Esta palabra es la abreviación de cinematógrafo —proveniente del francés cinématographe—, que es el aparato óptico provisto de una cámara y un proyector capaz de producir escenas en movimiento mediante el paso rápido de imágenes grabadas en una cinta fotográfica, que representan momentos consecutivos de una acción. Este procedimiento óptico-mecánico crea la ilusión del movimiento de las imágenes gracias a que estas no se borran inmediatamente en la retina humana, de manera que la rápida sucesión de ellas genera la impresión de movimiento continuo.
El descubrimiento de este principio por Peter Mark Roget, Secretario de la Real Sociedad de Londres, hizo posible la cinematografía. En un importante trabajo científico publicado en 1824, Roget demostró que el ojo humano retiene las imágenes durante una fracción de segundo después de que ha dejado de verlas. Sobre esta base, el físico belga Joseph Plateau —inventor del fenaquistoscopio en 1832— elaboró en 1880 la teoría de la persistencia retiniana con la que probó que si se hacía desfilar a cierta velocidad una secuencia de figuras que representaban momentos consecutivos de una acción se creaba la impresión de movimiento. Este descubrimiento estimuló en Estados Unidos y en Europa los primeros experimentos de animación de imágenes dibujadas a mano.
Simultáneamente, William Henry Fox Talbot en Inglaterra y Louis Daguerre en Francia trabajaron en un nuevo descubrimiento: la fotografía, sin la cual el cine no hubiera sido posible. Y en 1852 ella comenzó a sustituir a los dibujos animados. En 1877 el fotógrafo angloestadounidense Eadweard Muybridge empleó una batería de 24 cámaras para grabar el ciclo de los movimientos del galope de un caballo. Un paso decisorio fue la invención de la primera cámara de imágenes en movimiento por el francés Étienne Jules Marey. En 1889 los inventores estadounidenses Hannibal Goodwin y George Eastman desarrollaron tiras de emulsión fotográfica de alta velocidad montadas en un celuloide.
En 1890 el inventor e industrial Thomas Alva Edison en su laboratorio de New Jersey realizó experimentos sobre imágenes en movimiento y diseñó el cinetoscopio, que fue el antecesor inmediato del cinematógrafo, y su ayudante William Dickson ingenió el sistema de engranajes que todavía se emplea para correr la película perforada dentro de la cámara.
En una noche de insomnio de 1894 los hermanos Louis y Auguste Lumière inventaron el cinematógrafo en París y el 28 de diciembre de 1895 en el Salon Indien proyectaron en público su película “L’arrivée du train en gare de la Ciotat”, que fue el primer filme de la historia.
El cineasta estadounidense David Wark Griffith perfeccionó en 1908 los elementos del cine mudo y revolucionó el montaje, la narración y la escena. Fue el gran innovador del lenguaje cinematográfico y ejerció notable influencia sobre cineastas de lugares lejanos. Dio al primer plano una enorme importancia comunicativa y destruyó la idea de que los espectadores no comprenderían un rostro o una mano que llenaran la pantalla. Griffith completó en 1913 la primera de sus obras épicas: “Judit de Betulia”, película de 4 bobinas que irritó a los ejecutivos de su propia compañía por lo larga de su duración. Después se incorporó a la Mutual de Hollywood y se dedicó a trabajar en su película de doce bobinas “El nacimiento de una nación” (1915), llena de acción y drama humano, que es considerada la primera obra maestra del cine a pesar de su censurable defensa del >Ku klux klan.
El cine responde al viejo afán del hombre por recrear la realidad que le rodea, cosa que intentó hacerlo desde tiempos inmemorables mediante la pintura y la escultura. Se han encontrado dibujos de animales en movimiento en las paredes de las cuevas habitadas por los trogloditas, como en la gruta de Lascaux en Francia. Ni el invento de la fotografía en el siglo XIX, ni la creación del fonógrafo por Thomas Alva Edison a fines de ese siglo, ni la fabricación en 1945 del magnetófono le dejaron satisfecho. Quiso ir más allá de la impresión fotográfica y de la grabación de voces y sonidos, que captaban la realidad en forma fraccionada y estática. Buscó aprehender la dimensión del movimiento, que largamente le había sido esquiva. Y ésto lo alcanzó con el cinematógrafo y con sus maravillosos efectos de luz, imágenes, sonido, voces, color y dinámica.
El cine se convirtió en un espectáculo masivo, en un influyente medio de comunicación, en un instrumento político y en una gran industria. Inicialmente en Estados Unidos y Europa y después en América Latina se multiplicaron las salas de exhibición. Las primeras películas fueron comedias breves, relatos de aventuras, remembranzas históricas o grabaciones de los más famosos actores teatrales. Fueron películas mudas, esto es, sin sonido. Poco después alcanzaron mucho éxito las cintas cómicas de Mack Sennett que combinaron elementos del vodevil —comedia frívola y picante basada en la intriga y el equívoco—, del circo, las tiras cómicas y la pantomima teatral. En ellas brillaron muchos talentos cinematográficos, como Max Linder, Harold Lloyd, Buster Keaton, Marie Dressler, Mabel Normand, Fatty Arbuckle, Gloria Swanson, Wallace Beery y un desconocido cómico inglés cuyo nombre artístico era Charlie Chaplin, quien más tarde se convirtió en una legendaria figura del escenario al encarnar al vagabundo Charlot en sus comedias sentimentales, sátiras sociales y dramas humanos. Chaplin —cuyo verdadero nombre era Charles Spencer (1889-1977)— conquistó a los públicos y rompió récord de taquilla con sus películas “El vagabundo” (1915), “Vida de perros” (1918), “El chico” (1921), “La quimera del oro” (1925), “Luces de la ciudad” (1931), “Tiempos modernos” (1936) y “El gran dictador” (1940), que presentó una sátira contra los autócratas de la época y fue su primera película hablada. Expulsado de Estados Unidos cuando el >macartismo invadió los círculos cinematográficos, se instaló en Suiza. Sus últimas películas fueron: “Monsieur Verdoux” (1947), “Candilejas” (1952) y “Un rey en Nueva York” (1957).
En el curso de la primera postguerra, a finales de los años 20, se produjo la transición del cine mudo —en que unos rótulos insertos en las escenas indicaban al espectador la acción y los diálogos de los actores— al cine sonoro, que incorporó voces y música a la imagen y al movimiento y que significó un gran avance en la historia de la cinematografía. La productora Warner Brothers fue la que introdujo en 1926 el sistema sonoro, conocido como vitaphone, que grababa las bandas musicales y los textos hablados en grandes discos sincronizados con la acción de la pantalla.
Con este sistema la empresa lanzó en 1927 la primera película sonora: “El cantor de jazz” de Alan Crosland, con la que marcó el final de la era silente del cine. En esa película se pudo escuchar la canción del actor Al Jolson. En 1928 fue exhibida la cinta “Lights of New York”, que abrió una gran competencia entre los productores de ese tiempo —Warner Bros., Paramount, Metro, Fox, First National, Universal, United Artists y otros— en su afán de posesionarse del cine sonoro, considerado como la nueva forma del arte dramático. En Hollywood se produjeron 289 películas sonoras en 1929. Dos años más tarde apareció el movietone, inventado por Lee de Forest, que grababa el sonido directamente en una banda lateral de la película.
Las primeras películas habladas utilizaron un micrófono fijo pero en la década de los 30 se acudió al doblaje, que permitió la incorporación del sonido y de la música después de rodada y montada la película.
Este acontecimiento coincidió con la gran depresión de 1929, a raíz de la cual la producción cinematográfica norteamericana dio un viraje hacia la comedia musical, el cine fantástico y el cine negro —la trama policial— que no sólo entretenían sino que llevaban al escapismo a una sociedad que quería despreocuparse de los agobiantes problemas de la economía. En los años 30 las películas de gangsters y las comedias musicales fueron las que mayor acogida tuvieron en Estados Unidos. Entre las primeras pueden citarse “Hampa dorada” (1930) de Mervyn Le Roy, “El enemigo público número 1” (1934) de W. S. Van Dyke y “Terror del hampa” (1932) de Howard Hawks, todas ellas llenas de realismo; y, entre las segundas, “La calle 42″ (1933) de Lloyd Bacon y Busby Berkeley, “Sombrero de copa” (1935) de Mark Sandrich y “Swing time” (1936) de George Stevens.
En el cine artístico de esos años aparecieron películas notables, en su mayoría europeas, tales como la alemana “El ángel azul” (1930) de Josef von Sternberg y la francesa “La gran ilusión” (1937) de Jean Renoir, considerada una de las grandes películas antibélicas de la historia del cine.
Por esa época los gobiernos fascistas de Europa orientaron su cinematografía hacia la propaganda política, con gran sacrificio de su calidad artística. Fue un cine comprometido con las peores causas del totalitarismo. En Alemania se produjeron películas de propaganda nazi, como el documental “Triumph des Willens” (1934) de Leni Riefenstahl, referido a la celebración anual del partido nacionalsocialista alemán en la ciudad de Nüremberg; y en Italia Mussolini instituyó el Festival Internacional de Cine de Venecia como instrumento de propaganda del fascismo.
Mientras tanto, en la Europa democrática, y particularmente en la Francia del >frente popular, el compromiso con las masas empobrecidas lo marcaron Jean Renoir en su filme “La regla del juego” (1939), con una gran carga de naturalismo y crudeza descriptiva de la vida de los trabajadores, y varios otros directores alineados en lo que se llamó el “realismo poético”, tales como Jacques Feyder, Jean Vigo, Marcel Carné y René Clair.
La industria cinematográfica norteamericana de la primera posguerra internacionalizó sus películas y dominó los mercados. Los estudios de Hollywood contrataron a los mayores actores europeos. Fue la época de las grandes estrellas —Rodolfo Valentino, John Barrymore, Greta Garbo, Clara Bow, Norma Shearer— y del intento de regular la ética del cine a través del código Hays, que impuso un control político y moral sobre la producción cinematográfica. En los años 20 las películas estadounidenses adoptaron un estilo muy sofisticado. Por su maestría narrativa se destacaron los “westerns” románticos —como “El caballo de hierro” de John Ford—, las primeras comedias sexuales de Cecil B. De Mille —como “El señorito Primavera”— o las comedias románticas ligeras de Ernst Lubitsch.
En esa misma época, antes del advenimiento del nazismo, el cine alemán alcanzó niveles técnicos y artísticos probablemente superiores a los de cualquier otro país. Contaba con magníficos directores y actores. El Universum Film Aktiengesellschaft (UFA) de Berlín era el mejor estudio cinematográfico de su tiempo. Los directores alemanes introdujeron la innovación de la cámara sobre ruedas para dar a la película mucho mayor movilidad. Las cintas “Murnau El último” (1924), protagonizada por Emil Jannings, y “El espejo de la dicha” (1926) de G. W. Pabst, en la que actuó la joven actriz Greta Garbo, fueron aclamadas internacionalmente.
Durante la >guerra fría —que, sin duda, fue una operación multidimensional— los dos bandos contendientes utilizaron el cine como instrumento de propaganda política. La guerra fría cultural acompañó sistemáticamente a los despliegues militares, políticos y económicos y, dentro de ella, la producción cinematográfica fue objeto de sutiles o groseras manipulaciones.
Por esos años el cine de Hollywood estuvo hábilmente vigilado por los servicios de inteligencia norteamericanos para que emitiera mensajes subliminales en defensa de las formas de vida del mundo libre frente a los peligros de los regímenes autoritarios. Las agencias de información del gobierno sugerían temas para las películas. En los años 50 apareció una serie de cintas anticomunistas, como “The Red Nightmare”, “Invasion USA”, “The Red Menace”, “I was a Communist for the FBI”, “Red Planet Mars”, “My son John” y “Cita a la once”. Directores, productores y actores —como John Ford, Ward Bond, John Wayne, Merian Cooper y otros— jugaron un papel muy importante en las producciones cinematográficas estadounidenses de aquellos tiempos para la defensa de los patrones culturales de Occidente.
Sostiene la novelista y cineasta británico Frances Stonor Saunders, en su libro “La CIA y la guerra fría cultural” (2001), que la distribución internacional de la película “Animal Farm” (1945), basada en la obra del novelista inglés George Orwell, fue financiada por la Agencia Central de Inteligencia. En ella se narra alegóricamente que los animales de una granja promovieron una revolución contra los humanos que los tiranizaban; pero la república del “socialismo real” de los animales cayó rápidamente bajo el dominio de los cerdos y de sus implacables perros guardianes, que obligaron a los demás animales a realizar las tareas más viles en beneficio de los intereses de la clase dominante de los cerdos. Éstos, sin embargo, habían convencido a los animales de que trabajaban en beneficio de ellos y no de los dominadores. La fábula de Orwell, escrita bajo las impresiones que recibió durante su lucha en las filas republicanas de la guerra civil española, entraña una sarcástica condena contra la sociedad totalitaria y contra la traición de Stalin a la Revolución de Octubre.
