Es un movimiento político de escala internacional que persigue la supresión de las formas actuales de producción y de organización social para establecer en su lugar un régimen de vida armonioso entre la sociedad y la naturaleza.
Tras formular cuestionamientos contra las formas de organización social prevalecientes en el mundo —contra todas ellas, cualquiera que sea su signo político, porque en su concepto todas son depredadoras de la naturaleza— plantea en términos que van desde la utopía a la realidad programas de transformación de la mentalidad de la gente, de la ordenación estatal y de las relaciones de producción y de propiedad.
Ese programa político se basa en tres principios fundamentales: democracia profunda, no violencia y desarrollo en armonía con la naturaleza.
Si bien el ecologismo no ha tomado el poder en parte alguna, ha contribuido a generar una “conciencia ecológica”, cuya expresión política se ha dado en la creación de los ministerios del ambiente en algunos países, en la formación de los llamados partidos verdes —cuyos programas de acción están basados en cuestiones ecológicas—, en la incorporación de proyectos ambientales a los programas de los partidos tradicionales y en la integración de organizaciones ecologistas no gubernamentales.
El tema de la ecología, sin duda, se ha politizado. Ha dado lugar a una “ideología ambientalista” que se ha extendido por encima de las fronteras nacionales y que, aprovechando el hecho de que los problemas ambientales son globales y de que ningún país puede “aislarse” de ellos, propugna acciones coordinadas a escala internacional para combatir la defectuosa organización social. Para ello promueven la formación de grupos organizados en todos los países, a fin de canalizar la preocupación social por el medio ambiente y transformarla en movilización política. Bajo su invocación se ha formado en muchos lugares del mundo una izquierda ambientalista, muy activa y motivada, que opera a través de organismos privados o de partidos políticos y que postula la lucha contra la desigualdad y la pobreza, como condición para la defensa de la <biodiversidad, y la transformación social para implantar un régimen de desarrollo que guarde armonía con la naturaleza.
En los años 70 del siglo anterior emergieron los llamados partidos verdes, cuyas principales banderas de lucha fueron la cuestión ecológica, el pacifismo y el anticonsumismo. El primero de ellos fue el United Tasmania Group, fundado en Australia en abril de 1972, seguido del Mouvement Populaire pour l’Environnement en el canton suizo de Vaud, en diciembre del mismo año, que surgió al calor de la lucha contra la construcción de una autopista al borde del lago Neuchâtel. En enero del año siguiente apareció en Inglaterra otro partido verde: el People’s Party —que más tarde cambió su nombre por el de Ecology Party y luego Green Party—. Ellos inspiraron la formación de muchas organizaciones políticas de este tipo en Europa y otros lugares. En las elecciones presidenciales de Francia en 1974 se presentó por primera vez una candidatura ecologista: la de René Dumont, que obtuvo varios centenares de miles de votos, y cinco años después el Grüne Partei Zurich alcanzó un diputado nacional y varios diputados al parlamento regional de Bremen, en Alemania. Cosa parecida ocurrió en Bélgica, Holanda, Austria, Italia y otros Estados europeos, donde los verdes alcanzaron votaciones de entre el 2,5% y el 16%. Los partidos ecologistas obtuvieron en 1989 veintiocho escaños en el Parlamento Europeo. Ese año en Inglaterra el Green Party reunió el 15% de los votos. Así se consolidaron los grupos ecologistas europeos para defender los nuevos valores vinculados con la protección del medio ambiente.
