En las sociedades industriales modernas se ha planteado, como exigencia democrática, la participación de los trabajadores en la gestión empresarial. Esta es la llamada cogestión. El capital y el trabajo, como elementos complementarios en el proceso de la producción, asumen la coparticipación en la conducción y administración de las empresas. Este es un proceso complejo que puede tener varios niveles. Puede ir desde el nivel meramente informativo, en que los trabajadores son notificados de las decisiones patronales, hasta el nivel decisorio, que implica la participación paritaria de los trabajadores en las resoluciones claves de gobierno y administración de la empresa. Esto último se realiza a través de los representantes que los trabajadores tienen en los directorios de las empresas, con derecho a voz y voto en la toma de decisiones.
El concepto de la cogestión es diferente del de autogestión, originario de Pierre-Joseph Proudhon y de los anarquistas en la primera mitad del siglo XIX, como parte de su “democracia industrial”, y reencauzado más tarde por el Mariscal Joseph Brozovich Tito en la República Federal Socialista de Yugoeslavia, como parte de la “vía yugoeslava al socialismo”, en que las empresas industriales estaban dirigidas por órganos colegiados integrados por los delegados de las oour, que eran las organizaciones de base de los trabajadores. Tampoco debe confundirse la cogestión con la participación de los trabajadores en la distribución de utilidades empresariales o con la copropiedad de las empresas a través de la adquisición de acciones en el capital de ellas. La cogestión es la intervención conjunta de empresarios y trabajadores en la adopción de las decisiones de gobierno y administración de las empresas capitalistas.
La cogestión ha alcanzado en Alemania su mayor desarrollo. Ciertas empresas —hace algunos años pude comprobarlo personalmente en una empresa siderúrgica— tienen un gobierno tripartito formado por empresarios, trabajadores y representantes de la autoridad federal. En otras la cogestión es atenuada y sólo admite la presencia minoritaria de los trabajadores. La experiencia alemana surgió en la postguerra, cuando los ingleses asumieron el control de las industrias del carbón y del acero del Ruhr, que habían sido los principales sustentos económicos del nazismo, y las democratizaron con la participación de una representación obrera en los organismos de decisión. La experiencia alemana ha dado buenos resultados puesto que ha conferido a las empresas una gran estabilidad y ha inculcado en los trabajadores y en los sindicatos un alto espíriitu de responsabilidad.
Años más tarde fue el líder socialdemócrata Willy Brandt, cuando ejercía la jefatura del gobierno en 1972, quien institucionalizó el mitbestimmung en los estatutos de las fábricas, o sea la práctica de la codecisión de los trabajadores en los consejos de administración.
En la mayor parte de los países capitalistas avanzados se han dado pasos muy tímidos en materia de cogestión por temor a las demandas sindicales y en el capitalismo periférico la posibilidad de ella ni siquiera ha sido considerada.