La cineasta inglesa afirma que la Central Intelligence Agency (CIA) se valió también de la obra póstuma de Orwell, titulada “1984”, en la que el novelista inglés describía la pesadilla de los gobiernos tiránicos y de los Estados totalitarios, para convertirla en una película de intención política. Financiada por la Agencia, la corporación Rathvon rodó la película y la estrenó en 1956, con su potente mensaje anticomunista.
En el otro lado de la >cortina de hierro ocurrió lo mismo, aunque con mucho menor sutileza. El director Vsevolod Pudovkin se destacó en el <cartelismo cinematográfico soviético, que convirtió al cine en instrumento de adoctrinamiento y de propaganda política puesto que, como lo dijo Stalin, “es un medio sumamente importante de agitación de masas” que debe ser controlado.
Con el perfeccionamiento del technicolor y su sistema de tres colores, empleado por primera vez en 1935 en la película “La feria de las vanidades” de Rouben Mamoulian —adaptación de la novela de William Makepeace Thackeray—, comenzó la era del cine a color, que alcanzó su realización plena en la maravillosa obra de Víctor Fleming: “Lo que el viento se llevó” (1939). El blanco y negro fue superado y quedó para producir efectos especiales en películas como Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock o La última película (1971) de Peter Bogdanovich o para realizar ciertas películas artísticas, como “El hombre elefante” (1980) de David Lynch o “La ley de la calle” (1983) de Francis Ford Coppola.
De modo que, desde la perspectiva tecnológica, pueden distinguirse tres grandes etapas en el desarrollo de la cinematografía: el cine mudo, el cine sonoro y el cine a colores.
En la segunda posguerra se amplió el tamaño de la pantalla. La Twentieth Century Fox estrenó en 1953 el CinemaScope con la pantalla de formato panorámico en su película bíblica “La túnica sagrada”, de Henry Koster. Inmediatamente todos los estudios lanzaron sus sistemas panorámicos bajo los nombres de SuperScope, Technirama, Vistavisión, Todd-AO, Panavisión, de los cuales solamente los dos últimos sobrevivieron porque usaron una sola cámara, un solo proyector y película estándar de 35 mm.
El cine estereoscópico o tridimensional (3-D) se funda en los principios de la visión binocular explicados por Euclides en los tiempos de la vieja Grecia. El científico heleno demostró que el ojo izquierdo y el derecho tienen imágenes ligeramente diferentes del mismo objeto y que la fundición de ellas es la que produce en el cerebro la sensación de profundidad.
El 3-D, que tuvo una fugaz duración, apareció a comienzos de la década de los años 50. El sistema operaba mediante la filmación de la misma escena con dos cámaras y desde dos ángulos ligeramente diferentes. En el procesamiento de la película la una imagen era tratada con filtro rojo y la otra con azul. Al superponerlas formaban una sola imagen bicolor —llamada anaglyph, en inglés—, que se proyectaba sobre la pantalla. El espectador veía la película con gafas de dos colores —rojo y azul— y obtenía la impresión de relieve y profundidad. El lente izquierdo rojo impedía que el ojo izquierdo pudiera ver los perfiles de la imagen filtrada en rojo y el lente azul cumplía la función opuesta en el otro ojo. Entonces la imagen parecía “saltar” fuera de la pantalla.
En los años 50 se exhibieron numerosas películas en tercera dimensión, entre ellas: “The Mad Magician”, “Phantom of the Rue Morgue”, “It came from Outer Space”, “House of Wax”, “Bwana Devil”, “Hondo” y muchas otras.
Veremos después que a finales del 2009 apareció una nueva y sofisticada versión de la tecnología 3-D, denominada Real D, en la película “Avatar”, escrita y dirigida por James Cameron y producida por la 20th Century Fox.
Desde que aparecieron las primeras películas mudas el cine ha sido un medio para promocionar el arte, la música, la literatura, las ideas, la concepción del mundo, los estilos de vida, los valores y las costumbres de las sociedades, y, en algunos casos, arma política para promover una ideología o para respaldar un gobierno. Stalin solía decir que “el cine es un medio sumamente importante de agitación de masas” y por eso “es nuestro deber controlarlo”.
A través del cine, proyectado en la pantalla grande de las salas de exhibición o en la pequeña de los televisores, los norteamericanos y europeos desde hace décadas han difundido sus valores culturales y han inculcado una manera de ver la vida. El mayor rubro de exportación de Estados Unidos a finales del siglo XX no fueron sus manufacturas sino sus películas y programas de televisión. Juan Luis Cebrián, en su libro “La Red” (1998), trae cifras elocuentes sobre el predominio de los filmes estadounidenses. En Francia, donde la industria cinematográfica está enormemente protegida, el 70% de la taquilla corresponde a películas norteamericanas y en España el 90%. El predominio fílmico en la televisión es probablemente mayor y tiene obviamente un alcance mucho más amplio. Lo cual explica que la american way of life se haya extendido tanto.
En las últimas décadas la industria cinematográfica ha tenido que afrontar la competencia de la televisión —con el vídeo doméstico, la televisión por cable y la direct TV por satélite—, que ha disminuido el flujo de espectadores a las salas de cine. A través del vídeo doméstico las grandes superproducciones están disponibles para proyectarse en los televisores hogareños poco después de su exhibición inaugural en las salas de cine. La TV por cable, con canales temáticos de transmisión continua de películas, constituye otra amenaza comercial contra el cine. Y lo mismo puede decirse de la direct TV, que toma la señal directamente del satélite.
La televisión ha entrado a competir fuertemente con el cine en la proyección audiovisual. A través del vídeo ella está en capacidad registrar y reproducir por medios electrónicos, con absoluta nitidez, imágenes fijas o en movimiento y proyectarlas a todo color en la pantalla del televisor, acompañadas de los sonidos y voces respectivos. La diferencia está en que la televisión hace la grabación mediante un sistema electrónico y el cine por medios fotoquímicos. En el caso del vídeo, las técnicas de grabación y reproducción de las imágenes son similares a las del sonido: las señales eléctricas enviadas por una cámara de televisión se registran en una cinta magnética, donde quedan grabadas. Al ordenar su reproducción, esas señales se reconvierten en los impulsos eléctricos originales y pueden entonces ser transmitidos por medio de una antena emisora o por cable hacia los aparatos televisores, que vuelven a transformar las señales eléctricas en imágenes y sonido y los proyecta hacia los televidentes. A diferencia de las películas cinematográficas, las cintas de vídeo no requieren proceso de revelado, de modo que pueden ser reproducidas inmediatamente. Lo cual permite a la televisión repetir instantáneamente las imágenes, como suele hacer en las transmisiones deportivas —especialmente de boxeo, fútbol y tenis— para volver a ver los movimientos o las jugadas claves. Por tanto, el vídeo resulta mucho más versátil que el cinematógrafo.
Luego se desarrolló el videodisco —más barato y eficiente que la cinta magnética aunque sólo sirve para la reproducción de material pregrabado— que registra imágenes y sonidos para ser reproducidos en un televisor mediante un rayo láser.
El disco DVD —siglas de Digital Video Disc—, que representa la nueva generación en los sistemas de soporte de información mediante disco óptico, puede almacenar películas con una excelente calidad de la imagen y un sonido de altísima fidelidad. Tiene una capacidad de almacenamiento de hasta 8,5 Gb, lo que le permite unas cuatro horas de reproducción continua. Las películas en DVD vienen grabadas hasta en 8 idiomas distintos, de modo que el espectador puede escoger el que desee con sólo presionar un botón, y tienen subtítulos hasta en 32 idiomas. Se puede ver una misma escena desde distintos ángulos, de manera que los directores pueden añadir estas escenas sincronizadas a la película.
La televisión por cable y la direct TV, con sus numerosos canales temáticos en los que emiten continuamente películas de prestigio, así como la disponibilidad de vídeos domésticos con películas que están disponibles poco después de su debut en las salas de cine, son amenazas contra la cinematografía y su industria.
Las telenovelas —género literario de características truculentas, filmado para transmitirse por capítulos a través de la televisión—, han conquistado una enorme audiencia en detrimento del cine. Su estilo melodramático despierta la sensiblería de los telespectadores, especialmente de las amas de casa que constituyen la mayor parte de su audiencia.
Las telenovelas estadounidenses —“Falcon Crest”, “Dinastía”, “Dallas”, entre otras— son menos truculentas pero tienen mayor acción y aventura y encierran mucho más violencia y sexo explícito. Aunque sus episodios se prolongan en el tiempo no resultan tan “interminables” como las telenovelas latinoamericanas.
En España el género de las telenovelas ha acudido a argumentos centrados principalmente en conflictos conyugales, amores encendidos, odios irrevocables, infidelidades, traiciones, intrigas, chismes, ambiciones y trivialidades que se desenvuelven por capítulos diarios llamados a suscitar en los televidentes tensión ascendente e impaciencia por saber la solución del episodio siguiente. Se las suele denominar “culebrones” por su larga duración y su acentuado carácter melodramático que con frecuencia degenera en cursilería. Son los mismos el estilo y los temas de las telenovelas latinoamericanas, cuyo auge se produjo a partir de finales de la década de los 80, principalmente con las producciones brasileñas, mexicanas, argentinas, colombianas y venezolanas, que han alcanzado muy amplia audiencia no sólo en América Latina sino también en Europa y Asia. La mayor parte de ellas comprende entre 100 y 230 capítulos diarios de una hora cada uno. Lo cual significa varios meses de cautiverio para la teleaudiencia y muchos ingresos en publicidad para los canales de televisión. Entre las telenovelas más conocidas estaban: “Café con aroma de mujer”, “Los ricos también lloran”, “Esmeralda”, “Dulce ilusión”, “Alondra”, “Kassandra”, “Amores de fin de siglo”, “Corazón salvaje”, “La vida en el espejo”, “Ramona”, “La dama de rosa”, “Señora”, “Hija de nadie”, “Yo soy Betty, la fea” y muchísimas más.
De muy bajo valor literario, las telenovelas utilizan la técnica del relato dividido en entregas diarias para despertar el interés del espectador por el desenlace del episodio del día siguiente. Su lenguaje plano, la exigua sutileza de su trama y la pobre actuación de sus actores no son óbice para que ellas tengan éxito en un público demasiado fácil y acrítico. Por el horario en que se exhiben y los temas que abordan, están dirigidas hacia una teleaudiencia predominantemente femenina, asociada a cierta edad y a determinados niveles culturales que no son los más altos.
Frente a la acción expansiva de la televisión, la respuesta defensiva del cine ha sido volver más atractivo el espectáculo. Se aumentó el tamaño de la pantalla y el sonido se tornó estereofónico, o sea grabado simultáneamente desde dos o más puntos convenientemente distanciados para que al reproducirlo dé la sensación de relieve espacial. Vinieron el cinemascope, que es un procedimiento de filmación a través de un lente especial que estrecha la imagen lateralmente, a fin de ampliar el campo visual, pero que al proyectarla le devuelve sus proporciones normales, y el cinerama que es un sistema de proyección desde tres ángulos diferentes, con proyectores yuxtapuestos, sobre una pantalla muy ancha.
En los recientes años la informática y la robótica han penetrado en los predios de la cinematografía. Una de las primeras incursiones tuvo lugar en la película “Star Trek II, la ira del Khan”, realizada en 1982 por George Lucas, en la que no se utilizaron los trucos cinematográficos tradicionales sino procedimientos informáticos programados para crear imágenes fantásticas —misiles que chocan contra la Luna, meteoritos que cruzan el espacio; nubes, océanos y montañas artificialmente forjados por medios electrónicos— pero que no por eso estaban desprovistas de un prodigioso realismo.
Con la revolución electrónica se incorporó una nueva técnica a la producción cinematográfica, que no trata de fotografiar el mundo real ni de utilizar maquetas o modelos en miniatura para dar la impresión de que son de tamaño natural sino de crear por medios informáticos un mundo imaginario e incorporarlo a la proyección cinematográfica. Es una “realidad” forjada digitalmente que se combina con la “realidad real” de modo tal que resulta imposible distinguirlas. El agua real y el agua digital su confunden. Y lo mismo ocurre con los demás elementos y fenómenos de la naturaleza. Los efectos generados por los ordenadores son deslumbrantes.
