La idea de abrir una vía de agua entre el mar Mediterráneo y el Mar Rojo surgió en los remotos tiempos de los faraones egipcios. El primer intento de construir un canal que uniera el delta del Nilo y el Mar Rojo se realizó alrededor del siglo XIII a. C., probablemente bajo el reinado de Seti I o de Ramsés II, aunque la obra quedó después abandonada por mucho tiempo. Darío I, el gobernante de Persia (522-486 a. C.), la reconstruyó y el rey de Egipto Tolomeo II Filadelfo (308-246 a. C.) la extendió hacia el Mar Rojo. Durante buena parte del dominio romano el canal fue olvidado, hasta que el emperador Marco Ulpio Trajano (53-117 d. C.) mandó reconstruirlo. Después vinieron tiempos azarosos en los que el canal fue periódicamente abandonado o reconstruido. A raíz de la toma de Egipto por los árabes en el año 639 de la era cristiana uno de los califas islámicos lo reabrió pero un siglo después fue cerrado por otro califa para cortar los suministros a los insurgentes contra su gobierno establecidos en el delta del Nilo. Finalmente el canal terminó por ser cubierto por la arena.
Napoleón, durante su expedición a Egipto, concibió la idea de construir un canal moderno que facilitara el comercio externo francés y terminara con la hegemonía inglesa en la India. El proyecto de ingeniería estuvo listo en 1799, pero en él se cometió un error de cálculo que tornó imposible la obra: se supuso que el nivel del Mar Rojo era casi 10 metros mayor que el del Mediterráneo, por lo que el canal requería esclusas de gran tamaño cuya construcción no era posible con la tecnología de la época. Hasta allí llegó la idea napoleónica. Sin embargo, el tiempo demostró que la diferencia de altura sólo era de 80 centímetros y en 1833 se volvió a hablar del proyecto por parte de un grupo de intelectuales franceses seguidores del conde de Saint-Simon que arribaron a Egipto. Pero gobernante egipcio Mohammed Alí no estuvo interesado en él. En 1846 se formó en París una asociación para estudiar la factibilidad del canal y un año después ella volvió a proponer sin éxito su construcción. Además del desinterés del gobierno egipcio, con un gobernante entonces muy enfermo, Inglaterra hizo todo lo posible para detener su realización.
Pero la idea quedó sembrada. Francia e Inglaterra consideraron que el canal era un instrumento de dominación geopolítica y comercial sobre el Mediterráneo oriental, el Golfo Pérsico y el resto de Asia. Y finalmente el ingeniero francés Fernando de Lesseps, funcionario consular en Alejandría, consiguió el contrato para su construcción en 1858. Una sociedad privada se encargó de encontrar financiamiento. La empresa constructora —que fue originalmente un consorcio privado cuyo capital pertenecía a franceses y egipcios— debía administrar el canal durante 99 años, después de los cuales se convertiría en propiedad del gobierno egipcio.
Los trabajos comenzaron en 1859 cerca de Puerto Said y después de vencer arduos problemas políticos, financieros y técnicos, de reiteradas intervenciones de Napoleón III, de duras jornadas de labor de los 25.000 trabajadores egipcios y de excavar en el desierto una franja de 161 kilómetros de largo por 54 metros de ancho y 8 metros de profundidad, el canal quedó concluido en 1869.
El 17 de noviembre de ese año, con espectaculares y hasta extravagantes ceremonias —se representó a orillas del Nilo la ópera Aída de Verdi—, la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III, inauguró la nueva ruta marítima destinada a impulsar el auge económico de Europa. En 1875, en razón de su aguda crisis económica, Egipto se vio forzado a vender al gobierno británico sus acciones en la empresa propietaria del canal, con lo cual los ingleses controlaron la operación de la vía acuática por la que pasaba cerca del 14% del comercio mundial, el 26% de la exportación de petróleo y el 41% del volumen de carga procedente de los puertos árabes.
