Según se desarrolle en el interior del país o hacia fuera, pueden distinguirse dos áreas fundamentales en la actividad comercial: la interna y la externa. El comercio interno es el que tiene lugar dentro de las fronteras nacionales. Comercio externo es el que se realiza entre los países.
Sin embargo, no tienen mucho en común estas dos formas de intercambio. Desde los tiempos de Adam Smith (1725-1790), David Ricardo (1772-1823) y John Stuart Mill (1806-1875), los tres grandes economistas clásicos, se observaron sus diferencias y se formularon diversas teorías acerca de ellas. Desde entonces, el comercio internacional es una rama autónoma de la teoría económca y obedece a sus propias leyes.
Ricardo estableció los distintos principios que las rigen. Fiel a su teoría del valor-trabajo, sostuvo que el intercambio interno de mercancías se efectuaba en función de las unidades de trabajo empleadas para producirlas. Así, una mercancía que demandaba diez unidades de trabajo se cambiaba por dos que requirieran cinco, en el marco de una perfecta movilidad de capital y mano de obra. Pero observó que esta teoría no es aplicable al comercio exterior, por falta del supuesto básico que es la movilidad de los factores de la producción. De donde resulta que son diferentes las cantidades de unidades de trabajo que cuesta producir las mismas mercancías en distintos países. Lo cual dificulta el comercio internacional. Ricardo elaboró la teoría de los costes comparativos para explicar la operación del comercio internacional y J. S. Mill la completó con su tesis de que cada país exporta las mercancías en cuya producción tiene ventaja con relación a otros. Esta ventaja se origina en la diversidad de condiciones de producción existente entre los países. Es la denominada “ventaja comparativa”. La tienen los que demuestran mejores aptitudes —y, por tanto, menores costes— para la producción. No obstante lo cual, la relación final de intercambio entre los países tenderá a situarse, por la intensidad de la oferta y de la demanda mundiales de las diferentes mercancías, próxima a los precios de la mercancía de mayor demanda.
Consecuentemente cada país tiende a especializarse en la producción y comercialización de las mercancías que le ofrecen mayores ventajas comparativas y, a cambio de ellas, importa las que se producen a costes más bajos en otros. Este movimiento de especialización a escala producirá costes decrecientes en los países productores a medida que incrementan el volumen de producción. Lo cual aumenta sus ventajas comparativas en el intercambio de determinados productos.
Pero este proceso produce un crecimiento asimétrico entre los países, que desmiente la afirmación de los economistas clásicos que veían en él un factor de progreso para todos ellos. La división internacional del trabajo es una de las tantas manifestaciones de la relación de dominación y dependencia que existe entre los países desarrollados y los subdesarrollados. Con ella la dependencia está destinada a profundizarse porque en la estructura del comercio mundial se produce un creciente ”deterioro de los términos de intercambio” en perjuicio de los países periféricos. Esto significa que conforme pasa el tiempo suben los precios de las manufacturas producidas por los países industriales y bajan los de las materias primas del mundo subdesarrollado. De modo que cada vez se requieren más unidades de productos primarios de exportación para adquirir un mismo producto manufacturado de los países industrializados. Lo cual aumenta incesantemente la “brecha” económico-social entre ellos y profundiza la >dependencia.
En todo esto hay varias incoherencias e iniquidades que desvirtúan las previsiones de los economistas clásicos y neoclásicos. Ellos pensaron que el desarrollo del comercio internacional jugaría un papel “homogeneizador” del crecimiento de todos los países. Pero los hechos son diferentes. El comercio internacional ha expandido unas economías y ha deprimido otras. En la actividad manufacturera la productividad crece a una tasa mucho más alta que en la producción de bienes primarios. Sin embargo, el incremento de la productividad no bajó los precios de los bienes industriales, como debió ocurrir por la disminución de sus costes, sino que los aumentó en beneficio de los ingresos del mundo desarrollado. En los países periféricos, mientras tanto, el exceso de mano de obra disponible para la producción de bienes primarios presionó sobre los salarios y abarató los precios finales en beneficio de los países importadores. Todo este conjunto de iniquidades en el comercio externo ha dado como resultado la concentración de los frutos del progreso tecnológico en los países centrales.
