Es una organización social caracterizada por el trabajo en común y la propiedad compartida de los medios de producción y de lo que ellos generan. En ella no existe propiedad privada. Todo es de todos, incluido el fruto del trabajo de sus miembros. La propiedad es común. Cada quien trabaja tanto como puede y recibe lo que necesita. Esta forma de asociación humana ha sido, durante toda la historia del hombre, un ideal político tan ambicionado como utópico. Han lucubrado sobre él Owen, Fourier y otros exponentes del >socialismo utópico.
La comuna es más un recuerdo del pasado remoto —el colectivismo primitivo— que una experiencia actual. Sin embargo, en ciertos sectores campesinos de los Andes en América del Sur, en los kibbutzim israelíes o en las granjas colectivas de China existen aproximaciones a la comuna para la producción agrícola, en las que el trabajo y la propiedad son compartidos.
Desde 1955, como resultado del proceso de transformación de la forma de tenencia de la tierra agrícola en la República Popular de China y hasta 1976 en que terminó la etapa maoísta de su revolución, se establecieron las llamadas comunas populares para el trabajo agropecuario, que los seguidores del líder chino consideraron como la forma más elevada de socialización de los bienes de producción en el campo. El proceso anterior pasó por varias etapas y modalidades. Primero vino la reforma agraria que expropió los predios a los terratenientes para entregarlos a las familias campesinas. Los peones agrícolas se convirtieron en propietarios. Sobre esta base se organizaron luego cooperativas de productores que trabajaron sobre una tierra de propiedad colectiva. Sin embargo, progresivamente fue borrándose el sentido de la propiedad colectiva y el Estado empezó a apropiarse de las cosechas y a beneficiarse del trabajo gratuito de los campesinos. Al mismo tiempo, con las tierras baldías se formaron las granjas estatales, que constituyeron otra forma de explotación agrícola. Fue en este momento en que Mao formó las comunas populares, dirigidas por funcionarios nombrados por el gobierno, con base en la fusión de las anteriores cooperativas. Se formaron centenares de miles de ellas en las zonas rurales de China.
Las comunas fueron, al mismo tiempo, entidades políticas de indoctrinación y control de la gigantesca población campesina y un sistema de trabajo colectivo de la tierra agrícola. La distribución de las cosechas se hacía bajo el principio: de cada uno según sus capacidades y a cada uno según sus necesidades. Esto determinó la total falta de entusiasmo de los campesinos en su trabajo y, en consecuencia, la bajísima productividad de las tareas agrícolas, que pronto se convirtió en una de las principales preocupaciones del gobierno.
Las comunas populares no tenían en lo absoluto autonomía en su operación. Estaban gobernadas por funcionarios del Estado, quienes a su vez recibían órdenes superiores. Se había caído en la utopía. Los resultados fueron veinte años de estancamiento de la producción alimentaria, la baja consiguiente del nivel de vida de las masas y el descontento de los campesinos que opusieron una resistencia sorda a las iniciativas del gobierno.
Esta “forma superior de socialización de los medios de producción en el campo” fue un fracaso, así desde el punto de vista macroeconómico como desde la perspectiva del nivel de vida de los campesinos. Cuando en 1976, muerto Mao, advino la nueva política económica del Partido Comunista chino bajo el liderato de Deng Xiaoping, denominada >reforma y apertura, las comunas populares se disolvieron casi espontáneamente en el curso inicial de la aplicación de los nuevos principios de la economía china y la tierra de cultivo pasó a ser de propiedad colectiva de la provincia, región autónoma, municipio, distrito o cantón en donde están situadas, de acuerdo con la complicada e irregular división político-administrativa de China. Los campesinos, que son sus usufructuarios, pagan por ellas al Estado una contribución económica no mayor del cinco por ciento de la producción, sea en dinero o en productos de sus cosechas —arroz, trigo, soya, algodón, maní, tabaco u otros— y el resto es materia apropiación familiar.
La comuna se diferencia de la >comunidad en que en ésta cualquier factor puede ser común: la actividad de sus miembros, el lugar donde habitan o trabajan, el origen étnico, la cultura o cualquier otro elemento de la vida social. Lo importante es que sus miembros tengan algo en común. Entonces surgen las relaciones de comunidad. En tanto, en la comuna el elemento compartido es la propiedad de los instrumentos de producción y lo que ellos producen.
Los insurgentes franceses de 1871 utilizaron este nombre —la commune de París— para designar la toma del ayuntamiento por el pueblo parisiense y el corto lapso de ejercicio del poder popular desde el Hótel de Ville.
Esta tentativa revolucionaria de los trabajadores franceses se desató el 18 de marzo de 1871. La muchedumbre se concentró en la plaza del ayuntamiento de París —incitada por líderes pequeño-burgueses y hombres de clase media en protesta por el hambre, la pobreza, la injusticia y la incapacidad del gobierno para conducir los asuntos de la guerra franco-prusiana que terminó con la cesión de la Alsacia y parte de la Lorena a Alemania— y tras asumir el control de la municipalidad proclamó el “Estado obrero” bajo los ideales democráticos, antiautoritarios y anticlericales. Inmediatamente organizó un gobierno revolucionario dividido en diez comisiones de trabajo para las distintas áreas de gestión pública. El marxista Leo Frankel fue nombrado delegado de los asuntos obreros y la comisión de enseñanza estuvo presidida por Edouard Vaillant.
El fugaz gobierno revolucionario en los setenta días de ejercicio del poder, a pesar de que no tuvo tiempo de elaborar un programa realizable y coherente y hubo además de soportar muchos desgarramientos internos por las contradicciones de sus protagonistas, tomó una serie de medidas radicales. Decretó la separación de la Iglesia y el Estado, implantó el >laicismo en la educación, suprimió la gran propiedad privada, canceló las deudas por arrendamiento de viviendas, confiscó todos los bienes inmuebles desocupados, dispuso el rescate gratuito de los objetos depositados en los montes de piedad a cambio de préstamos, estableció la jornada laboral de diez horas, prohibió el trabajo nocturno de los obreros, abolió las multas y retenciones sobre el salario, convirtió en cooperativas a las empresas abandonadas por sus dueños.
Alentadas por el ejemplo de París se realizaron iguales movilizaciones populares en Lyon, Saint-Etienne, Marsella, Le Creusot, Limoges y otras ciudades con el fin de organizar comunas populares en lugar del Estado tradicional pero fracasaron en su intento de tomar el poder. De modo que la Comuna de París quedó aislada. A eso se debió la fugacidad de su gobierno. El jefe del régimen depuesto Adolphe Thiers y su ejército de cien mil hombres, que se habían refugiado en Versalles, se entendieron con las tropas de ocupación prusianas que un año antes habían vencido en la guerra contra Francia y atenazaron a la commune por el norte y el este. La consigna era someter a sangre y fuego a los insurgentes. Después de sangrientos combates los soldados de Thiers entraron a París el 20 de mayo. Los obreros y el pueblo levantaron barricadas para la defensa de la ciudad. Se combatió barrio por barrio. Los jefes comuneros arengaron a la multitud y casi todos ellos murieron en la lucha. La resistencia fue heroica pero fueron vencidos. La venganza de los vencedores fue implacable: varios miles de comuneros murieron in situ frente a los pelotones de fusilamiento y muchos más fueron detenidos. Mataron a todo individuo —obrero, artesano y hombre de clase media— sospechoso de haber apoyado a la comuna.
Terminó así este efímero gobierno de los trabajadores parisienses —del 18 de marzo al 28 de mayo— que en concepto de Lenin fue “la primera tentativa de la revolución proletaria para quebrar la máquina del Estado burgués”.