Esta palabra viene del latín caesar, que era el título que, juntamente con el de augusto, llevaban los emperadores romanos de la familia Julia. Como evocación del gobierno ejercido en la antigua Roma por el emperador Julio César, se conoce por cesarismo un régimen autoritario pero eficiente ejercido por un gobernante carismático, con un fuerte poder personal y con respaldo popular. Estas son las tres características fundamentales del cesarismo, que le diferencian de otras formas de >despotismo.
Julio César (102-44 a. C.), hombre de pensamiento y acción, fue uno de los más brillantes estadistas de la Antigüedad. Gran político, brillante orador, notable guerrero, enterado matemático, dominó con su personalidad en la paz y en la guerra. Prevaleció en las asambleas, reprimió los tumultos y se hizo amar de las mujeres. Sus biógrafos relatan que solía leer y escribir varios temas al mismo tiempo y dictar simultáneamente a varios secretarios. Sus triunfos militares se extendieron desde la Bretaña hasta Etiopía. Con su valor y su energía inagotable se atrevió a acometer todo lo que le aconsejó su ambición.
La historia ha recogido su decisión de pasar el Rubicón, al mando de sus tropas, para iniciar la campaña militar de sesenta días que le llevó, desde las Galias a Roma, a la conquista del poder.
A partir de aquel episodio de valor y determinación se usa la frase >“pasar el Rubicón” para designar la toma de una decisión crucial, riesgosa e irreversible, como la que tomó Julio César, a la sazón gobernador de las Galias, para emprender su marcha sobre Roma.
El Rubicón no sólo era el límite entre Roma y las Galias sino el símbolo de la insurgencia contra el poder imperial, puesto que había un decreto que declaraba enemigo de la patria a quien pasase armado ese pequeño río.
Arquetipo del >líder político, lleno de vitalidad y de fuerza, Julio César desafió el poder de Roma. Inició una avasalladora campaña militar que duró sesenta días, durante la cual cayeron una a una las fortalezas y guarniciones romanas. Se apoderó de Arezzo, luego de Pésaro, después de Fano y enseguida de Osimo. Llegó a Piceno, se arrojó sobre Corfinio y sitió Brindis, donde estaba Pompeyo, en una cadena de triunfos y rendiciones. Este huyó hacia el Oriente. Julio César arribó entonces triunfalmente a las afueras de Roma. Salió la muchedumbre a aclamarlo, los tribunos le prodigaron alabanzas y los senadores se pusieron a sus órdenes.
Conquistó el poder rodeado de la aclamación popular y lo ejerció en medio de la admiración general. Desde allí implantó un riguroso <centralismo y concentró en sus manos todos los poderes, incluidos los que habían sido ejercidos en el pasado por otras magistraturas.
Con este antecedente histórico, se llama cesarismo a un régimen político en que la autoridad se concentra en la persona del gobernante, éste impone un fuerte poder personal con apoyo militar, se atribuye la encarnación misma del pueblo —por lo que considera enemigos del pueblo a sus enemigos—, ejerce un gobierno fecundo y eficiente y cuenta con el respaldo popular.
Por tanto, el cesarismo es una forma específica de autoritarismo caracterizada por la inteligencia y la eficiencia en el ejercicio del poder y por el afecto popular al gobernante.
El profesor mexicano José Fernández Santillán sostiene, sin embargo, que “el cesarismo no es una forma de despotismo sino más bien de gobierno extraordinario en períodos de crisis, o sea un gobierno de los hombres y no de las leyes, como fue precisamente el de Julio César”.
Curiosamente, la palabra zar —que en algunos idiomas se escribe czar o tsar—, y que designa al gobernante autocrático de la Rusia prerrevolucionaria, tiene su origen en la voz latina caesar, de modo que el >zarismo ha pretendido ser, sin lograrlo, una forma de cesarismo.