Esta expresión nos viene de la mitología griega. Las sirenas eran unas ninfas marinas con rostro y busto de mujer y cuerpo de ave, aunque algunos pintores las han representado impropiamente con cuerpo de pez. Ellas personificaban los encantos y los peligros del mar. Según la leyenda mitológica, las sirenas con sus hermosos y dulces cantos desde la costa solían extraviar a los navegantes que pasaban cerca. El relato más antiguo sobre el tema está en la "Odisea" de Homero. Ulises, prevenido por Circe, no cae en el embeleso de los cantos de las sirenas al navegar cerca de la isla donde ellas habitan. Tapa los oídos de los marineros y él mismo se hace atar contra el mástil de la nave para impedir la seducción.
De esos episodios de la mitología griega nos ha venido la advertencia de no escuchar “los cantos de sirenas”, con la cual se quiere decir, en la vida política, no dejarse engañar ni perder el rumbo por las palabras dulces o zalameras de los adversarios.