Este era el nombre que se dio a un antiguo barrio parisiense, al que se refirió Víctor Hugo en su novela “Nuestra Señora de París”, que fue madriguera de truhanes y gente de mal vivir. Su característica principal, que le valió el nombre de “corte de los milagros”, fue que de allí salían durante el día muchos mendigos a pedir dinero en las calles y conmovían los sentimientos de los peatones con su simulación de toda suerte de enfermedades y discapacidades. Pero por la noche, de regreso al barrio, se cambiaban de ropa y se dedicaban a beber alcohol y a divertirse con el dinero recogido. El mendigo astroso y lisiado de hace un rato resultaba sano al momento de la diversión. Este era el “milagro” que se producía en el barrio. De ahí vino su nombre.
Hoy, en sentido figurado, se dice que un lugar o dependencia de la administración pública es una “corte de los milagros” cuando allí se consuma toda clase de latrocinios y picardías con los fondos públicos.