Uno de los propósitos fundamentales que estuvieron en la mente de los creadores de la Organización de las Naciones Unidas en 1945 fue el de fomentar el comercio entre los países, como un instrumento de su desarrollo económico y social. El 30 de octubre de 1947, por iniciativa de los Estados Unidos de América, 23 países del mundo suscribieron el Acuerdo General sobre Aranceles de Aduanas y Comercio (AGAAC), mejor conocido por sus siglas inglesas GATT (General Agreement on Tariffs and Trade), como un convenio intergubernamental para la regulación del comercio mundial, que fue sustituido en 1995 por la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Uno de los elementos más importantes de este acuerdo es la institucionalización de la denominada cláusula de Nación más favorecida, en virtud de la cual se comprometen los contratantes a darse un trato igual en sus relaciones comerciales, sin discriminaciones de clase alguna, salvas las tres excepciones puntualizadas en el instrumento internacional.
Después de una dilatada planificación, la Organización Mundial convocó a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (United Nations Conference on Trade and Development, UNCTAD), cuya sesión inaugural tuvo lugar en Ginebra el 23 de marzo de 1964, bajo la conducción del economista argentino Raúl Prebisch (1901-1985), quien anteriormente había sido director de la Comisión Económica para la América Latina (CEPAL). A esta reunión, generalmente conocida como la “primera UNCTAD”, asistieron delegaciones de 120 países. Su propósito central fue el de promover el desarrollo, con un fuerte énfasis puesto en los países subdesarrollados, mediante el fomento del comercio internacional. Con tal fin expidió regulaciones sobre el intercambio de productos básicos, comercio de manufacturas, sistema de preferencias generalizadas (SPG), sistema global de preferencias comerciales (SGP), las llamadas transacciones invisibles, nueva financiación para los países menos desarrollados, transporte marítimo y fletes en el comercio internacional.
En los últimos años se ha desarrollado con mucho ímpetu el comercio exterior, en el marco de un proceso de apertura de mercados, desmantelamiento de barreras arancelarias, formación de grandes bloques económicos y >globalización de las economías. Se ha pasado de una época de protección arancelaria a una de apertura. Los aranceles de aduanas (que solían imponer dos clases de gravámenes al comercio exterior: un tanto por ciento ad-valorem y un monto por unidad de peso o medida de las mercancías), que hasta hace poco eran una de las instituciones más importantes del intercambio internacional, con una marcada tendencia proteccionista, han sido desmantelados total o casi totalmente.
El GATT fue sustituido por la Organización Mundial del Comercio (OMC), que entró a regir desde el primero de enero de 1995. El 15 de abril de 1994 los representantes de 125 Estados firmaron el Acta Final del Acuerdo de Marrakech, con la que se fundó la Organización Mundial del Comercio (OMC), ”que responde al deseo generalizado de actuar en un sistema multilateral de comercio más justo y más abierto” y cuya misión es solucionar las diferencias mercantiles entre los Estados miembros, supervisar las políticas comerciales nacionales para que se ajusten a los principios de la Organización, administrar los acuerdos de comercio, servir de foro para las negociaciones mercantiles entre los países, resolver sus litigios en el intercambio internacional, dar asistencia técnica a los países subdesarrollados y conseguir la reducción sustancial de los aranceles aduaneros, el abatimiento de los obstáculos al comercio internacional y la eliminación del trato discriminatorio en las relaciones comerciales.
Han sido nueve los ciclos de negociaciones mercantiles multilaterales que, en el ámbito del GATT y, posteriormente, de la OMC, se han realizado. A ellos se les denomina “rondas” en el argot del comercio internacional. La que se inició en Punta del Este y tomó casi 8 años —desde 1986 hasta 1994— se denominó >ronda Uruguay, en razón del lugar donde se iniciaron sus deliberaciones. Las anteriores fueron: la de Ginebra en 1947, Annecy en 1949, Turquía de 1950 a 1951, Ginebra de 1955 a 1956, la denominada “ronda Dillon” en Ginebra de 1960 a 1961, la “ronda Kennedy” en Ginebra de 1964 a 1967, la ronda Tokio de 1973 a 1979, la ronda de Doha (Catar) de 2001 a 2012.
