La palabra está formada por la siglas de european currency unit. Designó a la unidad monetaria de la Comunidad Europea que empezó a utilizarse en transacciones bancarias el 13 de marzo de 1979, cuando los países integrados al sistema monetario europeo (SME) comenzaron a publicar la relación de cambio de sus monedas con las de los otros países adheridos al sistema.
El valor del ecu —que fue un valor simplemente contable y financiero mas no monetario— estuvo dado por la ponderación de las diversas monedas de la comunidad: el marco alemán, el franco francés, el franco belga, el florín holandés, el franco de Luxemburgo, la libra irlandesa, la lira italiana, la libra esterlina inglesa, la corona danesa, la peseta española, el escudo portugués, el dracma griego.
Fue por tanto el producto de una “cesta” de los diversos signos monetarios pertenecientes a los entonces doce países miembros de la Comunidad Europea
Esto ocurrió antes de la firma del Tratado de Maastricht el 7 de febrero de 1992, en vigencia desde finales de 1993, que abrió un proceso de características peculiares con la implantación desde el primero de enero de 1999 de una moneda única —el euro—, la formación de la Unión Económica y Monetaria (UEM) y la creación de órganos comunitarios para el diseño y ejecución de la política monetaria común, que son el Sistema Europeo de Bancos Centrales (European System of Central Banks) y el Banco Central Europeo (BCE), con sede en Frankfurt.
El Banco Central Europeo —que empezó a operar el 1 de julio de 1998 y remplazó al Instituto Monetario Europeo— está dirigido por un presidente, un comité ejecutivo (Executive Board) de seis miembros y un consejo de gobierno (Governing Council) más amplio compuesto por los miembros del comité ejecutivo y los presidentes de los bancos centrales nacionales. Este organismo debe informar regularmente a los ministros de finanzas de los países miembros, reunidos en un órgano denominado Ecofin, acerca de las gestiones cumplidas. El Ecofin señala las líneas generales básicas de la política económica de la Unión Europea y puede sugerir cambios en la conducción económica de cualquiera de sus miembros en caso de que ella sea incongruente con la unión económica y monetaria.
Pero para que el proceso haya sido posible fue menester que los países europeos se sometieran a un criterio de convergencia —convergence criteria— en materia de política económica general a fin de lograr ciertas aproximación y estabilidad en los índices de precios, los tipos de cambio, el equilibrio fiscal, las tasas de interés y, en general, las políticas económicas.
Durante la primera fase del proceso los índices con los que se midió el cumplimiento de las condiciones para que los países pudiesen adherirse o mantenerse dentro de la Unión Económica y Monetaria fueron los siguientes: su tasa de inflación anual no debió exceder en más del un 1,5% de la cifra de los tres Estados miembros de más baja inflación; el déficit fiscal no hubo de sobrepasar el 3% del PIB en cifras de 1997; la deuda pendiente de pago no debió ser mayor del 60% del PIB calculado para 1997; la divisa debió haber permanecido estable en la banda de fluctuación del sistema monetario europeo durante los dos años anteriores; y los tipos de interés a largo plazo no debieron exceder en más de un 2% del nivel medio de los tres Estados miembros con la menor inflación.
Sólo los países que reunieron estas condiciones del programa de convergencia pudieron participar en la Unión Económica y Monetaria y en la implantación de la moneda única, que empezó a regir en los mercados financieros de once de los países de la Unión Europea a partir del 1 de enero de 1999. Grecia se incorporó más tarde.
El primer día de ese año se fijaron irrevocablemente los tipos de cambio del euro con el ecu y con las monedas nacionales y se abrió un período de transición durante el cual el euro los reemplazó como la moneda única de los países integrados.
Esta operación supuso, en una primera fase, la libre convertibilidad entre el euro y las divisas europeas a los tipos de cambio determinados irrevocablemente y después la sustitución total de ellas por la moneda común.
El ecu fue un signo monetario de valor meramente contable y financiero —una simple unidad de cuenta— que no tuvo existencia física en forma de billetes o de monedas metálicas y que nunca reemplazó a los signos monetarios nacionales sino que convivió con ellos. Esta fue una de sus diferencias con el euro, que es la moneda tangible y única de la Unión Europea, después de que se cumplieron todas las etapas de su implantación. Otra diferencia fue que mientras el valor del ecu fluctuó en relación con las monedas nacionales dentro del ”cesto” formado por éstas, el valor del euro es fijo e inmodificable respecto de ellas y a través de la flotación busca su paridad con el dólar, el yen y las divisas de terceros países.
El ecu perdió su vigencia el 30 de junio del 2002, en que fue sustituido por el euro. La conversión entre las dos monedas se hizo al tipo de cambio de 1:1, salvo en los casos en que los suscriptores de un contrato hubieron acordado otra paridad. Los contratos convenidos en ecus tuvieron continuidad pero se cumplieron en euros a partir del 1 de julio del año 2002. Antes de esa fecha se pudieron cumplir en cualquiera de las dos monedas y durante ese lapso nadie estuvo obligado a utilizar el euro pero tampoco impedido de hacerlo, según el principio de no obligación, no prohibición establecido para su implantación. Este proceso de sustitución del ecu y de las monedas nacionales de los países participantes concluyó el 30 de junio del 2002, ya que al día siguiente entraron en circulación como únicos signos monetarios los billetes y monedas euro. De allí en adelante los ecus pudieron ser canjeados por euros pero no usados como medios de pago.