Hay varias versiones sobre la procedencia de la palabra. Unos sostienen que, aunque de origen incierto, es oriunda de la Península Ibérica y común a sus tres lenguas romances, que significa “grupo de animales” o “nidada de pájaros”. Otros afirman que procede del gótico kasts, como en el inglés cast o el sueco y noruego kast. Finalmente, hay quienes sostienen que la palabra viene del latín casta y ésta de castus, que significa puro.
En todo caso, casta es un grupo social cerrado que ostenta privilegios dentro de las sociedades de escasa movilidad. Sus miembros, que pertenecen a ella en razón del nacimiento, desempeñan determinadas funciones sociales y llevan una vida aislada del resto de la población. Los matrimonios son endogámicos para conservar la “pureza” de la sangre y de la raza.
En el antiguo Egipto, al igual que en las otras sociedades de su tiempo, había castas: la de los sacerdotes, la de los guerreros y la de los mercaderes eran las más importantes. Lo mismo fue entre los hebreos. Pero el país en donde ellas se perfilaron más claramente fue en la antigua India. Hubo cuatro castas principales a las que, en función del nacimiento, pertenecían las personas hasta su muerte: la casta brahmana de los sacerdotes, astrólogos y sabios; la kshatrya de los guerreros y de los nobles miembros del gobierno; la vaishya de los agricultores, artesanos y mercaderes; y la sudra de los trabajadores y los siervos. El gurú fue el maestro a cuya autoridad se sometieron todos los miembros de la casta brahmana. Cada una de las castas ocupó su lugar en la sociedad y sus miembros vieron en los oficios que les correspondió desempeñar un designio inmutable de los dioses. La ética de cada casta se encargó de glorificar su ejercicio como un mandato inexorable de la deidad y la creencia supersticiosa en la “reencarnación” aseguró el enclaustramiento de cada persona en su casta y alejó hasta el pensamiento de que una >revolución social pudiera cambiar las cosas. Incluso los parias, que fueron los desplazados de las castas y despojados de todo derecho político, civil y religioso, cumplieron sus obligaciones serviles en la esperanza de mejorar, por la vía de la “transmigración”, sus condiciones económicas y sociales en la otra vida. No hay certezas en cuanto al origen de los parias, pero es presumible que hayan provenido de los pueblos vencidos, a semejanza de los ilotas de Esparta.
En todo caso, su situación fue desdichada: nadie quiso hablar con ellos, su sola presencia avergonzaba y, como dice el historiador italiano César Cantú (1804-1895), se contaminaban el agua o la leche sobre las cuales pasó su sombra. Todo lo cual contribuyó a consolidar el inmovilismo del régimen de castas y a perpetuar la estratificación social en la India, de la que todavía hoy quedan vestigios.
En Europa, durante la época medieval y aún después, la <aristocracia de la sangre constituyó una verdadera casta por su exclusivismo, los matrimonios endogámicos de sus miembros, la impermeabilidad social y su inserción en las altas esferas del poder, del clero, de la milicia y de la economía.
La casta se diferencia de la >clase social en que aquélla es mucho más cerrada. A la clase pueden ingresar personas de fuera si adquieren el nivel económico y asumen el rango social requeridos, mientras que la casta es un grupo exclusivo y excluyente, que no admite el ingreso de personas extrañas. El nacimiento determina la pertenencia de una persona a una casta. Esa determinación, por ser voluntad de los dioses, es inmodificable. Como los matrimonios de sus miembros son endogámicos, a fin de preservar la pureza de la sangre, el factor étnico forma parte también de las características de una casta, y por la ubicación que ella tiene en el ordenamiento de la colectividad, la función social que sus miembros desempeñan es otro de los factores que la definen.
Entre los privilegios de las castas hegemónicas, estuvo el de ejercer el poder o el de influir sobre él. Esto les dio enorme importancia política. En la actualidad, por analogía, se llama castas a los grupos exclusivos de privilegio económico que ocupan un lugar preeminente en la ordenación social y cuyos miembros viven una vida aislada del resto de la población.