Aunque no ha sido aceptado todavía por la Real Academia Española, este término proviene de esclavo, que se deriva del griego bizantino eslavo, tomado a su vez de la palabra sloveninu con que se denominaban a sí mismos los pueblos eslavos víctimas de la trata esclavista en el Oriente medieval.
Pero los fenómenos de la >esclavitud y el esclavismo existieron antes que las palabras que los designaron. El esclavismo fue el sistema de organización social y de producción económica fundado en la esclavitud, es decir, en la utilización de seres humanos, despojados de todos sus derechos, como instrumentos de trabajo en beneficio de sus amos. Los esclavos carecieron en lo absoluto de libertad y derechos. Fueron de propiedad de los esclavistas. Su trabajo, sus bienes e incluso su vida fueron de libre disposición de sus amos.
La esclavitud pierde sus raíces en los tiempos más remotos de la crónica del hombre. Las sociedades primitivas muy temprano despertaron a la realidad de la apropiación del hombre por el hombre. El fenómeno parecía normal en esos tiempos. Tuvo, por tanto, muchos y muy importantes defensores. Aristóteles propugnó la esclavitud como algo natural. Bajo las limitaciones conceptuales propias de su época, creyó que la esclavitud obedecía “a la naturaleza de las cosas” y admitió que hay hombres que por su condición no merecen ser libres sino esclavos. Afirmó que las personas que carecen de capacidad deliberativa son esclavos “naturales”. Consideró justo que así fuera, porque está dispuesto en el orden natural de las cosas. La sociedad política de su época estaba dividida en ciudadanos, esclavos y extranjeros. Sólo los ciudadanos tenían derechos, entre ellos el de disponer de la masa de esclavos como instrumento de trabajo. En realidad, en la Atenas de esa época solamente la cuarta parte de la población estaba constituida por ciudadanos. Estos eran los únicos que podían ejercer derechos en la “democracia ateniense”, que por tanto se reducía a reconocer la participación política y civil de la minoría. Federico Engels (1820-1895), en su libro “El Origen de la Familia, de la Propiedad Privada y del Estado”, escribe que ”en el tiempo de su mayor prosperidad, el conjunto de los ciudadanos libres de Atenas entera (comprendiendo las mujeres y los niños), componíase de unos 90.000 individuos, junto a los cuales se contaban 365.000 esclavos del uno y del otro sexo y 45.000 metecos (extranjeros y libertos)”. El historiador francés Gustave Glotz (1862-1935) trae otras cifras. Estima que en el año 431 antes de Cristo había en Atenas aproximadamente 210 mil esclavos frente a 205 mil hombres libres. Pero los números no cuentan para el caso. Lo que importa es que el sistema de producción estuvo fundado sobre la esclavitud de enormes masas de seres humanos.
En numerosos pasajes de la Biblia se legitima y defiende la esclavitud. Algunos de sus textos no dejan de ser truculentos. En el Libro del Deuteronomio, por ejemplo, se afirma que si un esclavo está contento con su amo, éste podrá tomar una lezna y horadar la oreja suya para que lo sirva “para siempre” (XV, 16 y 17). En el Éxodo se dice que «quien hiriere a palos a su esclavo o esclava, si murieren entre sus manos, será reo de crimen. Mas si sobrevivieren uno o dos días, no estará sujeto a pena porque propiedad suya son» (XXI, 20 y 21). Y en este mismo libro del Viejo Testamento se prevé que «si alguno hiriere en el ojo a su esclavo o esclava, y los dejare tuertos, les dará libertad por causa del ojo que les sacó» (XXI, 26). El Deuteronomio manda: “No entregarás a su dueño el esclavo que a tí se acogiere” (XXIII, 15), y el Éxodo señala que «si compras un esclavo hebreo, seis años te servirá: al séptimo saldrá libre, de balde» (XXI, 2) y que «si alguno vendiere su hija para esclava, no saldrá como suelen salir las otras esclavas», es decir, no podrá recuperar su libertad (XXI, 7).
Todos estos textos bíblicos son profundamente inhumanos aunque el papa León XIII haya afirmado en su encíclica Providentissimus Deus que “los libros que la Iglesia ha recibido como sagrados y canónicos, todos e íntegramente, en todas sus partes, han sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo”.
El marxismo dividió el desarrollo histórico de la sociedad humana en cuatro grandes etapas, en función del modo de producción prevaleciente en cada una de ellas: colectivismo primitivo, esclavismo, feudalismo y capitalismo.
El esclavismo fue, históricamente, una de las etapas del desarrollo social. Vino después del colectivismo primitivo, en que todo era de todos y las cosas pertenecían a quien las necesitaba. Cuando el trabajo humano empezó a dejar excedentes, en razón del uso de tecnologías más eficientes, y esos excedentes fueron apropiados por algunos dentro del grupo, apareció un poder de dominación social que no existió antes y, como consecuencia de él, nacieron los primeros esclavos.
Ellos fueron propiedad de sus amos, quienes podían disponer no sólo de su fuerza de trabajo sino de su propia vida. La característica fundamental del modo de producción esclavista fue que el esclavo era tenido como un instrumento de producción de propiedad privada —de la misma manera que un arado o un semoviente— que podía, por tanto, ser vendido u obsequiado libremente por su amo. La trata de esclavos era así. Ellos se vendían en la plaza pública y sus compradores, desarraigándoles de su tierra y familia, los trasladaban en la cala de los barcos hacia lejanos parajes. Así ocurrió con los negros africanos que se expendían en las Islas Canarias para ser traídos a América en los tiempos de la colonia.
Durante un dilatado período de la historia humana el principal instrumento de trabajo, de producción y de movilización bélica fueron los esclavos. Todas las sociedades antiguas se fundaron en la esclavitud. La expansión de los imperios de aquel tiempo se hizo sobre las espaldas de los esclavos. Los grandes monumentos antiguos fueron el fruto del sacrificio de miles de esclavos que dejaron su vida en el esfuerzo. Las pirámides egipcias, la gran muralla china, la Masada de los hebreos, el templo de Amen-Ra en Karnak en la antigua Tebas (hoy llamada Luxor), los monumentos griegos y romanos, el Palacio Imperial (la “ciudad perdida”) en Pekín, el ejército de 6.000 soldados de terracota del emperador Qin Shihuang descubierto cerca de la ciudad de Xian en China, las ciudades incaicas de Machu Picchu y de Corihuayrachina en Perú, los templos mayas de México y todas las grandes obras de remotos tiempos fueron levantadas por el trabajo de inmensas masas de esclavos.
Pero después, desde los primeros años de nuestra era, se levantaron voces que propugnaron la abolición de la esclavitud. El cristianismo original la planteó. Pensadores antiguos y contemporáneos la impulsaron. Benjamín Franklin (1706-1790) fundó una organización para luchar por la supresión de la esclavitud de los negros en Estados Unidos de América. La Convención francesa de 1794 decretó la supresión de la esclavitud. En 1863 el presidente Abraham Lincoln expidió la ley de emancipación de los esclavos. Pero antes la abolición de la esclavitud se había ya decretado en varios países de Latinoamérica. El <abolicionismo se extendió por el mundo y se concretó en todas las declaraciones de los derechos del hombre.