Es el conjunto de ideas y pensamientos del filósofo, científico y matemático francés René Descartes (1596-1650), considerado el fundador de la filosofía racionalista, cuyo sistema filosófico resalta el valor de la razón en el proceso del conocimiento, en contraste con el empirismo, que pone énfasis en el papel de la experiencia, y con el >dogmatismo, que se acoge a pretendidas verdades tenidas por inconcusas e innegables.
La palabra cartesianismo proviene del nombre en latín del filósofo: Renatus Cartesius.
El pensamiento epistemológico de Descartes fue expuesto en sus principales libros: "Ensayos Filosóficos", "Discurso del Método", "Meditaciones Metafísicas" y "Los Principios de la Filosofía", todos ellos escritos en la década de los años 40 del siglo XVII, y fue retomado después principalmente por el filósofo racionalista belga Arnold Geulincx (1625-1669), el filósofo cartesiano francés Silvano Regis (1632-1707), el pensador holandés de origen judío Baruch Spinoza (1632-1677) y el filósofo y matemático alemán Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716).
Descartes sostenía que sólo por medio de la razón se podían descubrir los principios universales —las verdades evidentes en sí— de los que es posible desprender las restantes verdades filosóficas y científicas. El racionalismo epistemológico de Descartes, fundado en el método inductivo extraído de las ciencias y, especialmente, de las matemáticas, ha sido aplicado no solamente a la teoría del conocimiento sino también a otros campos de la investigación filosófica, como el de la ética, donde ciertas ideas morales fundamentales se presentan como evidentes ante la razón humana. Su método superó el escolasticismo, que fundaba la búsqueda de la verdad en las opiniones de autoridades teológicas reconocidas. La epistemología (del griego episteme, que significa “conocimiento”; y logos, “teoría”) es la rama de la filosofía que trata de la teoría del conocimiento, esto es, de la relación entre el sujeto cognitivo y el objeto conocido y de las fuentes, los criterios y los tipos de conocimiento y el grado de certitud que éstos pueden tener.
Afirmó Descartes que, “en nuestra búsqueda del camino directo a la verdad, no deberíamos ocuparnos de objetos de los que no podamos lograr una certidumbre similar a las de las demostraciones de la aritmética y la geometría”. Y por eso decidió no adherirse a verdad alguna hasta haber establecido las razones para creer en ella. Usó para ello la duda metódica, que consiste en la insuficiencia de razones para afirmar o negar la verdad de algo. O sea la incertidumbre entre opiniones diferentes o contradictorias, o el punto medio entre la ignorancia y la certeza.
La duda metódica de Descartes es la duda para fundar el ser: la duda ontológica que culmina con el pienso, luego existo. Ella es el fundamento ontológico del sistema cartesiano. Desempeña, en éste, el papel que los primeros principios en otras filosofías. Tiene, por tanto, un carácter existencial.
A partir de ese momento la duda fue un capítulo muy importante en la historia de las ideas.
De modo que no debe aceptarse como verdadero algo que no se presente al entendimiento como evidente, es decir, como claro y distinto.
Pero tampoco debe creerse en la omnipotencia de la razón. Al contrario, la persona que profesa esta filosofía está consciente de las limitaciones de su propia razón y de los engaños a que con frecuencia le conducen los sentidos. Por eso, dentro de la concepción racionalista del mundo y de la vida, la razón examina la razón, es decir, se examina a sí misma.
Descartes siguió a Nicolás Copérnico en su sistema heliocéntrico —de planetas que rotaban en torno al Sol— pero se vio constreñido a abandonarlo por presiones de la Iglesia Católica, que consideraba heréticas las teorías copernicanas, y entonces ideó la teoría de que el espacio estaba lleno de materia en diversos estados que giraba alrededor del Sol.
En el campo de las matemáticas sistematizó la geometría analítica, contribuyó a la elaboración de la teoría de las ecuaciones y formuló la regla para descifrar el número de raíces negativas y positivas de cualquier ecuación algebraica, conocida como la ley cartesiana de los signos.
En el campo de la fisiología, sostuvo que la sangre entraba en contacto con la sustancia pensante del cerebro y fluía a lo largo de los canales de los nervios para animar los músculos y otras partes del cuerpo.
En su ensayo sobre óptica expuso la ley fundamental de la reflexión, según la cual el ángulo de incidencia es igual al ángulo de reflexión, y anticipó la teoría ondulatoria de la luz.
En el ámbito de las ciencias sociales lo que importa del cartesianismo es su afirmación fundamental de que no debe aceptarse como verdad algo que no se presente como evidente, o sea como claro y distinto, ante la razón y el entendimiento humano.