En el lenguaje cinematográfico cineasta es una persona relevante como productor, director, actor, crítico o estudioso del cine; guion es el contenido de una película, o sea el desarrollo por escrito de las ideas de una película, el ordenamiento de las escenas y el establecimiento del ritmo de su consecución; fotografía es el elemento gráfico de la filmación; la acción de filmar una cinta es el rodaje, en el que se recogen “en bruto” las imágenes y el sonido, que son la “materia prima” de la película; montaje es la ordenación del material filmado para constituir la versión definitiva de una película y consiste en transformar en imágenes el contenido del guion: es la selección y el ensamblaje ordenado de las imágenes y el sonido —cortar, aumentar, insertar y articular imágenes— para dar unidad y continuidad a la película; reparto es la relación de los personajes de una obra cinematográfica y de los actores que los encarnan; doblaje es la acción de incorporar voces después de rodada y montada una película; director es quien dispone y conduce la representación de la obra y vigila la adecuación de la escena y la caracterización y movimiento de los actores en el curso de la filmación; actores y actrices son las personas que interpretan un papel en el cine; papel es el personaje de la obra representado por el actor o la actriz; productor es la empresa, persona o asociación de personas que se dedican a reunir los fondos para financiar la creación cinematográfica, atender todos sus componentes logísticos y llevarla a la explotación comercial; trucaje es la representación artificiosa, por medio de trucos, de lo que no existe en la realidad; efectos son los trucos o artificios con los cuales se logran determinadas impresiones; y taquilla o taquillaje es la recaudación obtenida por la venta de boletos de entrada en cada función de una película.
Es vieja la discusión entre los cineastas sobre si, al llevar a la pantalla una obra literaria, debe observarse en el guion la literalidad de ella, habida cuenta de que la literatura y el cine tienen sus propios y diferentes lenguajes. No siempre las letras pueden trasladarse textualmente a la pantalla. El tratamiento del tiempo y el acercamiento a los personajes son cosas complicadas, según ha podido verse con la adaptación al cine de obras clásicas de la literatura, como las de Homero, Joyce, Orwell, Eco y otros tantos autores en diferentes épocas. En el caso de las novelas —como se vio con “La ciudad y los perros” y “Pantaleón y las visitadoras” de Mario Vargas Llosa— no es fácil mantener el eje del relato. De ahí que los escritores generalmente quedan inconformes con la realización cinematográfica de sus libros.
Se han establecido festivales internacionales para galardonar a las mejores películas y a los mejores directores, actores y actrices. Los más importantes son los de Venecia, Berlín, San Sebastián, Cannes y el Foro Internacional del Cine Joven. El Festival Internacional de Cine de Venecia fue instituido por Benito Mussolini en 1932 como instrumento de propaganda del fascismo. En él se disputaba la Copa Mussolini. Como respuesta democrática se creó el festival de Cannes en 1938, que se convitió en el más famoso del mundo. En 1955 la presentación del cortometraje “Nuit et brouillard” (Noche y niebla) de Alain Resnais, acerca del campo de concentración de Auschwitz, produjo un incidente diplomático. En 1959 Truffaut ganó el premio al mejor director por Los cuatrocientos golpes. Entre las películas galardonadas con la Palma de Oro estuvieron: “La dolce vita” de Federico Fellini en 1960, “El gatopardo” de Luchino Visconti en 1963, “Blow-up” de Michelangelo Antonioni en 1967, “El mensajero” de Joseph Losey en 1971, “Taxi Driver” de Martin Scorsese en 1976, “París, Texas” de Wim Wenders en 1984, “Sexo, mentiras y cintas de vídeo” de Steven Soderbergh en 1989, “El piano” de Jane Champion en 1993, “Underground” de Emir Kusturica en 1995, “Secretos y mentiras” de Mike Leigh en 1996, “El sabor de la cereza” de Abbas Kiarostami en 1997, “La eternidad y un día” de Theo Angelopoulos en 1998, “Rosetta” de Luc y Jean-Pierre Dardenne en 1999.
El español Pedro Almodóvar ganó en 1999 en Cannes el premio al mejor director por su película “Todo sobre mi madre”. En medio de la ovación en el Gran Teatro Lumière, dedicó su triunfo a la democracia española: “Sin la democracia yo no podría haber creado ninguna de mis imágenes”, expresó.
El Festival Internacional de Cine de San Sebastián se celebra en el mes de septiembre de todos los años desde 1953 para discenir los premios Concha. En el Festival Internacional de Cine de Berlín, fundado en 1951 en el antiguo Berlín occidental, se conceden anualmente el Oso de Oro a la mejor película y el Oso de Plata a los mejores director, actor y actriz. En el primer tramo de la >guerra fría, hasta 1975, no podían participar en él películas de los países comunistas.
En 1971 se creó el Foro Internacional del Cine Joven para mostrar la producción cinematográfica alternativa, independiente y experimental (documentales etnográficos o históricos, películas artísticas o de cuestionamiento político y social), y en 1974, para contrarrestar el “materialismo” y la “sensualidad” de los festivales internacionales del cine y seleccionar las películas más valiosas a la luz de evangelio, se constituyeron la Organización Católica del Cine (OCIC) y la Interfilm de orientación protestante, que por medio de un jurado ecuménico escogen las cintas más acordes con los principios cristianos y que sirven mejor la necesidad de esperanza del ser humano.
Sin embargo, el premio mayor a la excelencia cinematográfica es el Oscar que concede la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood —en forma de una estatuilla de bronce bañada en oro— cada primavera en California a las películas más destacadas del año anterior y a los mejores directores, actores, actrices y técnicos cinematográficos.
La célebre estatuilla fue esculpida por George Stanley. Representa un hombre desnudo, con una espada vertical en sus manos, parado sobre un rollo de película. El origen de su nombre se atribuye a dos personas en el anecdotario cinematográfico: a la actriz Bette Davis, quien dijo que la figura se parecía a su esposo Harmon Óscar Nelson; o a la bibliotecaria de la Academia Margaret Herrick, quien en cambio encontró un parecido con Óscar Pierce.
La primera entrega de los premios Oscar se realizó el 16 de mayo de 1929 a la famosa película “Wings” en un banquete celebrado en el salón Blossom del Hotel Hollywood Roosevelt de Los Ángeles con la asistencia de 250 personas, del que quedó excluida la prensa.
El Oscar tiene varias categorías: película, dirección, actor principal, actriz principal, actor de reparto, actriz de reparto, diseño de producción, dirección de arte, cinematografía, vestuario, documental largo metraje y cortometraje, edición, película en lengua extranjera, película animada, maquillaje, partitura, música, sonido, efectos visuales, guion original y guion adaptado.
En la primavera del 2001 la película norteamericana “Gladiador” dirigida por Ridley Scott ganó el Oscar, en lo que según la crítica fue el retorno triunfal del género épico a Hollywood. En segundo lugar quedaron “Traffic”, dirigida por Steven Soderbergh —quien obtuvo el premio al mejor director—, y “Crouching Tiger, Hidden Dragon”, del cineasta de Hong Kong Ang Lee, considerada la mejor película extranjera.
En el año 2002, durante la 74ª entrega de los óscares, fue premiada como la mejor película “A beautiful mind”, del director Ron Howard, quien ganó también la estatuilla por su dirección. En segundo lugar quedó “El señor de los anillos”. En esa jornada hubo factores extra-cinematográficos que se atravesaron en las decisiones de la Academia de Hollywood. Me refiero a las cuestiones raciales. La entrega de los óscares a Denzel Washington y Halle Berry, como el mejor actor y la mejor actriz protagónicos, se ajustó sin duda a una decisión política en favor de dos personas afro-norteamericanas, a despecho de la crítica especializada que apuntaba a Russell Crowe y a Sissy Spacek para estos premios. Berry se convirtió en la primera actriz negra en ganar un Oscar y Washington fue el segundo actor en obtenerlo desde 1939, en que fue galardonado el actor negro Sydney Poitier.
Basada en la composición musical de Bob Fosse y conducida por el novel director Rob Marshall, el filme del género musical “Chicago”, que versa sobre dos cantantes asesinas que se convierten en celebridades en la cárcel para promocionar sus carreras, ganó el premio a la mejor película en el 2003.
En marzo del 2004 obtuvo el Oscar “The Lord of Rings: the Return of the King”, filme de fantasía épica dirigido por el neozelandés Peter Jackson, adaptación al cine del primer volumen de la obra del escritor inglés, nacido en Sudáfrica, John Ronald Reuel Tolkien, publicada en 1954 en lengua inglesa.
El año siguiente alcanzó el premio la película “Million Dollar Baby”, dirigida por Clint Eastwood, que se inspira en los relatos escritos por un entrenador de boxeo y que gira en torno a una empecinada treintañera que quiere ser boxeadora y que protagoniza una historia de coraje, derrota y amargura en el gimnasio de barrio.
La cinta norteamericana “Crash”, dirigida por Paul Haggis, que entreteje dramáticas historias de prejuicios raciales, fue galardonada en el 2006 como la mejor película por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, en la edición 78ª de los óscares.
En la edición del 2007, la película “The Departed” —una trama sobre la corrupción de la policía y la mafia en las calles de Boston—, dirigida por el cineasta norteamericano de ascendencia italiana Martin Scorsese, fue la ganadora del Oscar en la categoría de la mejor película del año.
En esa misma jornada, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood galardonó con el Oscar como el mejor documental a “Una Verdad Incómoda” (An Inconvenient Truth), la dramática denuncia sobre el cambio climático y sus responsables formulada por el exvicepresidente estadounidense Al Gore, llevada a la pantalla en el 2006 bajo la dirección de Davis Guggenheim. En el mismo año, Al Gore obtuvo los premios Nobel de la Paz y Príncipe de Asturias en cooperación internacional por su activismo ecológico.
La cinta “Sin lugar para los débiles” (No Country for Old Men), dirigida por los hermanos Joel y Ethan Coen, ganó el Oscar a la mejor película en el año 2008 —edición número 80 de Hollywood— y también al mejor director, al mejor actor secundario y al mejor guion adaptado. La película se basa en la novela “No Country for Old Men” (2005) del escritor norteamericano Cormac McCarthy.
En la edición número 81 del premio, el filme británico “Slumdog Millionaire”, rodado en la India, con guion creativo e impactante, con intérpretes originarios del lugar, ganó los óscares a la mejor película, al mejor director —Danny Boyle—, al mejor guión adaptado, a la mejor banda sonora, a la mejor fotografía, a la mejor edición y a la mejor canción original.
En el año 2010, la película “The Hurt Locker”, dirigida por Kathryn Bigelow —la primera mujer en ganar el trofeo a la mejor dirección—, fue acreedora al Oscar a la mejor película, la mejor dirección, el mejor guión original, mejor montaje, mejor mezcla de sonido y mejor edición de sonido. La película narra el intenso día de un comando especializado en desactivación de explosivos durante la guerra de Irak. El costo de su producción, que no llegó a diez millones de euros, fue uno de los más baratos de la historia, y la película, paradógicamente, una de las de más baja recaudación.
“Avatar”, de James Cameron, obtuvo solamente tres galardones: mejor dirección artística, mejor fotografía y mejores efectos especiales.
El filme argentino “El Secreto de tus Ojos”, basado en la novela “La pregunta de tus ojos” de Eduardo Sacheri, fue considerado la mejor película extranjera.
La cinta inglesa “The King’s Speech”, dirigida por Tom Hooper, alcanzó el Oscar a la mejor película, la mejor dirección, el mejor actor y el mejor guión original en el 2011. Fue un gran triunfo del cine clásico británico. La película representó el drama histórico de Alberto, Duque de York, que se convirtió inesperadamente en el rey Jorge VI de Inglaterra el 12 de mayo de 1936 a raíz de la muerte de su padre —Jorge V— y de la abdicación de su hermano Eduardo, quien renunció al trono y a todos los títulos reales para casarse con una norteamericana divorciada.
Lo dramático fue que Alberto era tartamudo y sufría de pánico para hablar en público. En esos años la radio era el medio de comunicación masiva. El actor Colin Firth interpretó al hombre que luchó contra su tartamudez, que se esforzó por vencer sus dificultades de comunicación para afrontar sus responsabilidades históricas y que terminó por pronunciar el 3 de septiembre de 1939 el más importante discurso de un monarca inglés al declarar la guerra a Alemania y convocar al pueblo británico a la unidad y a la lucha en ese dramático momento de la historia. Alemania había ocupado Austria —en cumplimiento del viejo sueño de Hitler— e invadido Polonia a vista y paciencia de la comunidad internacional paralizada de miedo ante el poderío militar nazi y se preparaba para dominar Europa. Eran los inicios de la Segunda Guerra Mundial.
Los nazis se habían burlado de él. Lo llamaban el “rey tartamudo”. Pero su esposa contrató un excéntrico logopeda australiano para ayudar al monarca a vencer sus dificultades de pronunciación y superar el pánico de hablar en público.
Aquel discurso se convirtió en la película ganadora del Oscar.
