempos recientes han tenido mucho éxito en el marketing político los eslóganes. Uno de ellos —el “sí se puede”—, transferido del ámbito comercial al político por el publicista colombiano Óscar Lombana, se inició con la candidatura de Belisario Betancur a la Presidencia de Colombia en el año 1981 y culminó en el 2008 con la exitosa campaña electoral de Barack Obama para la Presidencia de los Estados Unidos de América.
En el proceso electoral de Betancur toda Colombia estuvo pintada con la consigna: “con Belisario sí se puede”; y, en Estados Unidos el equipo publicitario de Barack Obama se encargó de difundir por todos los medios audiovisuales el “yes, we can”.
Pero la historia del “sí se puede” es larga y complicada. El eslogan fue acuñado en 1972 en la ciudad de Phoenix, Arizona, por el grupo sindical norteamericano United Farm Workers (UFW) en sus luchas reivindicatorias de los derechos de los trabajadores del campo en los Estados Unidos. Sus numerosos miembros y activistas lo usaron intensamente. Años después lo adoptó, como nombre comercial, la empresa de aviación Aeroméxico. En su publicidad aparecía: “con Aeroméxico sí se puede”. Pero cuando la empresa intentó registrarlo en la US Trademark Office se produjo el reclamo judicial de los abogados de la United Farm Workers, quienes reivindicaron para su corporación ante los órganos de justicia norteamericanos la propiedad intelectual de la frase. Y, tras varios meses de litigio, triunfó la UFW y la compañía de aviación mexicana tuvo que abandonar el uso del eslogan.
No obstante, en los años 80 del siglo pasado otra compañía de aviación —la Air Canada— adoptó también la consigna publicitaria “Yes, we can” —en inglés— como su eslogan comercial.
Así las cosas, fue el publicista colombiano Lombana quien trasladó, con notable éxito, el disputado eslogan desde el campo comercial al político. El candidato conservador a la presidencia de Colombia, Belisario Betancur —”con Belisario sí se puede”—, se levantó con la victoria electoral y veintisiete años más tarde, en la triunfadora campaña publicitaria del candidato demócrata Obama —inserta en el marco de la videopolítica contemporánea que privilegia los eslóganes y las imágenes sobre los textos, las tesis y los mensajes—, el “yes, we can” desempeñó sin duda un papel importante.