Esta es una locución frecuentemente usada en la vida política para enrostrar a una persona falta de autoridad moral o de credencial ética para hablar sobre ciertos temas en razón de sus antecedentes poco claros o abiertamente inmorales. La expresión completa es: quien tiene cola de paja no se acerque al fuego, es decir, quien es culpable de un acto reprochable ha de alejarse de la actividad pública y ha de procurar no constituirse en juez de los demás.
En algunos países se dice “cola de paja”.
No he podido establecer el origen de la expresión pero sí su significado. El escritor uruguayo Mario Benedetti, a comienzos de los años 60 del siglo anterior, publicó un pequeño pero hermoso y polémico libro titulado “El país de la cola de paja” —que contiene una fuerte crítica a la política uruguaya y a la degradación de las costumbres— en cuyas páginas escribe que la cola de paja es un estado de ánimo: es sentirse culpable.
Tal estado de ánimo puede tener dos desenlaces: bien el retraimiento de la participación pública por timidez —el no “dar la cara” y no afrontar algo, a causa de la mala conciencia—, o bien la avilantez y el cinismo de hacerlo a despecho de los malos antecedentes, generalmente en forma furiosa para que la furia oculte las culpas propias.
En todo caso, esta es una expresión destinada a censurar la desfachatez de ciertos políticos que, no obstante haber consumado actos moralmente condenables, aspiran a destinos públicos o se atreven a dar lecciones de moral, fenómeno que por desgracia es frecuente en la vida política.