El 2012, en la 84ª edición del premio, la película francesa muda y en blanco y negro “The Artist”, escrita y dirigida por Michel Hazanavicius —primer realizador galo en alcanzar la estatuilla de la Academia de Hollywood al mejor director—, se llevó el Oscar 2011 a la mejor película. Su trama se desarrolla en Hollywood, 1927. Es una dramática historia de destinos cruzados. George Valentin, en su apogeo como figura sobresaliente del cine mudo, entrega un pequeñísimo y secundario papel a Peppy Miller, una joven y guapa bailarina que empieza a dar sus primeros pasos en el trabajo cinematográfico. El arrogante Valentín tiene el mundo a sus pies. Pero no demora en presentir que su carrera va a quedar sepultada por el advenimiento del cine sonoro. En ese momento la inocente y apasionada muchacha —que hace un balance perfecto con la sofisticación y carisma de Valentin— empieza a surgir como una brillante estrella del cine sonoro y a conquistar una gran fama en Hollywood. Él, envuelto en la nostalgia, siente que entra a su crepúsculo y ella está en el alba de su gloria cinematográfica. Pero entre ellos había surgido una irrefrenable atracción mutua.
Fue una osadía, a esas alturas del siglo XXI, llevar a la gran pantalla una película muda —silente, en realidad— y en blanco y negro y someterla al veredicto de la Academia. Eso no había ocurrido desde 1929, en que ganó el Oscar la producción muda “Wings”.
En la ceremonia de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, celebrada el 24 de febrero del 2013 en el Teatro Dolby de Los Ángeles, la película de suspenso norteamericana “Argo” ganó el Oscar del 2012. Dirigida y protagonizada por Ben Affleck, es una dramatización de la histórica operación de rescate de los seis diplomáticos norteamericanos refugiados en la embajada de Canadá en Teherán, que lograron escapar del asalto y toma de la sede diplomática norteamericana en la misma ciudad el 4 de noviembre de 1979 por alrededor de quinientos exaltados estudiantes islámicos en represalia por la admisión en territorio norteamericano del derrocado y fugitivo gobernante iraní sha Muhammad Reza Pahlavi. La exitosa operación de rescate —durante la denominana crisis de los rehenes en Irán, en que las relaciones políticas y diplomáticas entre Estados Unidos e Irán se tornaron críticas— fue realizada, bajo el gobierno de Jimmy Carter, por la Central Intelligence Agency (CIA) y dirigida por su agente Tony Méndez.
En el año siguiente el Oscar fue adjudicado, por la amplia mayoría de los seis mil miembros de la Academia de Hollywood, a la película “12 years a slave” (12 años de esclavitud) que narra épicamente la vida de Solomon Northup, un mulato africano-descendiente nacido libre en Nueva York, que fue secuestrado en 1841 y vendido como esclavo en el sur de Estados Unidos y sufrió a lo largo de doce años, hasta su liberación, toda clase de actos de barbarie del propietario de la plantación de Louisiana en la que trabajaba.
La cinta británico-estadounidense, fundamentada en la autobiografía de Northup, fue dirigida por Steve McQueen. Ella se estrenó en el Telluride Film Festival el 30 de agosto del 2013 y su debut en los cines estadounidenses fue el 18 de octubre de ese año.
En la 87ª edición, celebrada el 22 de febrero del 2015, el Oscar a la mejor película fue asignado a “Birdman”, escrita y dirigida por el mexicano Alejandro González Iñárritu, quien además ganó el premio al mejor director y lo volvió a ganar el año siguiente con “The Revenant”.
El 9 de febrero del 2016, en medio de la sorpresa general, la cinta norteamericana “Spotlight”, dirigida por Thomas McCarthy, conquistó la 88ª edición del Oscar a la mejor película del año. Su guion —escrito por Thomas McCarthy y Josh Singer— se fundamentó en las investigaciones periodísticas de cuatro reporteros del diario “The Boston Globe” —Michael Rezendes, Sacha Pfeiffer, Matt Carroll y el editor Walter Robinson— sobre los abusos sexuales de los curas paidófilos en la ciudad de Boston, que destaparon los escándalos homosexuales mundialmente conocidos de los 249 sacerdotes de la arquidiócesis de aquella ciudad norteamericana.
Esas investigaciones, iniciadas en el 2002 por los cuatro periodistas del mencionado diario norteamericano, partieron de las leves sospechas que recaían sobre el cura John Geoghan y terminaron en el fenomenal escándalo de los 249 sacerdotes dedicados a abusar sexualmente de los niños.
En una conferencia de prensa celebrada con ocasión del premio, McCarthy relató a la prensa la forma cómo estructuró el guión de la película. Dijo que investigó el tema a profundidad, rastreó archivos, contrastó testimonios, luchó contra el ostracismo de la Iglesia y entrevistó a víctimas, abogados, curas y jueces para descubrir la verdad acerca de los abusos de miembros del clero contra sus pequeños fieles. Relató que conoció una carta dirigida por la madre de una de las víctimas a un sacerdote, en la que decía: “Querría seguir siendo católica pero habéis violado a siete de mis hijos. ¡¡Ayudadme!”. Y McCarthy se quejó de que, frente a todo esto, desde el Vaticano “sólo llega silencio”. Y, en realidad, la Iglesia protegió a los sacerdotes acusados y guardó sepulcral silencio sobre sus crímenes. Ninguno de los casos salió a la luz. Sus autores fueron simplemente reubicados una y otra vez por las autoridades eclesiásticas, quienes además presionaron fuertemente a “The Boston Globe” y a los autores de la película para que no hicieran públicos los resultados de sus investigaciones.
Pero, venciendo toda suerte de presiones, las investigaciones fueron llevadas al cine e, interpretando los movimientos y la insaciable curiosidad de los reporteros, los actores de la película reprodujeron cinematográficamente la dolorosa y repugnante tragedia social.
Así nació el premio Oscar 2016 para la película norteamericana “Spotlight”, que ganó también el trofeo al mejor guion original.
Algunas de las películas más notables por la profundidad del tratamiento del tema y por su calidad artística fueron en 1994 la rusa “Burnt in the Sun” de N. Mikhailov y la norteamericana “Pulp Fiction” de Quentin Tarantino, en 1995 la yugoeslava “Before the Rain” de Milcho Manchevsky y la estadounidense “Before Sunrise” de Richard Linklater, en el mismo año la inglesa “Ladybird, Laydybird” de Ken Loach, en 1997 la norteamericana “Titanic” de James Cameron, que ganó once óscares, y en el 2002 la norteamericana “Una mente brillante” (A beautiful mind), del director Ron Howard, que ganó el Oscar a la mejor película, en cerrada competencia con “El Señor de los Anillos” dirigida por el neozelandés Peter Jackson, adaptación cinematográfica de la novela fantástica titulada “Lord of the Rings” de John Ronald Reuel Tolkien.
El cineasta norteamericano Michael Moore produjo en 2004 la controvertida película “Fahrenheit 9/11″ en la cual desarrolló el tema de los brutales atentados el 11 de septiembre del 2001 contra las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York y el Pentágono de Washington, la invasión militar norteamericana a Irak en el 2003 y la relación existente entre la familia del entonces presidente de Estados Unidos George W. Bush, quien dispuso la invasión, y la familia saudí del terrorista islámico Ossama Bin Laden, autor intelectual de los atentados, relación que se extendió a lo largo de más de treinta años. Para poner nombre a su película Moore combinó ingeniosamente el título del libro del escritor Ray Bradbury —Fahrenheit 451— con la fecha de las acciones terroristas: 9/11. El libro de Bradbury, a su vez, usó la palabra “fahrenheit”, tan conocida en el mundo de la física, que señala la temperatura a la que arde el papel, con el propósito de sugerir la temperatura a la que se quema la libertad. El documental menciona la evacuación desde Estados Unidos de miembros de la familia del terrorista e insinúa que las invasiones a Afganistán (2001) y a Irak (2003) se debieron menos al interés de liberar al pueblo iraquí de las garras del sangriento opresor Saddam Hussein que a las conveniencias económicas de la compañías petroleras norteamericanas. La película obtuvo la Palma de Oro en el festival de Cannes en el 2004.
Según una encuesta realizada en agosto del 2002 por el Instituto Británico del Cine entre ciento cuarenta y cuatro cineastas de diversos países, la mejor película de la historia fue “Ciudadano Kane” del estadounidense Orson Welles. La película, que narra la historia de un magnate periodístico de Estados Unidos, fue rodada en 1941 y cambió la forma en que se hacían las películas hasta entonces.
Sin embargo, rara vez coinciden los óscares con el éxito comercial de las películas. Las percepciones de las elites cinematográficas sobre la calidad de ellas son diferentes de las de la masa que copa las salas de cine. Hasta el año 2013 las quince películas más taquilleras de la historia del cine fueron:
1) Avatar, 2009, con una recaudación de $ 2.782 millones.
2) Titanic, 1997, con una recaudación de $ 2.185 millones.
3) The Avengers, 2012: $ 1.512 millones.
4) Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte 2, 2011: $ 1.328 millones.
5) Iron Man, 2013: 1.213 millones.
6) Transformers: el lado oscuro de las luna, 2011: $ 1.124 millones.
7) El Señor de los Anillos: el retorno del Rey, 2003: $ 1.120 millones.
8) Skyfall, 2012: $ 1.108 millones.
9) The Dark Night, 2012: $ 1.081 millones.
10) Pirates of the Carribbean: dead Man’s Chest, 2006: $ 1.066 millones.
11) Toy Story 3, 2010: $ 1.063 millones.
12) Pirates of the Caribbean: on stranger tides, 2011: $ 1.044 millones.
13) Parque Jurásico, 1993: $ 1.029 millones.
14) Star Wars: episode 1-The Phantom Menace, 1999: $ 1.027 millones.
15) Alicia en el País de las Maravillas, 2010: $ 1.024 millones.
Las quince películas con mayores recaudaciones en el año 2015 fueron:
1) Stars Wars: Episode VII – The Foce Awakens: $ 2.068 millones.
2) Jurassic World: $ 1.670 millones.
3) Furious: $ 1.516 millones.
4) Avengers: Age of Ultron: $ 1.405 millones.
5) Minions: $ 1.159 millones.
6) Spectre: $ 880 millones.
7) Inside Out: $ 856 millones.
8) Misión Imposible-Nación Secreta: $ 682 millones.
9) Los juegos del hambre: sinsajo, parte 2: $ 653 millones.
10) The Martian: 630 millones.
11) Cincuenta sombras de Grey: $ 571 millones.
12) La Cenicienta: $ 542 millones.
13) El Renacido: $ 532 millones.
14) Ant Man: $ 519 milones.
15) San Andreas: $ 473 millones.
Las cinco películas con mayores redaudaciones en el año 2020 fueron: “The Eight Hundred”, “Bad Bous for Life”, “My People, My Homeland”, “Tenet” y “Kimetsu no Yaiba: Mugen Resshahen”
La película surcoreana “Parásitos” — de drama y suspenso, dirigida por Bong Joon-ho — fue estrenada el 21 de mayo del 2019 en el Festival de Cannes, donde ganó la “Palma de Oro”, y en el año 2020 recorrió el mundo en las salas de cine y en internet, con muy altos índices de recaudación monetaria.
A comienzos de este siglo se descubrieron bandas organizadas de piratas virtuales que grababan clandestinamente largometrajes recién estrenados o antes de su estreno y los colocaban en internet para que millones de usuarios bajaran copias de ellos desde los top sites, previo el pago de las respectivas tarifas virtuales. Estos uploaders piráticos colocaron en la red las películas de estreno con mayor prestigio —”Ágora” de Alejandro Amenábar, “Planeta 51″ dirigida por Javier Abad, “Pagafantas” por Borja Cobeaga y muchos otros estrenos del 2009— y vendieron sus copias por la vía virtual a los usuarios de internet, con ingentes ingresos para ellos.
La piratería electrónica grababa las películas ocultamente antes de su estreno o durante sus primeras exhibiciones en las salas comerciales para colocarlas luego en internet, de donde los usuarios podían obtener, previo pago on line, copias de ellas desde cualquier lugar del planeta.
Sin embargo, la acción tuvo defensores alrededor del mundo que argumentaron que esa era una vía legítima de “acceso libre a la cultura”.
1. El cinematógrafo. El antecedente remoto del cinematógrafo fue la denominada linterna mágica construida en 1640 para proyectar figuras mediante un lente convexo y una fuente intensa de iluminación. A lo largo del siglo XIX hubo muchos aparatos y juguetes precursores del cinematógrafo, hasta el punto que se sostiene que la invención de éste no debe atribuirse a alguien en particular sino a la serie de inventos sucesivos de diferentes personas que culminaron en la famosa noche de insomnio de Louis Lumière, en que creó el cinematógrafo. Todos esos aparatos —el taumatropo, el fenaquistoscopio, el zootropo, el praxinoscopio, el stroboscopio y otros— generaron la ilusión de movimiento bajo el principio de la denominada “persistencia retiniana”, que hace que el ojo humano, ante una lámpara que se enciende y se apaga 16 veces por segundo, mire destellos luminosos alternados con oscuridad; pero si la velocidad aumenta a 30 veces por segundo lo que mira es una luz continua, ya que es incapaz de distinguir los destellos lumínicos de elevada frecuencia.
