Es la adhesión y el impulso militantes a la división de la sociedad en clases sociales, con derechos y deberes diferentes entre sus miembros. Paradójicamente, esta adhesión proviene de dos estratos sociales diametralmente opuestos: la clase de altos ingresos y la clase económicamente sumergida. La primera propugna la división de clases y se afana en entregar al estrato altamente situado la dominación social, económica y política de la sociedad. La segunda, en cambio, propugna esa división como estrategia revolucionaria para confrontar y vencer a la burguesía por medio de la lucha de clases y cambiar el orden social.
Esto no deja de ser paradógico. Las dos clases enfrentadas, con opuestos intereses socioeconómicos, se adhieren a la división de la sociedad en clases. Los sectores burgueses lo hacen para mantener y profundizar en su beneficio las diferencias sociales y económicas y defender los privilegios que surgen de esas diferencias. Ellos son partidarios de la profundización de las diferencias de clase y actúan en forma clasista. En cambio, el clasismo de los sectores dominados y pobres tiene otro sentido: es la unión proletaria para la lucha por la reivindicación de sus derechos de clase conculcados dentro del sistema capitalista.
El clasismo, por tanto, surge de la conciencia de clase que tienen los sectores contendientes.
La >lucha de clases es un concepto típicamente marxista. Significa el enfrentamiento —sordo unas veces, violento otras, pero evidente siempre— entre las clases sociales con intereses económicos y políticos antagónicos: la clase dominante, dueña de los instrumentos de producción, y la clase o las capas sociales dominadas, que no poseen más que su fuerza de trabajo.
La lucha surge de la propia naturaleza de la organización social, en la que el antagonismo entre ricos y pobres, dominantes y dominados, propietarios y desafortunados resulta inevitable y es parte de la propia dinámica de la sociedad capitalista.
Sin embargo, la burguesía se empeña en negar la existencia de la lucha de clases a pesar de que sabe mejor que todos que la confrontación existe. Y lo sabe porque es la que obtiene las ventajas de esa lucha.
En todo caso, el clasismo es la actitud de quienes defienden las discriminaciones en función de la pertenencia a una clase social, sean burgueses o sean proletarios. Ellos, aunque por motivos no sólo diferentes sino contrarios, defienden y abanderan la escisión de la sociedad en clases.
Ambos sectores tienen plena conciencia de clase, o sea la convicción íntima de pertenecer a un estrato social y no a otro. Conocen muy bien lo que les diferencia y contrapone entre sí: sus intereses económicos, preferencias políticas, valores éticos y estéticos, estilo de vida y forma de pensar.
Consecuentemente, para los unos el clasismo se resuelve en la defensa del statu quo y para los otros, en la unidad de clase que potencie su insurgencia y permita cambiar ese orden de cosas.
La clase encumbrada desarrolla una tendencia a diferenciarse de las demás, a interponer distancias con ellas e, incluso, a generar hostilidades. Sus miembros están unidos por la concienca de clase, como factor espiritual de cohesión del estamento social, y comparten los mismos intereses económicos, igual posición en el proceso productivo, análoga relación con los instrumentos de producción y cuotas similares en los beneficios de su trabajo. En contraposición, el clasismo de los grupos sumergidos se resuelve en la búsqueda y defensa de su interés de clase y en su organización en torno a sus reivindicaciones.
Ambas dimensiones del clasismo —la de los grupos dominantes y la de los grupos dominados— tienen hoy una escala internacional gracias a internet, que ha propiciado una poderosa comunidad empresarial por encima de las fronteras estatales, más fuerte y dinámica que la tradicional y con mayor poder de control social en sus manos, y que también ha potenciado una clase trabajadora y obrera más lúcida y mejor articulada.