La expresión capitalismo de Estado o capitalismo estatal monopolista fue acuñada por Lenin. “El capitalismo monopolista —afirmó— se transforma en capitalismo estatal monopolista en el proceso de la socialización de la producción capitalista (…), de la unión del poder titánico del capitalismo con el poder titánico del Estado en un mecanismo único, que integra a muchos millones de hombres en una única organización de capitalismo de Estado”.
Según la interpretación del >marxismo-leninismo hecha por el partido comunista de la Unión Soviética (PCUS), el capitalismo de Estado es, en lo económico, una fase intermedia entre el triunfo de la >revolución y el advenimiento pleno del socialismo. Fase en la cual el Estado se apropia del capital y de los medios de producción para romper las estructuras del capitalismo tradicional, en el marco político de la >dictadura del proletariado. En esta etapa el Estado, controlado por la clase trabajadora, alcanza su máximo poder político y económico y prepara su propia desaparición, para dar lugar a la sociedad socialista sin clases y sin Estado, es decir, al >comunismo.
Por su parte, Mao Tse-tung, en su acotación a un documento de la Conferencia Nacional sobre el trabajo económico-financiero celebrada en el verano de 1953, sostuvo que “la mayor parte de la actual economía capitalista de China es una economía capitalista sometida al control del gobierno popular, vinculada en diversas formas con la economía socialista estatal y supervisada por los obreros. Ya no es una economía capitalista común y corriente, sino particular, valga decir, una economía capitalista de Estado de nuevo tipo. Su principal razón de ser no es brindar ganancias a los capitalistas, sino satisfacer las necesidades del pueblo y del Estado. Es cierto que una parte de las ganancias producidas por los obreros todavía va a parar a manos de los capitalistas, mas ésta sólo representa una pequeña porción —aproximadamente un cuarto— del total de las ganancias mientras que los otros tres cuartos son para los propios obreros (en forma de fondos de bienestar), para el Estado (en forma de impuestos sobre la renta), así como para la ampliación de las instalaciones de producción (una pequeña parte de las ganancias derivadas de esa ampliación va a parar a manos de los capitalistas). En consecuencia, esta economía capitalista de Estado de nuevo tipo lleva en gran medida un carácter socialista y es beneficiosa para los obreros y el Estado”.
En las diversas experiencias históricas del >marxismo que se han dado en el siglo XX, por las sucesivas suplantaciones a que dio lugar la llamada >dictadura del proletariado, no fue en realidad la clase trabajadora la que ejerció el mando social sino un partido político que dijo hacerlo en su nombre; pero como el partido estuvo dirigido por su <aparato, y éste integrado por un reducido grupo de funcionarios de >elite, al final de cuentas fue una encumbrada <camarilla de dirigentes la que acumuló en sus manos la totalidad del poder político y económico de la sociedad.
Esto llevó a algunos socialistas a formular una clara distinción entre el ideal de la propiedad común y la realidad de la propiedad estatal que dio lugar al capitalismo de Estado, en el cual el control gubernativo de los instrumentos de producción se convirtió en el interés de clase de la tecnoburocracia dominante.
El >trotskismo fue, a finales de la década de los años 30 del siglo pasado, la rama del marxismo que más fuertemente señaló al sistema soviético como un capitalismo de Estado o “capitalismo burocrático de Estado”.
Este sistema económico reprodujo algunas de las aberraciones del capitalismo clásico, si bien no en beneficio de los empresarios privados sino de la tecnoburocracia dominante: el control de los medios de producción por un pequeño grupo, la acumulación del capital con base en bajos salarios y consumo insuficiente de la población, la supresión de los derechos laborales, largas jornadas de labor, explotación de la fuerza de trabajo, apropiación estatal de la plusvalía arrancada al obrero y deficientes condiciones de vida de los trabajadores.
Este proceso de concentración piramidal del poder y de estratificación social engendró nuevas clases sociales y formó una nueva dualidad en la sociedad —que debe añadirse a las señaladas por el >Manifiesto Comunista— entre tecnoburócratas y altos militares, de un lado, y los ciudadanos rasos, de otro. Los primeros con todo el poder político y económico bajo su control y los otros sin más derechos que obedecer y sin “nada que perder salvo sus cadenas”.