El cinematógrafo fue inventado en Francia por los hermanos Louis y Auguste Lumière en 1894. Operaba con una manivela a una velocidad de 16 imágenes por segundo y con él proyectaron en público el 28 de diciembre de 1895 en el Salon Indien de París su película “L’arrivée du train en gare de la Ciotat”, que fue el primer filme de la historia. Esa fecha marca el nacimiento del cine, que se convirtió en el arte emblemático y en el espectáculo de masas del siglo XX. Los hermanos Lumière produjeron después con gran éxito una serie de cortometrajes de género documental, en los que mostraban diversos elementos en movimiento: obreros que salían de una fábrica, olas que se rompían contra la playa, un jardinero que regaba el césped y otras figuras dinámicas. En 1896 el ilusionista francés Georges Méliés descubrió que el cine no sólo servía para grabar la realidad sino también para forjarla mediante trucajes con la cámara: desaparición de objetos, superposición de imágenes, exposiciones dobles, fundidos y disoluciones, uso de maquetas y despliegue de fantasías. El trucaje le servía para representar lo que no existía en la realidad. En su estudio de las afueras de París rodó el primer cortometraje: “L’affaire Dreyfuss” (1899) y filmó después “Cendrillas” (1900) y sus ingeniosas fantasías “Viaje a la Luna” (1902) y “Alucinaciones del barón de Munchhausen”. Durante la Exposición Universal de París en 1900 se realizaron espectaculares proyecciones de películas de 75 milímetros de ancho en pantalla grande. En 1903 Edwin S. Porter produjo la primera película norteamericana de ficción titulada “Asalto y robo de un tren”, de 8 minutos de duración, que ejerció una gran influencia en el desarrollo del cine porque incluyó innovaciones importantes como el montaje de escenas filmadas en diferentes momentos y lugares sin romper la unidad narrativa. Porter fue el inventor del montaje, o sea del proceso de ensamblaje de fragmentos filmados en diferentes momentos y seleccionados para reunirlos en una sola unidad, que devino en uno de los fundamentos de la creación cinematográfica posterior.
2. El cine francés. En Francia la industria cinematográfica, recluida en pequeños estudios durante la primera posguerra, produjo películas silentes muy importantes en vísperas del advenimiento del cine sonoro —por ejemplo: “Un sombrero de paja en Italia” (1927) de René Clair, imaginativa comedia extraída de una farsa popular del siglo XIX, o “Napoleón” (1927) de Gance, innovadora cinta en cuanto a la técnica ya que usaba tres pantallas sobre las que se proyectaban varias imágenes simultáneas— gracias al grupo de creadores formado por el escritor y director de cine Louis Delluc, del que formaron parte Abel Gance, René Clair, Jean Epstein y Germaine Dulac.
En la década de los años 30 el cine francés alcanzó uno de sus mejores momentos con el realismo poético de Marcel Carné y con las películas de Jean Renoir. Jean Vigo infundió a la imagen una enorme fuerza poética. Recordemos “Cero en conducta” (1933) o “L’Atalante” (1934). En los años siguientes, a pesar de todas las dificultades de la guerra, la actividad creadora no cesó y Marcel Carné pudo realizar la obra maestra “Les enfants du paradis” (1945) durante la ocupación nazi.
En la Francia de la posguerra Louis Delluc promovió el impresionismo cinematográfico como una corriente de vanguardia que impulsaron L’Herbier, Dulac y Epstein. Después vinieron productores que, en nombre de la nouvelle vague, incorporaron elementos innovadores al cine francés. Una muestra de este nuevo estilo fueron “À bout de souffle” (1959) de Godard y las películas de Truffaut, Camus, Chabrol y Rohmer.
Más preocupada por la dimensión estética que por el éxito comercial, la industria cinematográfica francesa realizó notables películas de cine artístico en las décadas de los años 50 y 60. Jacques Tati recreó la pantomima ligera con “Las vacaciones de Monsieur Hulot” (1953) y “Mi tío” (1958). Los directores de la nouvelle vague, inspirados en el “Diario de un cura de campaña” (1950) de Robert Bresson, escogieron temas intimistas, con base en una fotografía sencilla y un tono teatral, con muy bajos presupuestos de producción. François Truffaut, Jean-Luc Godard y Alain Resnais fueron los primeros exponentes de esta tendencia psicológica introspectiva. Truffaut produjo películas realistas, entre otras, “Los cuatrocientos golpes” (1959), “El amor a los veinte años” (1962), “Besos robados” (1968), “Domicilio conyugal” (1970) y “El amor en fuga” (1978), en las que desbordó la libertad restringida de la sociedad de su tiempo. Este director hizo también películas al margen de la nouvelle vague, como “Farenheit 451″ (1966) y “El pequeño salvaje” (1970). Las películas de Resnais —entre ellas, “El año pasado en Marienbad” (1961)— fueron admirables muestras del cine introspectivo francés.
Jean-Luc Godard se dedicó principal pero no únicamente a hacer cine de corte autobiográfico, igualmente intimista, como “Vivir su vida” (1962), y comedias de tipo sexual, al estilo de “Masculin-féminin” (1966). Después de su película “Week-end” (1967), que entrañó un análisis sobre la sociedad contemporánea, sus películas asumieron un tinte político y se tornaron menos comprensibles para el gran público, como fue el caso de “Todo va bien” (1972) y de otras de sus producciones.
A pesar de que no alcanzaron el alto tono emotivo ni el prestigio de las obras de la nouvelle vague, algunas de las recientes películas francesas —como “Los visitantes” (1992) de Jean Marie Poiré o “Cyrano de Bergerac” de Jean-Paul Rappeneau, en la que brilló el actor Gérard Depardieu— han tenido importantes éxitos artísticos e incluso buenos resultados de taquilla ayudados por los altos presupuestos de publicidad.
Entre los buenos directores franceses contemporáneos está Robert Guédiguian, que saltó a la fama en 1997 con su película “Marius y Jeannette”. Nacido en Marsella, de militancia comunista, Guédiguian empezó a trabajar en cine a comienzos de los años 80, según explicó, como “una manera de dar salida a las inquietudes políticas que tuve desde joven”. Ha rodado una decena de películas, entre ellas “Dernier été” (1980), “Rouge midi” (1983), “Ki lo sa?” (1985), “Dieu vomit les tièdes” (1989), “L’argent fait le bonheur” (1993) “À la vie, à la mort!” (1995), “À l’ attaque” (2000) y “La ville est tranquille” (2000).
Dominik Moll dirigió dos largometrajes importantes: “Una relación privada” (2000) y “Harry, un amigo que os quiere” (2000). En esta última, el catalán Sergi López, en su representación del papel de psicópata, ganó en Barcelona el premio al mejor actor europeo del año 2000.
En el 2001 el gobierno francés, por medio de los ministerios de cultura y educación, introdujo el cine como asignatura de estudio en los liceos y colegios como parte de la formación cultural y artística de los estudiantes. Para su estudio escogió, entre otras películas, “Los cuatrocientos golpes” de Truffaut, “¿Dónde está la casa de mi amigo?” de Abbas Kiarostami, “Los contrabandistas de Moonfleet” de Fritz Lang y otras películas y cortometrajes científicos y de animación.
3. El cine inglés. Surgió con Lindsay Anderson, Karel Reisz y Tony Richardson. Fue el llamado free cinema que se inscribió dentro de la estética cuestionadora de esos años contra el conservadorismo y el >puritanismo de la sociedad británica.
La característica de la producción inglesa en las décadas de los años 30 y 40 fue el documentalismo, que en Inglaterra formó una verdadera escuela con las célebres producciones documentales del director Carol Reed —con obras como “Larga es la noche” (1946)— y las de John Grierson. En esos años se rodaron “Song of Ceylon”, “Housing problems” y “Night Mail, con las que el género documental, en un estilo que bien pudiera considerarse precursor de las actuales creaciones dramatizadas de la televisión, creó relaciones más cercanas con el público.
A partir de los años 60 el cine británico adoptó un estilo realista, como puede verse en “Un lugar en la cumbre” (1959) de Jack Clayton, “Un sabor a miel” (1961) de Tony Richardson o Sábado noche, domingo mañana (1960) de Karel Reisz. Surgieron actores de gran nivel: Julie Christie, Albert Finney, Glenda Jackson, Richard Harris, Peter O›Toole, Alec Guinness y Vanessa Redgrave. Los Beatles protagonizaron por esos años dos películas: “¡Qué noche la de aquel día!” (1964) y “Help!” (1965), ambas de Richard Lester. El director inglés John Schlesinger rodó en Nueva York el filme “Cowboy de medianoche” (1969), sobre el tema de la decadencia del “sueño americano”.
La industria cinematográfica inglesa sufrió un duro golpe cuando el gobierno conservador de Margaret Thatcher en los años 80 le retiró el apoyo financiero que recibía a través de la NFFC y la Eady Fund. A partir de ese momento sus éxitos fueron muy esporádicos. Los principales filmes producidos en esa década fueron “Mi hermosa lavandería” (1985), “Caravaggio” (1986), “Ábrete de orejas” (1987), “Sammy y Rosie se lo montan” (1987), “Voces distintas” (1988) y “Grandes ambiciones” (1988).
En los años 90 se destacaron: “Cuatro bodas y un funeral” (1994) de Mike Newell, “Los amigos de Peter” (1992) dirigida por Kenneth Branagh, “Tumba abierta” (1994) de Danny Boyle y “Tierra y Libertad” (1995) de Ken Loach, que versa sobre la guerra civil española. Los directores de cine que en esos años alcanzaron renombre internacional fueron David Lean, John Boorman, Alan Parker, Nicholas Roeg y Ridley Scott.
4. El cine estadounidense. El cine mudo norteamericano empezó en los albores del siglo XX y pronto alcanzó una gran expansión económica y artística. El más influyente cineasta norteamericano del período silente fue D. W. Griffith, quien desde 1908 trabajó en los estudios Biograph de Nueva York. Uno de sus méritos fue acercar la cámara a los actores y ampliar descomunalmente el tamaño de la imagen en la pantalla para dar un mayor impacto emocional al público. Dio al cine un ritmo hasta entonces desconocido. Hizo del montaje la fase más importante de la obra filmica. En 1913 produjo la primera de sus obras épicas: “Judit de Betulia”, cinta precursora de los largometrajes.
En 1916 Griffith realizó “Intolerancia”, formidable película en cuyo montaje se ensamblaron fragmentos de las cuatro historias que ella reunía: La caída de Babilonia, Vida y Pasión de Cristo, La matanza de san Bartolomé y La madre y la ley.
Con Griffith, Charlie Claplin y los dos actores más famosos del momento: Douglas Fairbanks y Mary Pickford, se inició la época de oro del cine mudo en Estados Unidos.
Hollywood, una pequeña ciudad del noroeste de Estados Unidos, se convirtió en el centro mundial del cine, en donde se establecieron los más importantes estudios, se perfeccionaron las técnicas de filmación y ganaron fama los actores. El primer estudio cinematográfico fue fundado por la compañía Centaur Film en 1911 y después siguieron otros. Hollywood se convirtió en el nombre emblemático de la cinematografía norteamericana. Sus películas dominaron el mercado mundial. El star system floreció con las grandes glorias de la pantalla de aquella época: Rodolfo Valentino, Greta Garbo, Clara Bow, Norma Shearer, Lilian Gish, Gloria Swanson, John Barrymore, Lon Chaney, Douglas Fairbanks, John Gilbert, Mary Pickford, Mae West. Por esos años las películas norteamericanas se caracterizaban por una magnífica suavidad de estilo y una gran maestría narrativa bajo la conducción de notables directores como Frank Capra o George Stevens.
La era de la cinematografía silente terminó en 1927 cuando la productora Warner Brothers presentó su película “El cantor de jazz”, de Alan Crosland, producida con el primer sistema sonoro denominado vitaphone. El éxito fue sorprendente. Hacia 1931 el vitaphone fue superado por el movietone, inventado por Lee de Forest, que grababa el sonido directamente en una banda lateral de la película.
El cine sonoro se extendió por el mundo. Las primeras películas habladas se filmaron con un micrófono fijo pero después se inventó el doblaje, que permitió la manipulación del sonido y de la música luego de rodada y montada la película.
Las cintas de gangsters y las comedias musicales dominaron la pantalla a comienzos de los años 30, entre otras, con “Hampa dorada” (1930) de Mervyn Le Roy, “Scarface, el terror del hampa” (1932) de Howard Hawks, “El enemigo público número 1″ (1934) de W. S. Van Dyke, “La calle 42″ (1933) de Lloyd Bacon y Busby Berkeley, “Sombrero de copa” (1935) de Mark Sandrich y “Swing time” (1936) de George Stevens.
En el género cómico, W. C. Fields, los hermanos Marx, Mae West y Stan Laurel y Oliver Hardy (que encarnaban los personajes el “gordo” y el “flaco”) protagonizaron películas jocosas para regocijo de la gente.
