La palabra proviene del alemán kartell, que originariamente fue una agrupación de ciudadanos que respaldaba la política del canciller Otto von Bismarck en Alemania en 1887. Más tarde ella modificó su significación y designó a la asociación de carácter financiero o comercial, nacional o internacional, formada con el propósito de controlar la producción y precios de determinados productos en el mercado, con inocultables tendencias monopólicas. Este fue el sentido que se le dio en Europa. Se habló allí del cártel británico del caucho y del estaño, del alemán de la potasa o del holandés de la quinina.
Posteriormente la palabra, que ha sido recientemente aceptada por la lengua castellana como cártel o cartel, adquirió connotaciones aun más negativas a través de dos acepciones diferentes, aunque de alguna manera vinculadas entre sí: la primera significa acuerdo subrepticio entre empresas independientes, que fabrican o distribuyen los mismos productos, para suprimir o limitar los riesgos de la competencia comercial; y la segunda, convenio o combinación de >mafias para llevar adelante acciones ilegales o alcanzar fines ilícitos.
El acuerdo al que se refiere la primera acepción generalmente involucra la organización de planes y la realización de gestiones conjuntas para conseguir la finalidad de asegurarse altos beneficios a través del reparto de la producción, la instrumentación de la política de precios y el establecimiento de >monopolios. Cuando la concentración se realiza entre empresas ligadas entre sí, ya sea porque se fusionaron o porque una absorbió a otra, entonces esa combinación se llama >trust.
Los carteles y las mafias están íntimamente vinculados. Las mafias, combinándose entre ellas, han formado carteles para alcanzar sus fines ilícitos y delictivos, incluso más allá de las fronteras nacionales. Así han extendido sus tentáculos por el mundo entero. En Estados Unidos —especialmente en las ciudades de Chicago, Nueva York, Los Angeles, Las Vegas, Atlantic City, San Francisco y Miami— se han formado carteles dedicados al tráfico de drogas, al juego, a la prostitución, al blanqueo de dinero proveniente del narcotráfico, al transporte y a varios giros comerciales aparentemente “legales”. Los carteles colombianos ejercen el tráfico internacional de la droga y el lavado de dinero. En italia —especialmente en Sicilia, Calabria, Campania y Puglia— los carteles se dedican a la droga, a la extorsión, a los secuestros, al tráfico de armas, al contrabando de cigarrillos, al manejo de los casinos y a otros negocios sucios. En Rusia y Europa oriental, al socaire del proceso de apertura de la economía y de las “privatizaciones”, han proliferado miles de carteles. Se calcula que en Rusia existen 5.700 organizaciones de esta clase, algunas muy sofisticadas, que trabajan en la comercialización de drogas, el lavado de dinero, la prostitución, el robo de vehículos, la extorsión y, lo que es más grave, el tráfico de materiales radiactivos robados de los arsenales de la antigua Unión Soviética. Algo parecido ocurre en Rumania, Bulgaria, Polonia y la República Checa.
La preocupación mundial por el avance de este tipo de organizaciones delictivas se concretó en la primera conferencia ministerial de las Naciones Unidas sobre la criminalidad organizada, que se reunió en la ciudad de Nápoles del 21 al 23 de noviembre de 1994 y a la que concurrieron representantes de 114 Estados para deliberar sobre el endurecimiento y la aproximación de sus legislaciones penales, la cooperación entre sus policías y la formación de una escuela internacional para la capacitación de las fuerzas encargadas de luchar contra esta clase de delitos.