Las clases sociales son estratos que se forman y consolidan en razón del lugar que sus miembros ocupan en la sociedad, de las tareas que cumplen en el proceso productivo, de la relación que mantienen con la propiedad de los medios de producción y de la proporción en que reciben los beneficios de las faenas productivas. Sus integrantes, unificados por su común ubicación social y por el papel que juegan en el proceso de la producción y el intercambio, asumen una determinada conciencia de clase, que es la convicción clara de que pertenecen a ese grupo social y no a otro y de que están unidos entre sí por los mismos intereses económico-sociales.
Los miembros de una clase social suelen identificarse por el tipo de trabajo que desempeñan, el nivel de sus ingresos, su estilo de vida, el destino que dan a su tiempo libre, sus usos y costumbres, sus concepciones éticas y sus apreciaciones estéticas. En algunas sociedades entran en juego también el linaje y otros factores étnicos, que determinan para cada persona un status social.
Dentro de este esquema global se ubica la clase media a mitad de camino entre la alta burguesía y el obrerismo. Su nivel de ingresos es medio. Se dedica a trabajos intelectuales por cuenta propia o bajo dependencia. No es propietaria de los medios de producción. Percibe honorarios o sueldos que son generalmente mayores que los de los obreros pero menores que los de la burguesía. Ama su libertad, se suele mostrar muy crítica contra los gobiernos aunque sus conceptos son muy tímidos en materia social, es profundamente individualista. A diferencia de los otros estamentos sociales, que tienen una clara posición tomada, en las capas medias su conciencia de clase es muy tenue, probablemente porque sus miembros no se sienten destinados eternamente a ocupar esa casilla social sino que aspiran a mejorar de fortuna, ascender e incorporarse a la clase dominante. De hecho suelen imitar las costumbres de ésta, su forma de vestir, sus gustos y sus preferencias. Y cuando los ingresos ya se lo permiten, adoptan las formas de vida de los grupos ricos y se asimilan a ellos. La expresión pequeña-burguesía, acuñada por Marx y los marxistas para designar a la clase media, entrañaba por eso una cierta connotación peyorativa para ellos.
Hay sociólogos que sostienen que uno de los elementos característicos de los miembros de la clase media es la confianza en que sus propias capacidades y esfuerzos les abrirán un futuro promisorio para sí y su familia. Este es un elemento subjetivo —pero no por subjetivo menos real— porque, como dice el escritor y periodista norteamericano Thomas Friedman, “mentalmente puedes sentirte de la clase media tanto si ganas dos dólares al día como doscientos, si crees en la movilidad social y que el trabajo duro y el respeto de las normas de tu sociedad te llevarán allá donde quieras llegar” (“La Tierra es Plana”, 2006).
Al poder, a la influencia o al gobierno de la clase media se llama >mesocracia (de la voz griega mesos, que significa “medio”, y krateia, “poder” o “gobierno”) y al conjunto de sus ideas, concepción del mundo y estilos, mesocratismo.
Da la impresión de que la clase media es un estamento en transición. Sus miembros, generalmente bien educados, están siempre en trance de ascenso. Al menos esa es su aspiración. Son por eso capas medias de gran movilidad. En algunas sociedades incluso ellas están dobladas o trizadas por la etnia, la cultura, la religión o cualquier otro factor de diferenciación. Lo cual torna aun más compleja la situación. No hay en ellas homogeneidad y, por tanto, las respuestas de los distintos segmentos a los hechos políticos y económicos suelen ser diferentes. Las capas medias altas sólo sueñan en insertarse en las capas dominantes e imitar sus sofisticados estilos de vida. Probablemente por eso tienen poca consistencia como clase: carecen por lo general de una clara conciencia política de clase.
Esto marca la gran diferencia con las otras clases. La de arriba, satisfecha de su suerte, quiere eternizar su poder y su riqueza. Aspira a que sus hijos y sus descendientes conserven el status. Esto tiende a producir en ella una cierta conciencia de clase, es decir, una idea más o menos clara de su posición de dominio social. El obrerismo y los sectores sociales afines, aunque por razones contrarias, suelen tener también conciencia de clase. Tienen la convicción de que, a despecho suyo, el orden social imperante va a ser permanente y de que, hagan lo que hagan, su suerte no cambiará. Esto mueve su solidaridad de clase en medio del quebranto económico y social en que viven. Pero las capas medias son mucho menos homogéneas y consistentes.
De cualquier manera, se puede observar que la fortaleza o debilidad de las capas medias es un indicador del desarrollo de un país. Hay efectivamente una relación permanente entre el estatus de ellas y el desarrollo. Mientras más desarrollado es un país más grandes e influyentes son sus capas medias. Esto lo demuestran los países avanzados. En Estados Unidos, considerado el país de la clase media por excelencia, esta representa alrededor del 50% de la población. En Alemania la clase media abarca el 75% de la población, en Suecia y Suiza el 80% y en Japón el 89%. Se puede concluir entonces que el vigor de las clases medias es un síntoma de >desarrollo.