Proveniente del latín scissio, que significa “cortadura”, es en física la rotura de un núcleo atómico en dos porciones aproximadamente iguales y, en política, el rompimiento o división de un cuerpo partidista u organización social en dos partes más o menos equivalentes.
El fenómeno de la escisión es muy frecuente en la vida política. Hay tal cúmulo de ideas e intereses divergentes en el seno de los entes políticos —izquierdas y derechas, extremistas y moderados, para no hablar más que de las divergencias ideológicas— que su división no es un fenómeno raro sino extremadamente frecuente, sobre todo en una época en que el signo de los tiempos es la indisciplina y el personalismo. No queda institución alguna exenta del morbo de la división. Aun las tradicionalmente unitarias, como la Iglesia Católica o las fuerzas armadas, sufren los estragos de la indisciplina en sus filas. Con mayor razón entidades que, como los partidos, tienen en su interior un bullir permanente de ideas, teorías, intereses, puntos de vista disímiles en el marco de la unidad formal.
La escisión es la división de un partido o entidad política en dos partes relativamente iguales en tamaño, que dan lugar a dos nuevos partidos independientes y con frecuencia rivales entre sí. Este fenómeno, por tanto, en nada se parece a la fragmentación, que es la división de una organización política en múltiples pedazos. Muchos de los grandes partidos europeos y latinoamericanos de hoy son el fruto de una escisión. Ella ha contribuido históricamente al pluralismo político y al >multipartidismo.
Usualmente el multipartidismo obedece a un proceso de diferenciación y de confrontación en el seno de los partidos. Al menos ese fue el curso histórico de los partidos europeos. En la segunda mitad del siglo XIX todos los países de Europa tuvieron ya partidos organizados, que se desarrollaron al calor de la pugna conservadora-liberal. Este fue el bipartidismo clásico. Pero más tarde, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, los partidos liberales se escindieron en dos alas: la liberal y la radical. Apareció entonces el movimiento radical europeo como ala revolucionaria del liberalismo y formó en cada país partidos autónomos que quebrantaron el bipartidismo clásico conservador-liberal. Bélgica estuvo sometida a este bipartidismo hasta 1894. Suiza también hasta que el nacimiento del partido radical lo transformó en tripartidismo. En Francia ocurrió algo parecido: el partido radical dividió al republicano, de modo que a fines del siglo XIX hubo tres tendencias perfectamente definidas: la conservadora, la republicana y la radical. Dinamarca y Holanda y los demás países de Europa occidental estuvieron sometidos a igual proceso de formación del multipartidismo.
El naciente multipartidismo europeo, que en rigor fue tripartidismo, se amplió con la aparición de los partidos socialistas y comunistas a principios de siglo. Esos partidos, a su vez, pronto tomaron diferentes orientaciones —marxistas, revisionistas, reformistas, socialdemócratas, laboristas, socialistas democráticos— con lo cual aumentó el número y diversificación del multipartidismo europeo.