La mayor parte del canal era de una sola vía, pero existían dos zonas para el cruce de barcos con dos rutas o vías: una se hallaba situada en los lagos Amargos y la otra cerca de la ciudad de Ismailia. En su trayecto el canal aprovechaba las aguas de los lagos Little Bitter, Great Bitter, Timsah y Manzilah, luego cruzaba el desierto arenoso del noroeste de la península del Sinaí para desembocar en el mar Mediterráneo. Por su orilla occidental se extendía una línea férrea paralela al canal en todo su recorrido.
Hoy el canal tiene la longitud de 193,3 kilómetros por una anchura de entre 60 y 170 metros y un cauce que, en los puntos de mayor profundidad, llega a 24 metros.
El 6 de agosto del 2015 fueron solemnemente inauguradas nuevas obras de ampliación del canal, consistentes en una vía paralela de navegación de 35 kilómetros de largo —entre el kilómetro 60 y el 95— y la ampliación y profundización de algunos tramos del viejo canal.
Ellas tornaron posible la circulación simultánea de las naves en ambas direcciones, la entrada de buques de mayor tonelaje, la disminución de los atascos de circulación de los barcos, la reducción de su tiempo de tránsito de 18 horas a 11, el incremento de las rentas del canal a favor del Estado egipcio y la creación de nuevas oportunidades de trabajo para los ciudadanos de las zonas adyacentes.
Su coste fue 7.900 millones de euros.
El solemne acto inaugural, presidido por el gobernante egipcio Abdelfatá al Sisi, fue celebrado en la ciudad de Ismailia y contó con la asistencia de Francóis Hollande, presidente de Francia, el rey Abdullah II de Jordania, el rey Hamas bin Isa Al-Khalifa de Bahréin, el emir Sabah Al-Ahmad de Kuwait, el presidente palestino Mahmud Abbas, el presidente de la República de Sudán Omar Hassan Ahmad al-Bashir, el depuesto presidente yemení Abd-Rabbo Mansour Hadi, el primer ministro ruso Dimitri Medvédev y alrededor de ochocientos ministros y altos funcionarios de ciento veinte países.
La construcción de esas grandes obras tomó un año y en ellas trabajaron —bajo las órdenes de empresas norteamericanas, belgas y holandesas— 41.000 obreros egipcios que laboraron las 24 horas del día, los 7 días de la semana y todas las semanas del mes.
El primer ministro inglés William E. Glastone ordenó la ocupación de Egipto en 1882 para controlar este paso estratégico. Posteriormente, en virtud de un acuerdo internacional celebrado en 1888 se estipuló la apertura del canal al paso de barcos de todos los países, sin discriminación alguna, así en tiempos de paz como de guerra. Mediante el tratado anglo-egipcio suscrito en 1936 Inglaterra asumió el derecho de mantener sus tropas en la zona del canal con fines de defensa. Sin embargo, después de la creación del Estado de Israel en 1948, el gobierno egipcio prohibió de hecho el tráfico de navíos desde Israel o que tuvieran a Israel como destino. El 1° de septiembre de 1951 el Consejo de Seguridad conminó a Egipto a poner fin a las restricciones sobre la navegación comercial internacional a través del Canal. En 1954 ambos paÌses firmaron un acuerdo de siete años de validez que sustituía al de 1936 y que disponía la retirada gradual de las tropas británicas de la zona, cosa que se cumplió en junio de 1956, de manera que Egipto tomó posesión de las instalaciones del canal.
En el siglo XX el canal —con decenas de miles de barcos que atravesaban sus aguas cada año— cobró para Occidente una extraordinaria importancia estratégica y económica en función del petróleo del Golfo Pérsico. Hace dos siglos los barcos que iban de Europa hacia el océano Índico y Asia tenían que bordear el continente africano para llegar a su destino. Ese largo viaje se vio reducido en 5.000 kilómetros con la habilitación del Canal de Suez, que acortó en el 23% la distancia entre Tokio y el puerto de Rotterdam en Holanda y en el 86% entre el puerto de Jeddah en Arabia Saudita y el puerto rumano de Constanza en el Mar Negro.
