Es, en los regímenes capitalistas y desde el punto de vista de la >macroeconomía, el valor de la fuerza de trabajo en una comunidad. Ese valor es directamente proporcional a su calidad. Por eso el Estado debe preocuparse no sólo de dedicar recursos financieros al mejoramiento de la educación, especialmente de la educación técnica, sino también de propiciar la especialización, la movilidad, la sanidad y el bienestar de la fuerza de trabajo. El capital humano representa una gran inversión en el proceso de su formación y después un gran valor en el curso del desarrollo. En los países pobres este es precisamente su >talón de Aquiles. Tienen, y a veces en abundancia, recursos naturales y pueden conseguir recursos financieros y tecnológicos en el exterior; pero la insuficiencia de sus recursos humanos es la barrera infranqueable que encuentra su desarrollo.
En cambio, el proceso educativo en las sociedades industrializadas está íntimamente ligado a la economía. La educación está llamada a producir los elementos bien preparados que requiere la producción, es decir, el capital humano que ella necesita. A medida que la educación avanza, se perfecciona, se especializa en los diversos campos de la ciencia y la tecnología, produce personas mejor preparadas para asumir las responsabilidades en las tareas del desarrollo. El gasto que hace el Estado en este tipo de educación se considera como una inversión porque a mediano plazo la sociedad recibe los réditos en forma de mayor eficiencia y productividad. Algunos economistas norteamericanos sostienen que el mejoramiento de los factores de la producción tradicionales —capital, trabajo y tecnología— explican sólo parcialmente el crecimiento del producto nacional y que hay un factor, al que denominaron “residual”, uno de cuyos componentes es la educación, que coadyuva decisoriamente en el proceso del desarrollo.
Cada vez resulta más evidente que el principal factor del progreso de los países es la calidad de sus recursos humanos.
Por eso países con poblaciones pequeñas pero bien preparadas, como Israel, Finlandia o Singapur, unos con muy pocos recursos naturales, otros en medio de condiciones climáticas muy hostiles, tienen economías avanzadas y están en los primeros lugares en la innovación tecnológica, la productividad y la competitividad.
A partir de estas consideraciones surgió la noción de la economía de la educación cuya finalidad central es la de incorporar la preparación de recursos humanos como un factor productivo muy importante. Se ha denominado “educación-inversión” a la que está destinada a incrementar la productividad del trabajo. La política educativa del Estado debe decidir el cúmulo de recursos que destina a financiar este tipo de educación.
Lo cual se ha tornado urgente e inaplazable con el arrollador avance de la informática y su presencia en todos los órdenes de la actividad humana, desde el hogar hasta la fábrica, desde el aula a la oficina, desde el taller al quehacer político. La ubicuidad de la informática ha copado todo. No hay campo del que esté ausente en la moderna sociedad de la información.
Por eso la preparación en las técnicas informáticas reviste una importancia muy especial. Todo gira hoy en torno a los ordenadores, el CD-ROM, el DVD, HD DVD, el Blu Ray, el flash memory, internet, el grid software, la telemática, el ciber-espacio, la tecnología fotónica, los robots, los teléfonos móviles y los nuevos software. Pronto se hablará del dinero electrónico y de la realidad virtual como hechos consumados. La revolución digital invade todos los ámbitos de la vida humana y social. El trabajo y la educación a distancia a través de los medios informáticos son ya una realidad. El progreso de los individuos dentro de un país y el avance de los países en el ámbito internacional están determinados por el dominio de las nuevas tecnologías. Por tanto, la capacitación en ellas, que debe empezar desde los primeros años del aprendizaje, tiene que ser una preocupación central del Estado para acumular capital humano.
Están en proceso de revisión los viejos conceptos de la riqueza nacional y sus métodos de valoración. Durante mucho tiempo se había supuesto que ella estaba compuesta principal y caso únicamente por el capital físico —los bienes producidos— pero el Banco Mundial, después de haber hecho investigaciones en 193 países, ha concluido que más importante que el capital físico (al que reconoce sólo el 16% en promedio como componente de la riqueza total) y que el capital natural (al que asigna una valoración del 20%) es el capital humano, al que corresponde un 64% de la riqueza de los países.
Sin duda, hay una correspondencia permanente entre los altos índices de ingresos de un país y el predominio del capital humano en su economía. En Alemania, Japón y Suiza, por ejemplo, que no son países de grandes recursos naturales, el capital humano representa el 80% del capital total mientras que en los países más atrasados de África al sur del Sahara, donde los recursos humanos están dramáticamente subdesarrollados, más de la mitad de la riqueza nacional está constituida por los recursos naturales.
Lo cual pone de manifiesto la importancia que el capital humano tiene en los procesos de desarrollo.