Llámase así, en política, a la organización pequeña y cerrada de amigos o de copartidarios que rodean a un magistrado o a un hombre público y que suelen tomar decisiones, a puerta cerrada, sobre los asuntos de interés público. A semejanza de lo que este concepto significa en el campo geométrico, el círculo político encierra algo y lo separa de lo exterior por una línea que no tiene solución de continuidad. Es, por tanto, impenetrable. Todas las cosas comienzan y terminan dentro de él. Nadie más, fuera de las personas que están en su seno, puede conocer y decidir sobre ciertos temas públicos. A diferencia del <cenáculo, del >cónclave o del >conciliábulo, que son reuniones a puerta cerrada de naturaleza ocasional, el círculo político tiene carácter permanente y suele operar dentro de los gobiernos o los partidos de estructura oligárquica.
El círculo es una expresión antidemocrática en la medida en que trata por muy pocos y en reserva temas políticos que debieran ser conocidos y resueltos ampliamente y en medio de la publicidad que es esencial a los actos democráticos.
En algunos países de América Latina —por ejemplo: Colombia, Ecuador y Bolivia— se usa la palabra “rosca” con la misma significación, es decir para designar el amiguismo en las alturas del poder. Los revolucionarios liberales ecuatorianos de fines del siglo XIX se refirieron al gobierno conservador que derrocaron como la “rosca”. Lo mismo hicieron los bolivianos con respecto al régimen plutocrático anterior a la revolución de 1952. El círculo es un grupo impenetrable de personas, organizado en torno a un líder político, que resuelve los asuntos públicos a espaldas de la comunidad.