Palabra ecuatoriana de origen quichua que quiere decir “conservador”. Proviene de las voces quichuas curu, que significa “gusano” o “insecto” y chupa, que significa “rabo” o “cola”. Curuchupa es, por tanto, rabo o cola de gusano o de insecto. En la literatura ecuatoriana de denuncia social de la primera mitad del siglo XX —Manuel J. Calle, José de la Cuadra, Alfredo Pareja, Enrique Gil Gilbert, Humberto Mata, Jorge Icaza— era frecuente leer la palabra curuchupa con la cual los escritores de izquierda se referían a los recalcitrantes conservadores confesionales de su tiempo: a esos señores de “misa y olla”, que decía Juan Montalvo.
Varias explicaciones se han dado acerca del origen del término. La que me parece más verosímil es la que lo radica en la existencia de unos insectos muy negros, de cola dividida, que a los indios se les antojaban muy parecidos a los españoles y criollos vestidos de frac para determinadas ceremonias sociales, políticas o religiosas. En realidad, la dilatada chaqueta negra dividida por atrás en dos faldones largos tenía un cierto parecido con los insectos en mención.
Por eso los indios, en tono de burla, los llamaron curuchupas y de allí tomaron la palabra los liberales de la era colonial para apodar a sus adversarios políticos, los conservadores.
Carlos Joaquín Córdova, autor de la obra “El habla del Ecuador, diccionario de ecuatorianismos” (2008), trae otra versión sobre la etimología de la palabra. Afirma que en sus orígenes fue curachupa (proveniente de cura, que era el párroco a cargo de una feligresía, y chupa = “rabo”, “cola” o “apéndice”). Dada la íntima vinculación y la complicidad política que los conservadores tenían con el clero católico, los liberales los apodaron de curachupas, queriendo significar que eran cola o rabo de la clerecía.
En varios países de América Latina se acuñaron palabras vernáculas para denominar a los conservadores: momios en Chile, godos en Colombia, tutumpotes en la República Dominicana, mochos en México, fachos en Uruguay, pelucones en algunos países, cachurecos en Honduras y Guatemala, curuchupas en Ecuador, orejudos en Buenos Aires, lomos negros en otras provincias argentinas, saquaremas antiguamente en Brasil, rosqueros en la Bolivia revolucionaria de los años 50 del siglo XX.