La palabra deriva de consumir —y ésta del latín consumere—, que significa varias cosas, entre ellas, el empleo de un bien para la satisfacción de una necesidad humana de modo tal que se destruye con el uso natural que de él se hace.
Por eso se habla de bienes de consumo para distinguirlos de los bienes de capital, porque los primeros desaparecen con el uso —como los alimentos, por ejemplo— en tanto que los otros son de empleo duradero.
La connotación original de la palabra consumir era destruir, agotar, desperdiciar, deshacer, reducir a nada alguna cosa. Tanto es así que este vocablo aún se usa para referirse a los estragos de una enfermedad terminal. Después empezó a transformarse su significación y a cobrar un sentido positivo. Terence H. Qualter atribuye este cambio al triunfo de la ideología capitalista moderna. Dice que hoy es social y moralmente deseable consumir.
El consumismo es una anomalía del comportamiento humano que consiste en la compra indiscriminada de bienes y servicios que no son necesarios. Es el “apetito” de compra, la compulsión de ir al mercado, la búsqueda permanente de something new en tiendas y almacenes, bajo la inducción de la publicidad comercial. Es un fenómeno inherente a la >sociedad de consumo. Todo en ella está dispuesto para inducir a la gente a comprar cosas. Recorrer los centros comerciales y mirar vitrinas —el shopping, que llaman los norteamericanos— se ha convertido para mucha gente en un verdadero pasatiempo o diversión.
El consumismo es una aberración: es la actitud compulsiva de comprar lo superfluo e innecesario. La manía de comprar y comprar se ha convertido en un signo de status social en las consumer societies modernas.
En las sociedades de consumo el productor termina por manipular el mercado y someterlo a sus conveniencias. Cautiva a los consumidores con productos novedosos y sugestivos. Utiliza la publicidad para crear nuevas necesidades o para satisfacer de nuevas maneras viejas necesidades. Se vale de ese formidable poder de envejecimiento prematuro que tiene la moda. Compele al consumidor a comprar lo que no necesita y, al final, no son las demandas de éste las que determinan la producción sino que son los imperativos del productor los que determinan el consumo.
Dispuestas así las cosas, el consumismo es la consecuencia lógica de un sistema económico sometido a los intereses de los productores, que son los de vender a la población el mayor volumen posible de bienes y servicios.