Algunos teóricos de la materia sostienen que el proceso económico de un país obedece a un ciclo compuesto por una serie de fenómenos que se repiten en un orden determinado y con cierta regularidad. El ciclo típico tiene cuatro fases: la de expansión y prosperidad, que es la fase ascendente; la de contracción, que es la descendente; el momento más bajo de la contracción, que es la recesión; y el retorno a la prosperidad, que es la fase de recuperación.
Cada fase dura varios años y los países pasan, de este modo, de la prosperidad a la depresión para más tarde volver a la prosperidad, aunque a ritmos variables.
En la fase de prosperidad, el nivel del empleo, la producción, los precios, el dinero, los salarios, los tipos de interés y las utilidades suben.
En cambio, en la recesión, que es la fase más baja del ciclo económico —aunque algunos economistas prefieren llamarla depresión—, se producen bajas tasas de ahorro e inversión, decrece el volumen de la producción, disminuye la productividad, baja el ingreso per cápita, aumenta el desempleo, adviene la >deflación y queda subutilizada la capacidad instalada de las empresas.
La recesión obedece fundamentalmente a la drástica y persistente disminución del gasto global y si no se la controla a tiempo, tiende a desarrollar efectos acumulativos sobre la economía general y va acompañada de expectativas pesimistas de los agentes económicos privados, que contribuyen a agravar la situación.
Son célebres los llamados “ciclos de Kondratieff”, “ciclos Juglar” y “ciclos Kitchine”. Los primeros son ciclos de larga duración —alrededor de 50 años— en tanto que los otros son cortos: de ocho años aproximadamente los unos y de cuarenta meses de duración media los otros. La denominación “ciclos de Kondratieff” fue dada por el economista austriaco Joseph A. Schumpeter en honor al economista ruso que los descubrió: Nicolai Kondratieff (1892-1930). Desde 1790 hasta 1940 se han identificado tres de estos ciclos. El primero fue desde 1790 hasta 1850 y comprendió 24 años de prosperidad y 36 de depresión. El segundo, desde 1850 hasta 1896, con 23 años de prosperidad y 23 de depresión. El último se extendió a partir de 1896 y hasta 1940: 20 años de expansión y los restantes de contracción.
Mucho se ha escrito sobre las causas del comportamiento cíclico de la economía. Algunos investigadores afirman que los ciclos son fenómenos recurrentes que se reproducen con arreglo a un ritmo previsible. Han fundado sus asertos en el estudio de largas series estadísticas. Sin embargo, esta tesis ha sido contradicha por otros teóricos que, si bien aceptan la existencia de los ciclos —incluso su similar morfología— niegan la “regularidad” y la “previsibilidad” de ellos. Lo cierto es que se han propuesto las más variadas explicaciones acerca de las causas que desencadenan el ciclo económico. Unos economistas han visto en las cosechas el origen de las fluctuaciones de la economía. Otros han sostenido que el >subconsumo, entendido como exceso de ahorro, es la causa de ellas porque rompe el equilibrio entre la producción y la venta. La sobreinversión en la producción de bienes de capital sobre los de consumo ha sido tenida también como el origen del problema. En fin, se ha invocado toda clase de razones: desde las monetarias, ligadas al volumen y velocidad de la circulación del dinero, hasta las psicológicas que se refieren a las reacciones de los empresarios.
Los ideólogos marxistas sostienen que el funcionamiento cíclico de la economía es un fenómeno típico de la desorganización del capitalismo. Que este fenómeno no se da en las economías centralmente planificadas, en las que el Estado está en capacidad de tomar medidas anticíclicas para estabilizar la marcha de la economía. Sin embargo, nadie puede negar la profunda crisis en que desembocaron los sistemas económicos marxistas a fines de la década de los 80. Ya con ocasión de la depresión mundial de 1929, el keynesianismo había propuesto estimular el empleo y el consumo como arbitrios para superar la crisis. Y después de la Segunda Guerra Mundial se implantaron políticas de regulación de la economía, a despecho de los sectores capitalistas extremos, a fin de evitar la repetición de un nuevo ciclo que condujera a otra crisis. Pero aún no se encuentran, porque no existen, fórmulas exactas para prevenir las >crisis económicas, que tienen una variedad inagotable de causas.