En la lucha ecologista fue emblemática la formación del Die Grünen alemán, fundado el 13 de enero de 1980 en Karlsruhe, que sintetizó la ideología verde y creó un modelo organizativo de este tipo de partidos. En sus filas se agruparon ecólogos, activistas del pacifismo y del feminismo, socialdemócratas desencantados, hombres y mujeres de la nueva izquierda, cristianos progresistas de diferentes iglesias. Su acreditación electoral de diputados al Bundestag en marzo de 1983 marcó una línea política a seguir por los verdes europeos. La ideología del Die Grünen se fue formando trabajosamente a golpes de yunque entre los radicales y los moderados. La pugna no demoró en estallar. Se formaron dos bandos en lucha: los realos, que eran los moderados, y los fundis, que eran los radicales. Esta clase de divisiones en el seno de los movimientos revolucionarios ha sido, por desgracia, una constante histórica. Pronto la dinamia política llevó a los militantes del Die Grünen a asumir responsabilidades parlamentarias y legislativas vinculadas con las funciones de gobierno, que avivaron la controversia ideológica interna. Hubo momentos en que sus bancadas de diputados, así en el parlamento federal como en los parlamentos regionales, se constituyeron en el fiel de la balanza y en elementos claves de la gobernabilidad. No pudieron eludir la responsabilidad de dar sus votos para la aprobación de los presupuestos formulados por el gobierno socialdemócrata. Por aquello de que es más fácil estar de acuerdo contra algo que a favor de algo, los verdes alemanes se vieron envueltos en muy duras controversias internas al momento de tomar sus decisiones parlamentarias. Los radicales no dejaron de reprochar a los moderados la contradicción entre los principios reivindicativos de su ideología y la formulación de sus polítcas parlamentarias, que con frecuencia significaron, como era lógico, compromisos con el gobierno. Como se impuso la línea política de los moderados, algunos de los más radicales dirigentes fundi abandonaron las filas de la organización: Rudolf Bahro, Rainer Trampert, Thomas Ebermann, Regina Michalik, Jutta Ditfurth y otros.
A partir de 1985 se planteó la necesidad o la conveniencia de formar coaliciones políticas con los socialdemócratas ortodoxos y, entonces, empezaron a compartir responsabilidades gubernativas. En algunos gobiernos locales colaboraron los verdes. Incluso hubo ministros de esta filiación política.
Dos hechos importantes de la reciente historia alemana disminuyeron la fuerza electoral del Die Grünen: la caída del >muro de Berlín y la reunificación de Alemania; aunque después recuperó el terreno perdido en el sistema de partidos alemán.
En 1993 se fusionaron, en un solo partido: Die Grünen y Bündnis 90, y superaron las divisiones internas. Sus postulaciones ideológicas fueron el ambientalismo, el pacifismo, el antimilitarismo, el repudio a las armas nucleares, la oposición a las estrategias militares de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la defensa de los derechos humanos, la condena de las restricciones migratorias, la defensa del aborto, la protección de los derechos de los gays y lesbianas y la crítica a ciertos elementos de la sociedad industrial. En las elecciones de 1998 el Die Grünen alcanzó el 6,7% de la votación y entró a formar parte de la coalición gubernamental con el Partido Socialdemócrata (SPD) hasta octubre del 2005, en que se produjo la asunción del gobierno por la demócrata-cristiana Angela Merkel. Die Grünen gestionó tres de los ministerios en el gobierno de la alianza con los socialdemócratas. Pero sufrió una nueva crisis de unidad a raíz de la intervención de las tropas alemanas en el conflicto de Kosovo. Muchos militantes contrarios a la guerra se separaron de sus filas. Lo mismo ocurrió en el 2001, cuando el gobierno alemán, bajo las órdenes del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, decidió enviar soldados hacia Afganistán para apoyar a las fuerzas militares norteamericanas.
En las elecciones del 2002 incrementaron su votación al 8,6% pero en las del 2005 bajaron al 8,1%.
Los verdes, en los países social, industrial y económicamente más adelantados de Europa —Alemania, Bélgica, Dinamarca, Holanda, Irlanda, Noruega, Suecia, Finlandia—, que es donde ellos se han establecido con mayores anclajes, juegan el papel cuestionador y crítico que otrora jugaron los partidos comunistas y los propios partidos socialdemócratas. Son la nueva izquierda europea, que ejerce una oposición ilustrada, progresista y moderna al >establishment. Defiende el medio ambiente, la paz, el desarme, los derechos de las minorías y combate el autoritarismo, la desigualdad social, la pobreza, el armamentismo y la sociedad de consumo.
Es cierto que los problemas ambientales no admiten soluciones de libre mercado. Su mano invisible no se preocupa de estas cosas. Las fuerzas utilitarias del mercado están más interesadas en cuestiones de dividendos que en asuntos ecológicos. Se necesita la intervención consciente y deliberada de la autoridad política —en un esfuerzo de coordinación internacional— para dar soluciones válidas al problema de la depredación de la naturaleza. Un elemental sentido de solidaridad para con quienes vendrán después en la apasionante aventura de la vida nos obliga moralmente a dejarles un suelo limpio, aire puro, agua cristalina y forestas verdes.