Es una de las ciencias sociales, o sea de las disciplinas científicas que se ocupan de los fenómenos de la sociedad, de la cultura y del hombre en función social. La evolución de las ciencias naturales impulsó el propósito de convertir al estudio de la >política en algo científico, que tuviera todo el rigor y la lógica de lo científico. El filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) fue uno de los primeros que pretendió hacerlo. Antes hubo el intento muy importante de Nicolás Maquiavelo (1469-1527), a quien suele considerarse como el primer científico de la política. Después vinieron los enciclopedistas franceses y muchos otros pensadores que hicieron de la política una ciencia social.
Le dieron una metodología, una terminología organizada, posibilidades de investigación objetiva de los hechos sociales y de las relaciones fenomenológicas entre ellos, todo lo cual posibilitó a la ciencia política establecer las conexiones causales de los fenómenos de la sociedad.
Sus antecedentes remotos deben encontrarse en la escuela de los sofistas en la antigua Grecia, cuyos filósofos —Protágoras y Gorgias, entre ellos— enseñaban a sus discípulos la “política” como el arte para desenvolverse exitosamente en la vida pública. La base de la enseñanza comprendía economía, pedagogía, rudimentos de matemáticas, medicina, botánica, zoología y astronomía. Los sofistas dedicaron especial atención a la >retórica, que la entendían como el arte de hablar en público y de persuadir a la multitud. La retórica fue luego estudiada a fondo por Sócrates, ya no como simple herramienta para tener éxito frente a la masa, sino para obrar con utilidad y responsabilidad en el servicio público. La retórica socrática estuvo acompañada de una rigurosa ética política. Sobre esta base Platón elaboró sus ideas de la sociedad política ideal. A Aristóteles le debemos más tarde el aporte de la descripción crítica del fenómeno político como resultado de sus estudios de las sociedades ateniense, espartana, cretense y fenicia.
De modo que en este orden de conocimientos, como en tantos otros, es en la Grecia clásica que hunde sus raíces la moderna Ciencia Política.
Sin embargo, esta ha sido siempre una ciencia necesitada de justificación porque ha estado acompañada de dudas de que fuese posible un conocimiento realmente “científico” de la realidad política, a veces tan irracional, e incluso de impugnaciones directas en el sentido de que “la política no es una ciencia que se pueda aprender, sino un arte”, como afirmó en 1886 Carl Otto von Bismarck.
La Ciencia Política es un acervo de conocimientos tocantes a la realidad social y la aplicación de ellos a situaciones concretas. La teoría y la práctica políticas van juntas y forman una sola unidad, aunque mantienen entre sí la misma relación que los principios generales de cualquier ciencia con el arte que los aplica a casos concretos.
Si bien el objeto central de su preocupación es el >Estado, no agota allí su misión. Indaga sus antecedentes, busca las llamadas “sociedades preestatales”, las estudia, sigue su evolución, llega al Estado, investiga sus elementos, establece las relaciones entre ellos, se detiene en el análisis del gobierno, observa los poderes jurídicos y también los poderes fácticos que allí operan, se preocupa de los deberes y derechos de las personas, penetra en las doctrinas y teorías políticas, otea el porvenir y, con base en los datos de la realidad actual, trata de vislumbrar las formas de organización que tendrán las sociedades políticas del futuro.
Por el espectro tan amplio de sus investigaciones Hermann Heller dice de ella que es una “ciencia enciclopédica”.
En sus orígenes aristotélicos la política formó parte de la ética: era la teoría sobre la vida buena y justa. Aprisionada por las ataduras religiosas, la política fue en el medievo incorporada a la religión como instrumento de servicio a dios. En la Edad Moderna Nicolás Maquiavelo (1469-1527), Francis Bacon (1561-1626), Tomás Hobbes (1588-1679) y otros pensadores la afrontaron desde una perspectiva humana y racionalista. El francés Émile Boutmy (1835-1906) fundó en 1872 la École Libre des Sciences Politiques. En Inglaterra se etableció la London School of Economics and Political Science. En la primera posguerra se implantó en Berlin el Otto-Suhr-Institut, que era un centro de investigación política. Pero fue el inmigrante alemán Francis Lieber (1800-1872) en Estados Unidos el primero en plantear la ciencia política como disciplina autónoma e independiente, seguido por los pioneros norteamericanos John William Burgess (1844-1931) y Arthur F. Bentley (1870-1957), quienes la institucionalizaron en el marco de las ciencias sociales.
En el siglo XX fue en Estados Unidos donde el estudio científico de la política llegó más lejos. Ya en los años 30 y 40 la Universidad de Chicago y otras universidades norteamericanas adoptaron rigurosos métodos de investigación cualitativa sobre el comportamiento individual y grupal dentro de la vida social. Para eso tomaron conceptos, teorías y métodos de la antropología, la sociología, la psicología, la economía y otras ciencias sociales y los aplicaron al estudio científico de la política. La American Political Science Association reconoce más de 90 especializaciones entre sus miembros y en algunas universidades norteamericanas de comienzos del siglo XXI hay 127 programas de estudio para optar por el Ph.d en el campo de la ciencia política. En los últimos tiempos ha ganado mucho terreno en los Estados Unidos la tendencia científico-positivista que estudia la fenomenología política desde la perspectiva del análisis del comportamiento de los agentes individuales y grupales. Es el behavioralism norteamericano, que pasó de la psicología a la sociología, de ésta a la economía y finalmente a la política. Superando la tendencia a estudiar los procesos históricos en términos impersonales y abstractos, la ciencia política estadounidense analiza, con un fuerte énfasis empírico aunque con altos grados de sofisticación, la conducta de los agentes humanos en el marco del pluralismo ideológico, del choque de intereses contrarios y de las presiones cruzadas. Y por la vía inductiva llega a conclusiones de validez general en los grandes temas de la ciencia política.
