A pesar de su simplicidad a primera vista, este es un concepto muy complejo que incide en el campo de la política y de la sociología. En una primera aproximación puede definirse como la actitud sumisa de las personas o de las sociedades ante un orden de cosas determinado. Es la fácil adaptación de ellas a normas y valores políticos, sociales, económicos o religiosos impuestos por una autoridad o por la práctica social. Hay, por tanto, un conformismo ante la autoridad y otro ante el juicio de la mayoría, es decir un conformismo vertical y uno lateral. Buena parte de la gente está dispuesta a seguir pasivamente los dictados de la autoridad y las usanzas y prácticas del grupo (como en el experimento en 1951 de Solomon Asch en el Swarthmore College de Pensilvania, en que el 37% de las personas siguió el juicio equivocado de una mayoría “complotada”). Un buen porcentaje de individuos no se atreve a contradecir la opinión del grupo aunque la considere errónea. Esto independientemente de los fenómenos emocionales de la >psicología de multitudes, que tienen otra naturaleza. La sumisión a la que nos referimos aquí es la fría y reflexiva y no aquella que es fruto del “contagio” emocional de la >masa.
El fenómeno del conformismo, desde el punto de vista de la sociología política, es muy complejo. Hay que profundizar en él. El conformismo es un poderoso factor de uniformidad social. Se traduce en una nivelación de las ideas, los valores y las conductas de la gente, que favorece cierta homogeneidad colectiva. El hace posible la organización social, al estandarizar los comportamientos y dejar muy poco espacio para las originalidades y caprichos individuales. Probablemente el Estado, la religión, la sociedad, la industria, el comercio y otras manifestaciones sociales no pudieran organizarse y asumir coherencia sin este factor que de alguna manera contribuye a dar coherencia al grupo. Este es, por decirlo así, el lado positivo del conformismo: contribuye al mantenimiento de las uniformidades sociales que tornan factible la organización estatal.
Muchos fenómenos sociales se explican por el conformismo. La imitación, el adocenamiento de la gente, la moda, el influjo del poder, la ortodoxia religiosa o la utilidad de la publicidad se explican en función de la tendencia general al conformismo. Sin este fenómeno la organización estatal ni la ortodoxia religiosa ni la publicidad comercial ni otras manifestaciones sociales fueran posibles. Si ellas existen y tienen éxito es porque la gente está dispuesta a acatar pasivamente los dictados de la autoridad o las usanzas del grupo.
El ejercicio del poder y el ordenamiento social no se entenderían sin el acatamiento conformista de los gobernados.
La ortodoxia religiosa, al igual que muchas otras prácticas sociales, es en buena parte un fenómeno de imitación, es decir un fenómeno de conformismo. Los que contra ella insurgen incurren en la herejía, el <ateísmo o el <agnosticismo. La publicidad induce a las personas a comprar determinados productos y sólo algunas de ellas se “rebelan” contra esta imposición y deciden actuar con autonomía. El conformismo está, pues, en la base de muchos fenómenos sociales. Los que contra él insurgen son los revolucionarios, los reformistas, los inventores, los descubridores, los creadores de escuelas de pensamiento, los promotores de herejías. Parecería cínico decir que el mundo avanza gracias a ellos pero que se mantiene merced al conformismo de los demás.