El filósofo y escritor chino Lin Yutang dijo sabiamente, a mediados del siglo pasado, que el buen humor y la risa cumplen en el organismo humano la función química irremplazable de cambiar el carácter de los pensamientos.
Escribió el profesor español Ignacio Sánchez Cámara en el diario "ABC" de Madrid que el humor “es hijo del ingenio, atributo de la inteligencia, padre de la ironía y enemigo mortal de la chabacanería y de la maldad”. Y agregó: “hacer reír, en estos tiempos serios, es decir, poco inteligentes, es una de las obras de misericordia”.
El ecuatoriano Gerardo Ruiz, en su libro "Política en Caricaturas" (2005), afirmó que los caricaturistas realizan cada día la “obra de misericordia” de enseñarnos —con pocos rasgos y sátira fina— “el lado flaco de la noticia o el lado gordo del personaje político”.
El humor político se expresa principalmente en los medios de comunicación de masas a través de caricaturas, viñetas, tiras cómicas, dibujos animados, comics, en los que brota la sátira respecto de los hechos políticos y sus actores.
Sus lejanos orígenes parecen estar en la baja Edad Media, en que las historietas burlescas se dirigían contra ciertos episodios religiosos. Se considera que las Cantigas de Santa María —con sus 427 composiciones gráficas en honor a la virgen— elaboradas entre los años 1260 y 1270, junto con la Biblia Maciejowski compuesta en el año 1250 en el norte de Francia, con sus maravillosas y móviles pinturas en miniatura, son los antecedentes más remotos de las actuales caricaturas políticas. Sin embargo, hay discrepancias de opinión al respecto. Algunos investigadores consideran que éstas son un producto de la modernidad política de Occidente, surgido con ocasión del desenvolvimiento de la imprenta, que permitió la impresión de textos y dibujos. El invento de la litografía en 1796 por el alemán Aloys Senefelder contribuyó al desarrollo de las historietas gráficas. Y consideran que el caricaturista franco-suizo Rodolphe Töpffer, con su "Histoire de M. Jabot" publicada en 1833, fue el fundador de la historieta moderna.
Sin embargo, hay quienes sostienen que este género humorístico nació en Inglaterra con Francis Barlow a finales del siglo XVII, muy influido por la escuela de grabado holandesa, pero otros afirman que fue el pintor inglés William Hogarth (1697-1764) el padre de la caricatura política con su feroz crítica gráfica a las costumbres morales de su época. Cuando este gran artista murió el clero católico de Inglaterra, que no había perdonado cristianamente sus penetrantes sátiras, se negó a darle sepultura en Westminster.
Con las series “Los caprichos” y “Los disparates” de Goya, la caricatura española alcanzó su mayor calidad artística a finales del siglo XVIII.
En el curso de los violentos acontecimientos de la Revolución de Francia, los caricaturistas franceses de los dos bandos contendientes se batieron en una feroz guerra iconográfica, en la que desplegaron toda su imaginación a través del lápiz y el buril en defensa de sus causas ideológicas. Los monárquicos defendieron sus posiciones en la hoja satírica Les Actes Apôtres mientras que los revolucionarios respondieron en el periódico de Camilo Desmoulins y sus víctimas predilectas fueron el clero y la nobleza, principales protagonistas del ancien régime.
El humor político de los caricaturistas franceses prendió raíces y se proyectó hacia el próximo siglo en las revistas satíricas "Le Caricature" (1830), "Le Charivari" (1832), "Le Journal Pour Rire" (1848), en las que brilló el ingenio de Daumier, Philipon, Doré, Monnier, Nadar, Gavarni y otros afilados dibujantes.
De ellos, el marsellés Honoré Daumier (1808-1879) fue sin duda el más destacado. En sus litografías fustigó implacablemente a los políticos de la burguesía y con ellas participó activamente en la revolución de 1848 que proclamó la república después de la restauración monárquica.
En Ecuador el notable pintor de mediados del siglo XIX, Agustín Guerrero (1820-1898), fue también uno de los precursores de la caricatura política. Produjo dibujos satíricos, de estilo goyesco, contra las costumbres políticas de su tiempo, algunos de los cuales —”Libertad de Imprenta”, “Para estas armas no hay defensa”— fueron recogidos en el libro “Art of Latin America since Independence” publicado por la Universidad de Yale a comienzos de 1966.
El 16 de febrero de 1896 se publicó en el periódico "New York Journal" de Estados Unidos la primera tira cómica: The Yellow Kid, creada por el norteamericano Richard Felton Outcault (1863-1928), que tuvo tanto éxito y cobró tanta popularidad que no sólo incrementó las ventas de los periódicos que la acogieron en sus páginas sino que también demostró que una tira cómica podía ser altamente rentable. Con su genial talento artístico, R. F. Outcault se convirtió en el emblemático padre del american comic strip. Y a partir de ese momento la caricatura política entró a formar parte del periodismo estadounidense y se extendió después hacia otros lugares del mundo, no sólo para hacer reír a la gente sino también para poner en ridículo o zaherir duramente a los agentes políticos.