Dentro del género fantástico apareció una serie de películas de terror, entre las que puedo citar a “Drácula” (1931) de Tod Browning, “El doctor Frankenstein” (1931) de James Whale, “La momia” (1932) de Karl Freund, “King Kong” (1933) de Merian C. Cooper y “El mago de Oz” (1939) de Víctor Fleming.
Luego vino la tendencia de llevar a la pantalla novelas románticas, como ocurrió con las superproducciones “Historia de dos ciudades” (1935) de Jack Conway, “La buena tierra” (1937) de Sidney Franklin, “Cumbres borrascosas” (1939) de William Wyler y “Lo que el viento se llevó” (1939) de Victor Fleming, que fue uno de los hitos luminosos de la historia del cine.
Eran los tiempos en que los directores se preocupaban mucho del lucimiento de sus actores y actrices —Katharine Hepburn, Bette Davis, Humphrey Bogart, Joan Crawford o Clark Gable— a través de su actuación en novelas de éxito.
Por esa época aparecieron también las películas “Vive como quieras” (1938) de Frank Capra, “Historias de Filadelfia” (1940) de Cukor, la “western” épica titulada “La diligencia” (1939) de John Ford, “Ciudadano Kane” (1941) y “El cuarto mandamiento” (1942) de Orson Welles —el cineasta norteamericano que ejerció una profunda influencia en la cinematografía de su tiempo—, “La ventana indiscreta” (1954) de Alfred Hitchcock y las películas de Von Stroheim.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, se produjo en Hollywood una eclosión en la producción cinematográfica con películas de los más diversos estilos y temas, protagonizadas por actores que se convirtieron en ídolos de la juventud mundial, como Clark Gable, Errol Flynd, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Humphrey Bogart, Jean Gabin, Edward Robinson, Claudette Colbert, Olivia de Havilland, John Wayne y muchos otros. Hubo también actores contestatarios, que rompieron los esquemas de comportamiento social de su tiempo, al estilo de Marlon Brando, James Dean y Marilyn Monroe.
Simultáneamente surgió el cine de animación realizado especialmente por Walt Disney, que alcanzó un extraordinario éxito en la población infantil.
En Estados Unidos se produjeron también cintas del género documental puro —”El río” (1937), “La ciudad” (1939), entre otras— o combinado con formas de ficción para producir reconstrucciones de historias reales en películas de suspense, como “La casa de la calle 92″ (1945), que desenvuelve una historia antinazi de espionaje basada en grabaciones del FBI, o “También somos seres humanos” (1945), fundada en el relato del corresponsal de guerra Ernie Pyle.
A mediados de los años 30 el technicolor de tres colores se había perfeccionado. Se lo usó por primera vez en la película “La feria de la vanidad” (1935) de Rouben Mamoulian, adaptación de la novela de William Makepeace Thackeray. El entusiasmo por el cine en color aumentó durante los años cuarenta. La Metro Goldwyn Mayer (MGM) utilizó este sistema en varias comedias musicales, como “Easter Parade” (1948) de Charles Walters. En los 50 el uso del color desplazó al sistema blanco y negro, que quedó para crear efectos especiales en películas de carácter artístico, como “El hombre elefante” (1980) de David Lynch, “Toro salvaje” (1980) de Martin Scorsese, “La ley de la calle” (1983) de Francis Ford Coppola o “Zelig” (1983) de Woody Allen.
En las décadas siguientes los estudios de Hollywood, bajo el control de capitalistas que veían al cine más como un negocio que como una expresión artística, experimentaron un cambio de estilo en la producción cinematográfica: fueron hacia la creación de películas que contenían altos niveles de violencia y de sexo. Influidos por las técnicas y concepciones europeas surgieron nuevos directores, que realizaron películas de notable calidad. Entre ellos puedo mencionar a Stanley Kubrick, Woody Allen, Arthur Penn, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Robert Altman, John Cassavetes y John Sayles.
Fue notable el éxito de Francis Ford Coppola como director de grandes producciones: “El padrino” (1972), “La conversación” (1973), “El padrino II” (1974), “Apocalypse now” (1979), “Corazonada” (1981), “La ley de la calle” (1983), “Cotton Club” (1984), “Un hombre y su sueño” (1988), “El padrino III” (1990) y “Drácula” (1992). Todas ellas aplaudidas por la crítica. Hay que mencionar también al director Martin Scorsese, autor de “Malas calles“(1973), “Taxi Driver” (1976), “Toro salvaje” (1980), “Uno de los nuestros” (1990), “La edad de la inocencia” (1993) y “Casino” (1995).
Robert Altman, después de haber alcanzado un extraordinario éxito comercial con M*A*S*H* (1970), produjo películas de gran interés como “El juego de Hollywood” (1991), “Vidas cruzadas” (1993) y “Kansas City” (1996).
El actor y director Cassavetes tiene en su haber una larga serie de películas en los años 60 y 70. El escritor y director John Sayles realizó películas como “Return of the Secaucus Seven” (1980), “Matewan” (1987) y “Passion Fish” (1992). Se debe a Spike Lee la producción, dirección y protagonismo de “Nola Darling” (1986), “Haz lo que debas” (1989) y “Malcolm X” (1992), muy bien comentadas por la crítica.
Producidas en la segunda mitad del siglo XX, las “western” relatan las acciones, vicisitudes y amoríos de los aventureros rudos y codiciosos que emprendieron la conquista del oeste norteamericano para imponer su dominio sobre esos vastos territorios y encontrar fortuna y vida nueva. La leyenda de estos conquistadores indomables inspiró por casi un siglo a las películas de baqueros del oeste: desde “The Great Train Robbery” de Edwin S. Porter en 1903 hasta las más recientes como “Bailando con lobos” (1990) de Kevin Costner o “Sin perdón” (1992) de Clint Eastwood.
Algunas de ellas narraron la historia de la construcción del ferrocarril y de la apertura de caminos para las diligencias, como “El caballo de hierro” (1924) dirigida por John Ford, “Unión Pacífico” (1939) de Cecil B. De Mille y “El hijo de la pradera” (1925) de W. S. Hart. Fue la época de las tramas de baqueros, indios y sheriffs conducidas por notables directores del cine mudo y encarnadas por célebres actores, como Bill Anderson, Tom Mix, Tim McCoy, Hoot Gibson, Buck Jones y Ken Maynard.
Las primeras “western” del cine sonoro fueron “En el viejo Arizona” (1929), dirigida por Raoul Walsh e Irving Cummings, y “Cimarrón” (1931), dirigida por Wesley Ruggles, que ganó el Oscar a la mejor película. Después vino “La diligencia” (1939) de John Ford, en la que brilló la actuación de John Wayne como héroe arquetípico.
John Ford se consagró a lo largo de tres décadas con sus “westerns” de acción y romanticismo: “Pasión de los fuertes” (1946), “La legión invencible” (1949), “Wagon Master” (1956), “Centauros del desierto” (1956), “Dos cabalgan juntos” (1961) y “El hombre que mató a Liberty Valance” (1962), en las que se destaca la brutalidad de los granjeros blancos contra los indios y se perfila la nueva nación surgida de la unión de las razas.
El género “western”, con sus héroes y sus aventuras y en sus diversas modalidades —”western” musicales, parodias, etc.— ha sobrevivido largamente y ha tenido una enorme fecundidad. Sus héroes son inmarcesibles. Es probablemente el género de mayor longevidad en el cine.
Con el uso de las nuevas tecnologías de la informática y la robótica, el cine de Hollywood ha emprendido también líneas de producción para el consumo masivo, especialmente de niños y adolescentes. El cybercinema con sus películas de catástrofes y de ciencia-ficción está en esta línea. Se pueden mencionar “La aventura del Poseidón” (1972) de Ronald Neame, “El coloso en llamas” (1974) de John Guillermin e Irvin Allen y “Titanic“(1997) de James Cameron, que ganó 11 óscares. Las películas de ciencia-ficción —”La guerra de las galaxias”, “Tiburón”, “E.T. el extraterrestre”— se inscriben también en la línea de consumo masivo y de multimillonarios presupuestos de producción.
Woody Allen, con sus disparatadas y delirantes comedias, regresó a la comicidad pura en el año 2000. Con “Small time crooks”, que fue estrenada en el festival de Venecia, retomó su estilo de los años 70 —”Bananas y Take the money and run”— y volvió a fungir como protagonista al interpretar a un delincuente irremediablemente tonto.
Un hito en la historia del cine norteamericano y mundial fue “Avatar”, la película de ciencia ficción escrita y dirigida por James Cameron, producida por la 20th Century Fox y estrenada el 18 de diciembre del 2009 en varias ciudades de Estados Unidos y Europa, que rompió récords de taquilla en su debut de fin de semana.
Fue la película más costosa de la historia del cine hasta ese momento —con un egreso superior a los 230 millones de dólares— y la primera en usar la nueva versión de la tecnología de 3-D —tres dimensiones—, denominada Real D. Hizo una revolución en la tecnología cinematográfica. Su dirección, edición, animación, sonido, efectos especiales, rápidos movimientos y vuelos espectaculares, logrados con tecnología digital de vanguardia, fueron deslumbrantes.
Su trama se desarrolla en el año 2154 en Pandora —la luna del distante y recién descubierto planeta Polythemis—, habitada por la raza humanoide de los Na’vi, de piel azul, poseedora de su propia cultura y lengua, donde los humanos establecen imperialmente un enclave científico y militar para conquistar los minerales y riquezas que allí se guardan y que ellos ambicionan para resolver la dramática crisis energética de la Tierra en el siglo XXII.
Con este propósito, Jake Sully —un ex-marine parapléjico del ejército norteamericano— es reclutado y trasladado en un viaje de años-luz a Pandora con la misión de infiltrarse y localizar los yacimientos minerales para que puedan ser conquistados por los humanos. Se traba una guerra épica entre los humanos y los na’vis, destinada a decidir el futuro del mundo. Pero la misión de Jake cambia de rumbo cuando recobra su capacidad de caminar, se enamora de una mujer na’vi —la bella e intrépida combatiente Neytiri—, se incorpora a la cultura de los nativos y se coloca al lado de ellos para defender los intereses de Pandora. Venciendo la resistencia de los na’vis hacia la mentalidad imperialista y cruel de los seres humano y el maltrato que ellos dan al medio ambiente, Jake es aceptado en el clan de Neytiri.
5. El cine español. En España Eduardo Jimeno produjo “Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza” en 1896 y Fructuoso Gelabert realizó “Riña de café” un año más tarde, que fue la primera película española con argumento. Poco tiempo después apareció el filme “El hotel fantástico” (1905) de Segundo de Chomón. Todas estas películas silentes se valieron de las sobreimpresiones y otros trucos utilizados en Francia por Georges Méliès. La zarzuela se convirtió en tema cinematográfico en los años 20. Aparecieron “La revoltosa” (1924), “Gigantes y cabezudos” (1925) y “La aldea maldita” (1929) de Florián Rey. Pero probablemente la película más destacada de la era del cine mudo español fue “Las Hurdes, tierra sin pan” de Luis Buñuel, exhibida en 1932, poco tiempo antes de la llegada del cine sonoro que se inauguró en 1935 con “La Verbena de la Paloma” de Benito Perojo.
Durante la autocracia del Francisco Franco se creó la Junta Superior de Censura Cinematográfica con el fin de controlar la producción fílmica, para lo cual los promotores de cada película estaban obligados a someter el guion a la aprobación oficial y obtener el permiso de rodaje. Terminada la filmación, la película debía pasar por la censura a fin de que se ciñera a “la exaltación de los valores raciales y la enseñanza de nuestros principios morales y políticos”.
Pero a pesar de todas las censuras franquistas se produjo una serie de películas de buena calidad artística, tales como “Esa pareja feliz” de Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga o “Surcos” de Nieves Conde, ambas en 1951. En esa época el cine español recibió una notable influencia del neorrealismo italiano, según se puede observar en las películas de Luis García Berlanga: “Bienvenido Mr. Marshall” (1952) y “El verdugo” (1963), así como en “Muerte de un ciclista” (1955) de Juan Antonio Bardem.
El denominado “nuevo cine español” surgió en los años 60 con Carlos Saura, Mario Camus, Basilio Martín Patino, Miguel Picazo y Fernando Fernán Gómez, pero fue un cine sometido a los parámetros establecidos por el gobierno.
Después de la caída del franquismo, en el curso del proceso de transición democrática, se dio el denominado “destape”, que fue un movimiento político, artístico, literario y cinematográfico de explosión de los sentimientos e ideas represados durante la noche franquista. Se eliminaron las censuras y los requisitos eticistas a la producción cinematográfica, muy propios de la gazmoñería anterior, y empezó a hacerse un cine libre que pudo abordar temas que estaban prohibidos. Entonces surgieron obras tan importantes como, por ejemplo, “Tristana” (1970) de Luis Buñuel —quien había retornado a España desde su exilio— y “El espíritu de la colmena” (1973) de Víctor Erice. Las películas “Volver a empezar” (1982) de José Luis Garci y “Belle Époque” (1992) de Fernando Trueba ganaron óscares. Aparecieron directores como Pedro Almodóvar con sus filmes esperpénticos y postmodernos, como “Todo sobre mi madre”, que obtuvieron un gran reconocimiento internacional.