Sin duda, las dos últimas han sido las más importantes, aunque la ronda Uruguay, de mayor amplitud y alcance, representó la más profunda reforma del sistema comercial mundial desde la creación del GATT después de la Segunda Guerra Mundial y abarcó la gama casi total del intercambio internacional: aranceles, trabas técnicas al comercio, obstáculos no arancelarios, valoración de aduana, licencias de importación, subvenciones y salvaguardias, comercio de servicios, explotación de recursos naturales, textiles y vestido, agricultura, productos agropecuarios, códigos de la ronda de Tokio, antidumping, propiedad intelectual, comercio de mercancías falsificadas, inversiones relacionadas con el comercio, solución de diferencias, normas de origen y coherencia en la formulación de la política económica a escala mundial.
En noviembre del 2001se inició la ronda de Doha, que fue la primera en el ámbito de la Organización Mundial del Comercio (OMC), para afrontar una serie de temas importantes: la liberalización comercial de productos agrícolas y servicios, la ampliación del acceso a los mercados de los productos no agrícolas, derechos de propiedad intelectual asociados con el comercio (ADPIC), medidas antidumping y subvenciones, subsidios agrícolas, solución de las diferencias en el marco de la OMC, relaciones entre comercio y medio ambiente, apertura del comercio electrónico y varios otros, que incluyeron, por la presión de los países desarrollados, los denominados “temas Singapur” —llamados así porque su discusión se inició en la primera conferencia ministerial de la OMC celebrada en dicho país—, entre los que estaban la interacción comercio-inversiones, la relación entre comercio y políticas de competencia, la transparencia en la contratación pública y los mecanismos de facilitación de las transacciones mercantiles.
Los partidos miembros de la >Internacional Socialista, reunidos en Cancún a comienzos de septiembre de 2003 juntamente con líderes sindicales, asumieron “el compromiso de reformar el sistema internacional de comercio” y recalcaron que “la OMC debe responder a las necesidades y expectativas de la mayoría global que vive en los países en desarrollo”. Pidieron a la OMC que modificara sus normas del comercio agrícola, eliminara los subsidios y abriera los mercados a las exportaciones agrarias provenientes del mundo subdesarrollado con el fin de crear nuevas oportunidades de progreso para millones de personas.
La nueva organización internacional está compuesta por un Consejo General y por tres consejos especiales: uno de comercio de mercancías, otro de comercio de servicios y otro de los derechos de propiedad intelectual. La conferencia ministerial, que debe reunirse al menos cada dos años, es el órgano de adopción de las decisiones más importantes. Los propósitos para los que fue creada son, entre otros, los de alcanzar la reducción sustancial de los aranceles aduaneros, el abatimiento de los obstáculos al comercio internacional y la eliminación del trato discriminatorio en las relaciones comerciales. Su sede es Ginebra. A ella pertenecen 156 Estados (año 2012). Sus principales funciones son: administrar los acuerdos comerciales, servir de foro para las negociaciones mercantiles entre los países, resolver sus litigios en el comercio internacional, supervisar que las políticas comerciales nacionales se ajusten a los principios de la Organización, dar asistencia técnica a los países subdesarrollados y cooperar con otros organismos internacionales.
Después de la caída de la Unión Soviética y de los espectaculares acontecimientos ocurridos en el orden internacional desde fines de la década de los 80, se ha marcado una tendencia general a facilitar y fomentar el intercambio comercial libre entre los países. Para este efecto, dentro de un proceso más amplio de >integración económica, se han abierto zonas de libre comercio que han hecho de los territorios de los Estados un solo ámbito económico. Se han abatido los aranceles para el comercio recíproco. Fluyen libremente las mercancías y los capitales. En algunos casos se ha avanzado hacia el establecimiento de un arancel externo común para avanzar hacia la >unión aduanera.