Los comics, que inventan historias y crean personajes, son un género gráfico cercano a la caricatura. En ellos se pueden encontrar importantes recursos iconográficos y leyendas. La palabra inglesa comics se ha españolizado como cómic para designar las historietas gráficas en que se emite un juicio o se narra un hecho de manera cómica, exagerada y fantasiosa. En francés recibe el nombre de bande dessinée, en italiano fumetti y quadrinhos en portugués.
Su inclusión aquí se justifica porque las historietas derivaron en crítica política a partir de la publicación en Francia de la revista "Le Caricature", que con sus ataques satíricos contra el monarca francés Luis Felipe inauguró en Francia en noviembre de 1830 la caricatura política, llamada a tener una gran influencia en la vida pública de los Estados. Luego advinieron en Europa nuevas revistas satíricas: las francesas "Le Charivari" y "Le Journal Pour Rire", la inglesa "Punch Magazine" y la alemana "Fliegende Blatter". Aparecieron después la revista japonesa "Japan Punch" y los magacines norteamericanos "Puck", "Life" y "Judge", que expandieron por el mundo la caricatura política en la segunda mitad del siglo XIX.
Los comics se han politizado. Son instrumentos del humorismo político y sirven para difundir mensajes políticos a través del buen humor. Se han convertido en una manera de enjuiciar o comentar los hechos y situaciones políticos en forma ligera y burlona, a través de la comunicación escrita o audiovisual. Pero no por ligeros y burlones esos mensajes son menos efectivos a la hora de criticar a los gobiernos y a los políticos. Una caricatura puede ser más elocuente que torrentes de palabras. Y sus efectos pueden ser demoledores. Ella no describe sino que “pinta” los rasgos de un personaje influyente. Deforma sus facciones y su aspecto —incluídos sus defectos físicos— y ridiculiza su vestuario. De modo que el humor de ella es algo muy serio. Sus mofas, ironías, chanzas y burlas incomodan mucho a las personas contra las que van dirigidas. Es un arma política que se esgrime en la lucha por el poder. Obviamente, bajo la caricatura política subyace una ideología y, por tanto, ella es portadora de valores, creencias, convicciones y códigos.
La caricatura política puede ser explosiva. Recordemos lo que ocurrió a comienzos del 2006 en las calles de los países musulmanes —desde el norte de África hasta el golfo Pérsico, incluidos Siria, Jordania, Líbano, Irán, Afganistán, Irak, Pakistán, Indonesia, Mauritania y Malí— a raíz de la publicación de unas caricaturas de Mahoma en el periódico danés "Jyllands-Posten" y en la revista noruega "Magazinet". Grandes e iracundas masas salieron a las calles en protesta por el hecho. El odio de los musulmanes se disparó contra Dinamarca, Noruega y Francia, principalmente. Se quemaron banderas europeas y norteamericana. En Damasco la muchedumbre prendió fuego a las sedes diplomáticas de Dinamarca y Noruega. Bajo el rugido de “muerte a Europa” fue atacada con bombas molotov la embajada danesa en Teherán. En Beirut, al grito de “¡no hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta!”, turbas enloquecidas incendiaron el consulado danés y destrozaron iglesias y locales comerciales en el barrio cristiano de Achrafiyé. Resonaron iracundas amenazas islámicas de represalias terroristas contra objetivos occidentales. Un coche-bomba estalló frente a la embajada danesa en Islamabad y mató a ocho personas e hirió a 27. El ultraconservador y fundamentalista presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, decretó la insubsistencia de todos los tratados y contratos celebrados por su país con Dinamarca, Noruega y Francia.
Mientras tanto, la prensa europea reivindicaba la libertad de expresión y decía que ningún dogma religioso puede estar sobre ese derecho y sobre los destinos de las sociedades democráticas y laicas de Occidente. "France Soir" publicó una caricatura que mostraba a los dioses de las principales religiones, montados en una nube, que decían al profeta del islam: “No te quejes, Mahoma, todos hemos sido caricaturizados aquí”. Y es que, en una sociedad libre, se debe reconocer y respetar el derecho de los no creyentes a ridiculizar, por medio de caricaturas u otros medios, a los profetas y a los dioses. Y nadie debe suprimir esa libertad en nombre de dogmas o fundamentalismos religiosos.
La caricatura política es una forma irreverente de mofarse de los personajes poderosos e intocables. Pero, aunque ella generalmente no tiene piedad ni da tregua ni cuartel al enemigo, no siempre entraña agresividad ni es necesariamente negativa. En medio del buen humor y de la deformación o exageración de los rasgos característicos de una persona, puede por excepción presentar imágenes positivas de ella.
En la medida en que maneja símbolos y representaciones —la cruz gamada, la hoz y el martillo, el fusil, el látigo, el garrote, el bonete y la casulla, los barrotes de la cárcel— la caricatura política tiene muy estrechas vinculaciones con la semiología.
Según el escritor chileno Miguel Rojas Mix, que ha dedicado mucho de su talento a la investigación del tema, los elementos principales de la comicidad política son la ironía, el sarcasmo y la mordacidad, empleados en forma aguda y penetrante, de manera “aparentemente” burlona, contra los adversarios políticos.
En la actualidad la caricatura política aparece también, a manera de graffiti, en las paredes y los comics se han transferido a la televisión y a la informática como dibujos animados.