La obra cinematográfica de Luis Buñuel, aclamada por unos y vituperada por otros, hizo de él uno de los más importantes y controvertidos cineastas de España. Por su rebeldía contra lo establecido, su actitud iconoclasta, sus cuestionamientos contra todo lo convencional, sus imágenes alucinantes, su lenguaje sin concesiones y humor corrosivo, sus películas siempre causaron escándalo. En 1930 produjo “La edad de oro”, considerada una obra maestra del cine de vanguardia de ese tiempo, que con su anticlericalismo provocó un gran bullicio. En 1932, al proclamarse la república, regresó a España y dirigió “Las Hurdes”, en la que describió crudamente la vida de una comarca española pobre. Después de la guerra civil se exilió en Estados Unidos, México y Francia, donde realizó “Los olvidados” (1950), “Él” (1952), “Abismos de pasión” (1953), “La vida criminal de Archibaldo de la Cruz“(1955), “El ángel exterminador” (1962), “Diario de una camarera” (1964), “Simón del desierto” (1965) —que obtuvo el León de Plata en el Festival de Venecia—, “Belle de jour” (1966) y “Nazarín” (1958), de marcado tinte anticlerical. Con “Viridiana” —película prohibida en la España franquista— ganó la palma de oro en el festival de Cannes en 1960. Después vinieron “La Voie Lactée” (1969), “Le charme discret de la bourgeoisie” (1972) —que ganó el Oscar a la mejor película extranjera— “El fantasma de la libertad” (1974) y “Ese oscuro objeto del deseo” (1977). Cuando presintió que la muerte estaba cercana, publicó en 1982 su autobiografía titulada “Mi último suspiro”, en la que reafirmó sus profundas convicciones, y un año después murió.
“El Portero” de Gonzalo Suárez obtuvo en Barcelona —enero del 2001— el premio Sant Jordi a la mejor película española del año anterior.
6. El cine italiano. Después de un largo período de imitación del cine de Francia —incluso con la presencia de actores franceses— la cinematografía silente italiana alcanzó altos niveles técnicos y artísticos en la primera década del siglo XX con sus producciones de temas históricos: “La caída de Troya” (1911) y “Los últimos días de Pompeya” (1913) de Mario Caserini y “Cabiria” (1914) de Giovanne Pastroni. Pero estos impulsos se detuvieron con la Primera Guerra Mundial. Y en los años 20 advino el gobierno fascista de Mussolini que, aunque no tuvo la brutal rigidez del hitleriano, intervino en la industria cinematográfica para impulsar la producción de películas fascistas, como “Sole” (1929) de Alessandro Blasetti. A pesar de la censura se produjeron algunas cintas bien logradas desde el punto de vista artístico, como “La signora di tutti” (1934) y otras comedias y melodramas populares, alguno de los cuales tuvo por protagonista al joven Vittorio De Sica.
Después del colapso del fascismo, en los primeros años de la segunda postguerra surgió en Italia la corriente neorrealista para relatar las historias de la resistencia antifascista y los dramas del hombre común de la postguerra. Se atribuye a Mario Serandrei haber acuñado el término neorrealismo con referencia a “Obsesión” (1942), la primera película de Luchino Visconti. El neorrealismo en el cine es un movimiento que surgió en Italia en los años 40 del siglo XX, con el propósito de rescatar el contacto entre las imágenes, la narrativa y la realidad. Esto significaba abandonar el cine fantástico, optar por los escenarios naturales en lugar de los estudios, presentar actores no profesionales y ofrecer una visión descarnada de los temas políticos y de la realidad social. Con lo cual alcanzaba una autenticidad que contrastaba con la artificiosa producción del cinecittá de finales de los años 30, lleno de lujosos decorados y artificios.
El neorrealismo italiano —L’école italienne de la libération, que decían los críticos franceses— surgió en la segunda postguerra, después del derrumbe del fascismo, con la película “Roma, ciudad abierta” (1945), dirigida por Roberto Rossellini, con guion de Federico Fellini y rodada en las calles de la capital italiana durante los últimos días de la ocupación alemana, en la que debutaron Anna Magnani y Aldo Fabrizi. Esta película fue seguida de extraordinarias cintas que dieron al cine italiano un enorme prestigio: “Paisá” (1946) y “Alemania año cero” (1947) de Rosellini, “La tierra tiembla” (1948) y “Bellissima” (1951) de Visconti, “El limpiabotas” (1946), “Ladrón de bicicletas” (1948), “Milagro en Milán” (1951) de Vittorio De Sica en colaboración con Cesare Zabattini, “Umberto D.” (1952) de De Sica, aunque con un realismo menos dramático, “El nombre de la ley” (1948) de Pietro Germi y “Arroz amargo” (1949) de Giuseppe de Santis, en la que brillaron como actores Silvana Mangano y Vittorio Gassman.
En los años 50 el neorrealismo declinó y advino el realismo con su temática de la vida cotidiana y del hombre común, que con frecuencia mostraba en toda su crudeza situaciones de pobreza extrema. La película que marcó la transición fue “Senso” (1954) de Visconti.
Roberto Rosselini fue quien inició este movimiento que se propuso dar testimonio de las duras realidades del hombre común europeo después de la guerra. Los directores italianos rodaron películas de un realismo intenso en escenarios naturales. Vittorio de Sica con “Ladrón de bicicletas” (1948), Pier Paolo Passolini con “El evangelio según san Mateo” (1964), Federico Fellini con “La strada” (1954) y “La dolce vita” (1960), Michelangelo Antonioni con “La aventura” (1960) y “El desierto rojo” (1964) y Luchino Visconti con “Bellísima” (1951) alcanzaron notabilísimo éxito en sus producciones. Passolini, Antonioni, Bertolucci, Visconti y Fellini entraron también en los campos oníricos del cine de fantasía, como lo demuestran las películas “Ocho y medio” (1963) y “Amarcord” (1974) de este último. Después advino una pléyade de cineastas italianos que difundieron en sus películas un mensaje política y socialmente comprometido. Ellos fueron, entre otros, Bernardo Bertolucci con “El conformista” (1971), “Novecento” (1976) y “La estrategia de la araña” (1970); y Ettore Scola, autor de “Una mujer y tres hombres” (1974), “Feos, sucios y malos” (1975), “Una jornada particular” (1977), “La sala de baile” (1983), “Macarroni” (1985) y “¿Qué hora es?” (1989).
En los años posteriores, salvo Fellini que se mantuvo anclado en las tradiciones vernáculas, la cinematografía italiana rebasó la temática nacional con Bertolucci y su “El último tango en París” (1972), cuyo protagonista principal fue Marlon Brando, y con Antonioni y “El reportero” (1975) protagonizado por Jack Nicholson. Bertolucci alcanzó también gran éxito con su película “El último emperador” (1987), ganadora del Óscar. Los nuevos directores produjeron películas interesantes, como “L’America” (1994) de Gianni Amelio. Sin embargo, los temas de la >mafia, la >corrupción política y el >terrorismo continuaron vigentes en la producción de los nuevos directores como Nanni Moretti y Roberto Benigni.
7. El cine soviético. El invento de los hermanos Lumiére despertó mucho el interés del zar Nicolás II y de los escritores Aleksej Konstantinovic Tolstoi y Aleksandr Blok y del compositor Aleksandr Glazunov. A fines del siglo XIX se abrieron las primeras salas de cine en Rusia pero hasta 1907 todas las películas que se exhibieron fueron importadas. En ese año el fotógrafo de San Petersburgo Aleksandr Drankov rodó la obra “Boris Godunov” de Aleksandr Sergeevic Pushkin y un año después “Stenka Razin”, que fue la primera película rusa de ficción. Los temas de la cinematografía rusa de ese tiempo fueron literarios e históricos, ya que los políticos y religiosos estaban prohibidos por el zarismo. Después aparecieron películas de fantasía y melodramas casi trágicos, conducidos por los directores Iakov Protázanov, Vladimir Gardin e I. Bauer, y se produjeron también algunas comedias impúdicas que tuvieron éxito. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial el cine ruso adoptó un nuevo tema: el patriótico, con ciertos visos chovinistas.
En los días de la revolución bolchevique aparecieron las películas “El padre Sergio” dirigida por Protázanov, fundada en la obra de Tolstoi, y “El revolucionario”, de Bauer.
Con el triunfo de la revolución en 1917, el gobierno soviético convirtió al cine, como medio de comunicación de masas, en instrumento de adoctrinamiento y propaganda, en desmedro de la calidad artística de su producción cinematográfica. Desde el comienzo del gobierno comunista el cine sirvió los propósitos de la mentalización del pueblo. En el VIII Congreso del PCUS, reunido en 1919, se afirmó que el cine era el medio adecuado para la “autoformación” y el “autodesarrollo” de los trabajadores. La aplicación de la política cinematográfica estuvo a cargo del Comisario del Pueblo para la Educación Popular, quien controlaba y dirigía la producción de películas. Con la fundación de la Academia Cinematográfica de Moscú para formar cuadros técnicos y artísticos se ciñó aún más la vigilancia sobre la producción de filmes. En 1922 Lenin declaró que “el cine es para nosotros el arte más importante” y en 1924 afirmó Stalin ante el XIII Congreso del Partido Comunista que “el cine es un medio sumamente importante de agitación de masas” por lo que “es nuestro deber controlarlo”. Bajo estos parámetros políticos la producción cinematográfica se sometió a lo que entonces se llamaba el “expresionismo vanguardista”, que no era otra cosa que la promoción ideológica de los logros y aspiraciones de la revolución comunista a través de un “documentalismo” artístico enmarcado en el “realismo socialista”. Los temas recurrentes del cine soviético fueron precisamente los acontecimientos revolucionarios, cuyos resplandecientes protagonistas eran el pueblo en armas, los héroes insurgentes, los constructores de la sociedad socialista y los hacedores del cambio revolucionario. Eso se reflejaba en las películas: “Huelga” (1924), “El Acorazado Potemkim” (1925), “Octubre” (1927), “Madre” (1926), “El fin de San Petersburgo” (1927), “Tormenta sobre Asia” (1928), “Máquina Diabólica” (1926), “Lo antiguo y lo nuevo” (1928), “Las montañas de oro” (1931), “Deserteu” (1933), “Maksim” (1934), “Los campesinos” (1934), “Lenin en Octubre” (1937), “Komsomolsk” (1938), “Alejandro Nevski” (1938), “El General Suvorov” (1940), “Iván el Terrible” (1944-1948).
Algunas de estas películas tuvieron éxito en Occidente, como ocurrió con “El Acorazado Potemkim” de Serguéi Mijáillovich Eisenstein
Entre los directores soviéticos se destacaron Dziga Vertov, creador del kino-glaz; S. M. Eisenstein con su extraordinario montaje de “El acorazado Potemkin”; Vsevolod Pudovkin, autor de “La madre” y Aleksandr Dovjenko, director de “La Tierra”.
El >estalinismo impuso una rígida férula a la actividad cinematográfica y aherrojó a los cineastas soviéticos. Las películas de ese tiempo versaban sobre sesgados temas históricos y pesadas biografías, todas de exaltación ideológica.
Después de la muerte de Stalin, Nikita Kruschov propició un cine crítico contra el autócrata de Tiflis y contra las prácticas estalinistas. En 1958 la película “Cuando pasan las cigüeñas”, de Kalatozov, que es una tierna historia de la fidelidad de una muchacha a la memoria de su novio soldado, ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Formada en la escuela de cine de Mijáil Romm, surgió una nueva generación de autores de postguerra —Vasili Shukshin, Andréi Tarkovski, Andréi Konchalovski, Elem Klimov, Larisa Shepitko y muchos otros—, que produjo varias películas interesantes en el ejercicio de una relativa libertad intelectual enmarcada en la ideología marxista. En 1964 Grigori Kozintsev dirigió “Hamlet” con mucho éxito. Terminado el período de Kruschov, a partir de 1967 retornó la censura y volvió a aparecer el index de las películas prohibidas. El secuestro durante cinco años de la cinta de Tarkowski Andréi Rubliev produjo protestas internacionales. El cine soviético retornó a sus relieves chatos.