Ciencia Política no es lo mismo que Teoría del Estado. El concepto de “lo político” es más amplio que el de “lo estatal”. Por tanto, la ciencia política es algo más que la Teoría del Estado. Hay fenómenos políticos que no son estrictamente estatales. El Estado es sólo una de las formas de la organización política. Lo cual quiere decir que el ámbito de lo político desborda actual e históricamente el ámbito del Estado. Muchas sociedades no conocieron la forma de organización estatal pero tuvieron carácter político. Porque antes del advenimiento del Estado, que no es ciertamente una institución muy antigua en la historia del hombre, hubo organizaciones y regímenes de naturaleza política que sólo con mucha impropiedad pudieran calificarse de Estados.
Los antropólogos políticos británicos Meyer Fortes (1906-1983) y Edward E. Evans-Pritchard (1902-1973), en la obra “African Political Systems”, publicada en 1940, formularon la conocida distinción entre las “sociedades sin Estado” y las “sociedades estatales” para referirse a las que existieron en los tiempos primitivos y a las que vinieron después, regimentadas por el Estado. Las primeras estuvieron cohesionadas por el vínculo de la sangre y las segundas por el vínculo territorial. El sociólogo inglés Sir Henry Main (1822-1888) y el norteamericano Lewis H. Morgan (1818-1881), precursores de la moderna antropología política, establecieron con claridad este hecho al distinguir, en sus estudios sobre la evolución política de la humanidad, las sociedades basadas en el parentesco y las fundadas en la territorialidad. Pero el hecho de que en el primer caso el factor de cohesión haya sido la sangre y en el otro el territorio no significa que las sociedades anteriores al Estado hayan carecido de carácter político. El trabajo de cohesión del grupo, la creación de un orden social, la erección de una autoridad coercitiva en ellas fueron factores puramente políticos.
Lo que ocurre es que los tratadistas no siempre proceden con rigor lógico al ordenar estas materias. A veces no parten de una clara noción de la extensión y comprensión de los conceptos. Esto ha llevado a confusión. Mi punto de vista es que la ciencia de la política —political science, politikwissenschaft, science politique, scienza politica o como quiera que se la llame— es una disciplina muy amplia, que comprende a otras disciplinas de espectro más limitado, como la teoría del Estado, la <economía política, la ciencia administrativa, la ciencia internacional y otras ramas científicas especializadas, a las cuales por eso algunos autores han designado con el nombre genérico de ciencias políticas.
También es preciso diferenciar el Derecho Político, que se ocupa de las reglas que rigen la vida de una comunidad política, de la Ciencia Política, que es el estudio de las realidades y naturaleza de los fenómenos políticos. El primero tiene un enfoque normativo de ellos: los mira desde la perspectiva del deber ser, mientras que la Ciencia Política afronta estos fenómenos en sí mismos, en su naturaleza, en su realidad específica. Su perspectiva es la del ser. Averigua el carácter de ellos. Tiene, por tanto, una perspectiva histórica y una visión descriptiva de los fenómenos políticos.
Por consiguiente, el Derecho Político se mueve en el mundo de las normas y la Ciencia Política, en el de los objetos mismos.
A pesar de que tienen muchos puntos de contacto, la diferencia entre ellos es bastante clara, especialmente si tomamos en cuenta que no siempre el orden jurídico estatal refleja fielmente la realidad política profunda de un país. Las soluciones efectivas que cada sociedad da a los problemas de su convivencia suelen discrepar con los principios jurídicos que la rigen. Por eso siempre se marca una distancia entre el >régimen político de una colectividad, que es la materia de estudio de la Ciencia Política, y su orden jurídico, que incumbe al Derecho Político.
Los antropólogos acusan a la Ciencia Política de ser demasiado formal, abstracta y eurocentrista, a causa de lo cual pierde contacto con la realidad social. Hay efectivamente algo de razón en la acusación. La Ciencia Política tradicional ha realizado sus investigaciones fundamentalmente en el seno de las sociedades occidentales, con un alto nivel de abstracción. La antropología política, en cambio, se ha caracterizado por prescindir de las abstracciones y asumir el fenómeno social con una gran dosis de concreción y empirismo en las coordenadas de la geografía y de la historia. En este sentido ha marcado diferencias con la filosofía política y con la ciencia política tradicionales, que han sido eminentemente eurocéntricas.
Desde una perspectiva mucho más amplia, la antropología política se ha empeñado en redefinir los viejos conceptos de la Ciencia Política —poder, autoridad, gobierno, pueblo, legitimidad, leyes, entre muchos otros— a fin de dotarles de más sólidos anclajes en la realidad social concreta. Para ello ha usado el método comparativo que le ha permitido confrontar realidades sociales separadas en el tiempo y distantes en el espacio y desentrañar de ellas lo que les es común, es decir lo que constituye la esencia de lo político. Muchos antropólogos acudieron a las organizaciones políticas africanas en busqueda del primitivismo político que había desaparecido en otros lugares, y así extrajeron toda la riqueza de los módulos de organización social rudimentaria, que echaron mucha luz sobre el pasado de la humanidad. Han resultado muy interesantes las investigaciones que los antropólogos africanistas han realizado sobre los fenómenos políticos no occidentales en las sociedades preestatales de África. Ellas fueron importantes, entre otras razones, porque permitieron distinguir las formas de ser de las “sociedades sin Estado” y de las “sociedades estatales” o, en otras palabras, porque enfocaron el fenómeno político antes y después del nacimiento del >Estado.