La >zona de libre comercio o zona de libre cambio supone la abolición de toda restricción cuantitativa y cualitativa al movimiento de mercancías entre los países que participan de ella.
Están en marcha varios procesos de este tipo en América Latina, aunque con diversos grados de amplitud, desarrollo y velocidad. Son el Pacto Andino (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela), el Mercado Común Centroamericano, el CARICOM entre los países del Caribe, el Grupo de los Tres (Colombia, México y Venezuela), el Tratado de Libre Comercio o N.A.F.T.A. (Canadá, Estados Unidos de América y México), el MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela) y el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
En abril de 1996 los presidentes de los países andinos, reunidos en la ciudad de Trujillo, Perú, cambiaron el nombre de "Pacto Andino", con que se conocía desde su nacimiento a este sistema de integración, por el de “Comunidad Andina”, obedeciendo probablemente a la influencia europea, y crear una instancia intermedia de conducción del proceso: el consejo andino de ministros de relaciones exteriores. En el año 2006 Venezuela se retiró de la Comunidad Andina y se incorporó al MERCOSUR el 31 de julio del 2012.
Está en plena marcha también la conformación de la mayor zona de libre comercio del mundo, integrada por Estados Unidos, Canadá, México, Chile, Japón, Corea del Sur, China, Taiwán, Tailandia, Malasia, Filipinas, Brunéi, Indonesia, Papúa-Nueva Guinea, Australia, Nueva Zelandia y Hong Kong, aunque este último no es un Estado sino un territorio colonial inglés que se incorporó a China en 1997. Es el proceso de integración de los países de la cuenca del Pacífico para formar la zona de intercambio libre más grande del planeta. El llamado Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), al que concurrió la mayoría de los países del área, lo decidió en la reunión celebrada en Yakarta, capital de Indonesia, el 14 y 15 de noviembre de 1994. Allí se estableció el plazo de 25 años para alcanzar este objetivo. Este plazo tiene dos tramos: uno para los países industrializados, que deberán abrir sus mercados desde el año 2010; y otro para los demás, fijado en el 2020.
El 12 de diciembre de 1994, por iniciativa del presidente Bill Clinton de Estados Unidos, se reunieron 34 gobernantes latinoamericanos y del Caribe en Miami y convinieron establecer el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) a partir del año 2005 con el propósito de “abrir los mercados y crear una zona de libre comercio en nuestro hemisferio, reforzar el notable movimiento hacia la democracia y dar a nuestras naciones la posibilidad de mejorar la calidad de vida para todos nuestros pueblos”, según dijo Clinton en el discurso de apertura de la reunión. Era el proyecto norteamericano de integración para América Latina. Pero pasaron los años y, por diversos motivos, no pudo concretarse. Los partidos de izquierda y los movimientos sociales de América Latina opusieron una tenaz resistencia a la iniciativa de la zona de libre comercio regional.
El ALCA se propuso eliminar los obstáculos para el acceso al mercado de los bienes y servicios de los países de la región, bajo la hipótesis de que “una clave para la prosperidad es el comercio sin barreras, sin subsidios, sin prácticas desleales y con un creciente flujo de inversiones productivas”, según dice su Declaración de Principios. Pero las cosas no marcharon como estaban previstas, hubo duras confrontaciones entre Estados Unidos y los grandes países de América Latina y el proceso quedó detenido y fue suplantado por la suscripción individual de tratados de libre comercio entre el gobierno norteamericano y los países de América Latina.
Todos estos procesos integracionistas tienen como objetivo impulsar el comercio internacional sin restricciones cuantitativas ni cualitativas y romper los sistemas proteccionistas. Ellos están impulsados por los países grandes, que obviamente son los que mayores posibilidades reales tienen en esta nueva dimensión del comercio mundial. La “libertad de comercio” es el nuevo dogma económico y político, como en su ora fueron la “libertad de los mares” o la “libertad del espacio”. Esos postulados, que parecieron tan igualitarios, en realidad satisficieron los intereses geo-políticos y geo-económicos concretos de los países que estaban en posibilidad técnica y económica de aprovechar los nuevos espacios.