Cuando en 1986 ascendió al poder Mijail Gorbachov y aplicó su política de reforma, apertura y transparencia —la perestroika y el glasnost—, los sindicatos cinematográficos levantaron el velo que cubría a muchísimas películas proscritas y archivadas, que entonces pudieron llegar a los mercados occidentales. Muchas de ellas eran obras desconocidas pero de gran valor, que se habían mantenido ocultas por los arbitrarios criterios de la censura oficial. Durante el proceso de la >perestroika se produjeron películas importantes por su sentido crítico de la situación política anterior, como “El círculo del poder” (1991) de Andréi Konchalovski, quien había cursado buena parte de su carrera profesional en Estados Unidos, “Adiós a Matiora” (1981) de Elem Klimov, realizador comunista que antes había rodado “Masacre-Ven y mira” (1985), referida a las matanzas nazis en Rusia durante la Segunda Guerra Mundial, y “Quemado por el Sol” (1994) de Nikita Mihalkov, que contenía una aguda crítica a las purgas estalinistas de los años 30, galardonada con el Oscar a la mejor película extranjera en 1995.
Sin embargo, atentas las dificultades económicas y sociales por las que atraviesa el pueblo ruso bajo la economía de mercado y el imperio de las más implacables y corruptas mafias que acumulan gigantescas fortunas mal habidas, en algunas de las últimas producciones cinematográficas rusas se puede percibir un dejo de nostalgia por el viejo régimen.
8. El cine mexicano. La primera sala de cine se abrió en México en 1896, un año más tarde de la exhibición en París del cinematógrafo de los hermanos Lumière. Su promotor fue Salvador Toscano Barragán, autor de documentales sobre la gesta revolucionaria y de la primera película de ficción de ese país: “Don Juan Tenorio”, en 1898. En el cine mexicano gravitó con gran fuerza el tema revolucionario. Empezó con la producción “Riña de hombres en el zócalo” en 1897 y siguió con películas sobre los temas de la independencia y de la revolución como “El grito de Dolores” (1910) de Felipe Jesús del Haro, “Insurrección” en México (1911) de los hermanos Alva, “El automóvil gris” (1919) de Enrique Rosas y “El caporal” (1921) de Miguel Contreras Torres, todas enmarcadas en el cine mudo.
México y Argentina son, en el ámbito latinoamericano, los países que han alcanzado mayor desarrollo cinematográfico. En lo que a México se refiere, el progreso de su cinematografía respondió a dos características nacionales muy importantes: su azarosa y admirable historia, llena de episodios épicos, y la fuerza y originalidad de su >folclor y de su música, que se reflejaron vistosamente en sus películas. La Revolución Méxicana de 1910 fue inagotable fuente de inspiración para los cineastas mexicanos.
El cine sonoro llegó a México en 1930 con la primera película hablada nacional: “Más fuerte que el deber”, de Rafael J. Sevilla. Un año más tarde se rodó “¡Qué viva México!”, del director soviético Serguéi Mijáilovich Eisenstein, que quedó incompleta porque una parte de ella fue secuestrada en los laboratorios norteamericanos por motivos políticos. El director de mayor prestigio en esos años, Fernando de Fuentes, realizó tres obras fundamentales: “El compadre Mendoza” en 1933, “Vámonos con Pancho Villa” en 1935 y, un año después, “Allá en el Rancho Grande” del director más prestigioso de aquellos años, Fernando de Fuentes. En el campo de la sátira social Mario Moreno, representando a su personaje popular Cantinflas, se consagró en 1940 con su película cómica “Ahí está el detalle”, de Juan Bustillo Oro.
En esa década se abrió un período de fecunda producción cinematográfica sobre temas costumbristas, folclóricos e históricos, en que surgieron los más celebrados actores del cine mexicano: Arturo de Córdoba, María Félix, Mario Moreno, Jorge Negrete, Pedro Infante, Pedro Armendáriz y Dolores del Río.
En los años siguientes se destacaron las películas “Refugiados en Madrid” (1938) de Alejandro Galindo, “Doña Bárbara” (1943) de Fernando de Fuentes, “El peñón de las ánimas” (1942) de Miguel Zacarías, “Ahí está el detalle” (1944) de Juan Bustillo Oro, “La vida inútil de Pito Pérez” (1943) de Miguel Contreras Torres, “Distinto amanecer” (1943) de Julio Bracho, “La Barraca” (1944) de Roberto Gavaldón y “Flor Silvestre” (1943), “María Candelaria” (1943), “La perla” (1945), “Enamorada” (1946), “Río escondido” (1947) y “Pueblerina” (1948) de Emilo Fernández.
En la década de los 50 el célebre director español Luis Buñuel, exiliado político en México, presentó las películas mecionadas en el capítulo anterior: “Los olvidados” (1950), “Subida al cielo” (1952), “Él” (1955), “Ensayo de un crimen” (1955), “Nazarín” (1958), “El ángel exterminador” (1961) y “Simón del desierto” (1965), que enriquecieron notablemente el cine mexicano y alcanzaron éxito internacional.
En los años posteriores se produjeron importantes películas, entre ellas “Raíces” (1954) de Benito Alazraki, “Torero” (1956) de Carlos Velo, “Viento Negro” (1964) de Servando González, “El topo” (1970) de Alejandro Jodorowski, “Tarahumara” (1965) y “Mecánica Nacional” (1973) de Luis Alcoriza y “Los que viven donde sopla el viento suave” (1974), “El Apando” (1975) y “Canoa” (1976) de Felipe Cazals.
Vino después un período de crisis, del que empezó a reflotar el cine mexicano en 1985 con películas de buena calidad. Con el apoyo financiero del Fondo de Fomento a la Calidad Cinematográfica creado por el gobierno y con el respaldo cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la Universidad de Guadalajara, del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos y de otras instituciones de cultura se rodaron, de Arturo Ripstein, “Principio y fin” (1993) y “El callejón de los milagros” (1995) —que fue galardonada en 1996 con el Goya de la Academia de Cinematografía Española a la mejor película—; de Jaime Hermosillo, “La tarea” (1991); de la directora María Novaro, “Diego” (1986) —documental de ficción sobre Rivera, el gran pintor mexicano—, “Danzón” (1991), “El jardín del Edén” (1994) —que abordó el tema de los “espaldas mojadas” que cruzan la frontera norte en búqueda del “sueño americano”— y, de Alfonso Arau, “Como agua para chocolate” (1992), nominada al Goya en 1993.
9. El cine argentino. Las primeras exhibiciones de cine mudo en Argentina comenzaron en julio de 1896, un año después de la presentación del cinematógrafo de los hermanos Lumière en París. Dos años antes había llegado a Buenos Aires el kinetoscopio para hacer la experimentación de proyecciones públicas. Y en 1897 el francés Eugène Py rodó el documental titulado “La bandera argentina”, de género patriótico. Py fue el primer realizador y camarógrafo en suelo argentino. En 1900 se establecieron las primeras salas específicamente dedicadas al cine y se exhibieron los primeros noticiarios. Años más tarde, en 1907, el italiano Mario Gallo produjo la primera película argentina con argumento: “El fusilamiento de Dorrego”, y en 1914 apareció “Amalia”, que fue el primer largometraje.
Sin embargo, la primera película realmente argentina —de producción y dirección nacionales— fue “Nobleza gaucha”, de Humberto Cairo, dentro del género costumbrista, que se rodó en 1915. Dos años después, el inmigrante italiano Federico Valle hizo el primer largometraje de cine de animación, titulado “El apóstol”, que contenía una sátira política; así como la primera película argentina con muñecos: “Una noche de galán en el Colón”, en 1919; y poco después, en 1920, el primer noticiario cinematográfico argentino: Film Revista Valle.
Con el advenimiento del cine sonoro en la década de los 30, el tema del tango —que había tenido un gran impacto mundial por esos años con Carlos Gardel, su intérprete emblématico— marcó la producción cinematográfica argentina, que empezó con “Tango” (1933) de Luis Moglia Barth, cuyos protagonistas fueron los jóvenes Libertad Lamarque, Tita Merello y Luis Sandrini, y siguió con “Los tres berretines” de Enrique T. Susini, “Noches de Buenos Aires” (1935) de Manuel Romero y “Puerto Nuevo” (1936) de Luis César Amadori.
En vísperas de la Segunda Guerra Mundial surgió una tendencia hacia el cine artístico con las películas “Viento norte” (1937) y “Prisioneros de la tierra” (1939) de Mario Soffici, “La vuelta al nido” (1938) de Leopoldo Torre-Ríos y “Crimen a las tres”, “La fuga”, “Puerta cerrada” y “La casa del recuerdo” de Luis Saslavsky.
Al estallar la guerra mundial los impulsos del cine argentino se frustraron a causa de las simpatías del gobierno de Buenos Aires por las potencias nazi-fascistas, lo cual produjo la interrupción de los envíos de insumos cinematográficos de Estados Unidos a la Argentina. La crisis se agravó con la instauración de la dictadura militar, fruto del golpe de Estado del 4 de junio de 1943, que impuso una severa censura sobre la producción cinematográfica. El coronel Juan Domingo Perón, de regreso a su país luego de cumplir una larga misión militar en Italia ante el régimen de Mussolini, asumió simultáneamente los cargos de ministro de guerra y ministro del trabajo y después el de vicepresidente de la república. La dictadura convocó elecciones para legitimar su poder el 24 de febrero de 1946 y en ellas triunfó Perón, que asumió la presidencia en junio de ese año. Entonces la industria cinematográfica argentina fue nuevamente sometida a un riguroso control gubernativo que la convirtió en uno de los instrumentos de la promoción política peronista.
Después del derrocamiento y caída del >justicialismo en 1955, retornó a la Argentina la libertad de prensa y de producción cinematográfica y surgió una serie de películas de abierta crítica a este régimen, entre ellas una que llevaba un título muy elocuente: “Después del silencio” (1956), dirigida por Lucas Demare. Durante este período de libertad cinematográfica aparecieron dos jóvenes cineastas muy importantes: Leopoldo Torre Nilsson, que realizó “La casa del ángel” (1957), “Fin de fiesta” (1960), “La mano en la trampa” (1961) y “Martín Fierro” (1968); y Fernando Ayala, que dirigió “Ayer fue primavera” (1954), “Los tallos amargos” (1956) y “El jefe” (1958).
En los años 60, bajo la influencia de la nouvelle vague francesa, el cine argentino produjo “Alias Gardelito” (1961) de Lautaro Murúa, “La cifra impar” (1961), fundada en el texto de Julio Cortázar, y “Los venerables todos” (1962) de Manuel Antín; “Los jóvenes viejos” (1961) y “Pajarito Gómez” (1964) de Rodolfo Kuhn y “Crónica de un niño solo” (1964), “El romance de Aniceto y Francisca” (1967) y “El dependiente” (1968) de Leonardo Favio. En esa misma época los directores españoles Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga, para evadir la censura franquista en su país, rodaron en Argentina “Los inocentes” (1962) y “La boutique” (1967).
El pensamiento de izquierda que por esos años agitaba América Latina dejó su impronta en “La hora de los hornos” (1968) de Fernando Solanas y Octavio Genio, y en “La mafia” (1971), “Güemes, la tierra en armas” (1972) y “Boquitas pintadas” (1974) de Torre Nilsson.
Pero el golpe militar consumado el 24 de marzo 1976, que llevó al poder dictatorial al general Jorge Videla, puso fin a los devaneos de los grupos de izquierda y al cine comprometido con la causa popular. Impuso la más férrea e intransigente censura a la expresión de las ideas. Sofocó la libertad de producción cinematográfica. La consigna oficial fue “limpiar” a la Argentina de los “subversivos”, “apátridas”, “materialistas” y “ateos”. Todo en nombre de “los valores de la civilización occidental y cristiana”. La llamada doctrina de la >seguridad nacional se hizo cargo de controlar la producción de cine. La “guerra sucia” dio cuenta de los productores, los actores y la gente de la cinematografía. Este período de hibernación del cine argentino duró hasta 1983, en que fue abatida la dictadura ubicua y omnisapiente.
Cuando Argentina retornó al cauce constitucional se produjeron numerosas películas, algunas de las cuales abordaron temas políticos. Puedo mencionar: “Asesinato en el Senado de la Nación” (1984) de Juan José Jusid, “La historia oficial” (1985) de Luis Puenzo —que ganó el Oscar a la mejor película extranjera—, “No habrá más penas ni olvidos” (1983) de Héctor Oliveira —galardonada con el Oso de Plata en el Festival de Berlín—, “Tango, el exilio de Gardel” (1985) de Fernando Solanas y “Miss Mary” (1986) de María Luisa Bemberg.
La crisis económica que azotó Argentina en los años siguientes produjo la emigración de importantes directores de cine, en búsqueda de nuevos horizontes. Tal fue el caso de Aristarain que en 1992 dirigió en España la cinta “Un lugar en el mundo”, galardonada con el premio Goya de la Academia de Cinematografía Española, y “La ley de la frontera” en 1995.
A pesar de las dificultades económicas causadas por la convertibilidad monetaria y el modelo económico neoliberal, en los años recientes se han producido en Argentina importantes películas desde la perspectiva artística, como “El lado oscuro del corazón” (1992) y “No te mueras sin decirme a dónde vas” (1995) de Eliseo Subiela, “Perdido por perdido” (1993) de Alberto Lecchi o “Gatica el mono y Goya” (1994) de Leonardo Favio.