Término despectivo para designar al manipulador de elecciones o al astuto muñidor de las maquinarias electorales de los partidos. Al político electorero le preocupa más la cosecha de votos que los problemas de fondo de su país. Es capaz de hacer cualquier acrobacia política con tal de sumar papeletas. El universo de sus preocupaciones es el proceso electoral. Los problemas del país, la situación de su pueblo, los tropiezos de la economía, las cuestiones internacionales tienen para él mucho menos importancia que la suma de votos para ganar las elecciones.
El analista alemán Otto Kirchheimer, profesor de la Universidad de Columbia, habla de los “partidos electorales” o “partidos de electores”, que son una suerte de degradación electorera moderna de los partidos de masas. Son partidos que privilegian la captación de electores sobre la organización militante de las masas. Kirchheimer los llama partidos catch-all porque tratan de atrapar todo lo que pueden, indiscriminadamente, y capturar el mayor número posible de votantes al margen de los planteamientos ideológicos. Son, en realidad, grandes maquinarias electorales que ponen especial interés en el marketing político. “Invernan” en el intervalo entre una elección y otra. Son muy dependientes de los sondeos y encuestas electorales, a los que ajustan su conducta, y suelen utilizar con mucha eficacia los recursos que les ofrece la ciberpolítica contemporánea.