Pero la importancia estratégica del canal fue uno de los factores que condujeron a la llamada crisis de Suez en 1956 —una gravísima confrontación internacional que puso en peligro la paz del mundo— desencadenada con el discurso pronunciado el 26 de julio de ese año por el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, en el que anunció la nacionalización del canal de Suez como respuesta a la decisión del presidente Dwight Eisenhower de Estados Unidos, apoyada por el gobierno británico del primer ministro Anthony Eden, de dejar sin efecto la ofrecida asistencia financiera para la construcción de la presa de Aswán. El gobernante de Egipto, que había llegado al poder en ese mismo año y había establecido un régimen socializante de corte nacionalista —el llamado >nasserismo—, decidió entonces nacionalizar el canal de manos de la compañía anglofrancesa La Compagnie Universelle du Canal Maritime de Suez, que recaudaba cerca de 200 millones de dólares anuales por el cobro de aranceles navieros, y expulsar a las tropas británicas de su territorio.
La firma del tratado egipcio-soviético para la compra de armas por parte de Egipto fue, a su vez, el detonante de la represalia de las potencias occidentales y de la cancelación de los préstamos internacionales acordados en favor del gobierno egipcio para la construcción de la referida presa sobre el Nilo.
La construcción de la presa de Aswán —la nueva presa—, emplazada al sur de Egipto para embalsar las aguas del río con fines de riego y de producción hidroeléctrica, comenzó en 1960 y terminó en 1968, aunque las últimas turbinas se instalaron en 1970. Tiene 480 kilómetros de largo por 16 kilómetros de ancho y 111 metros de profundidad. La obra se hizo con tecnología y financiación soviéticas, ya que los países occidentales se negaron a colaborar. Su coste superó los mil millones de dólares, de los cuales la tercera parte fue financiada por la Unión Soviética. Cuatrocientos técnicos de esta nacionalidad trabajaron en su construcción. El gigantesco embalse lleva el nombre de Lago Nasser, en honor del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, a cuyos sueños, iniciativa y esfuerzos obedece la obra.
El nacionalismo de Nasser condujo a una de las más graves confrontaciones de la guerra fría con las potencias occidentales, que desencadenó la invasión militar anglo-francesa a la zona del canal en coordinación con las fuerzas armadas de Israel que ocuparon la península del Sinaí el 29 de octubre de 1956. Los Estados europeos consideraron que la libre navegación por el canal era vital para sus intereses y se aliaron secretamente en Sèvres el 22 y 23 de octubre. Los egipcios no pudieron resistir militarmente. Puerto Said fue bombardeado y ocupado. Las tropas israelíes avanzaron triunfalmente por la península del Sinaí. Como represalia, Egipto hundió en el canal cuarenta barcos de diversas banderas y bloqueó completamente la vía. Los Estados Unidos, para mantener fuera del conflicto a los soviéticos, amenazaron a sus aliados europeos con un <boicot si no cesaban las hostilidades. En esas circunstancias, la intervención de las Naciones Unidas, mediante un acuerdo de tregua, pudo lograr finalmente el cese del fuego y el retiro de las tropas invasoras. Fue curioso que el pueblo inglés tuviera una diferente percepción que el francés sobre este asunto. Los británicos consideraron que Anthony Eden había cometido una grave equivocación y fue obligado a renunciar en enero de 1957, para ser remplazado por el líder conservador Harold Macmillan; mientras que los franceses, que acusaban al gobierno egipcio de apoyar la rebelión colonial argelina contra su metrópoli, propugnaban el uso de la fuerza contra Egipto y respaldaban mayoritariamente al gobierno de Guy Mollet.
Un equipo de rescate de la ONU retiró los barcos hundidos en el canal y éste se reabrió en abril de 1957.
La crisis de Suez benefició económicamente a Israel, que obtuvo el derecho de paso libre por el canal y el acceso comercial a los países de África y Asia, y políticamente al presidente Nasser, no sólo porque pudo asumir el control sobre el canal, sino también porque le permitió consolidar un influyente liderato político sobre los países árabes. Pudo impulsar la cooperación panislámica y formar en 1958 la República Árabe Unida (United Arab Republic) con base en la unión real de Egipto y Siria.
Diez años después, durante la guerra de los seis días entre Egipto e Israel, el canal fue nuevamente cerrado. El hundimiento de varias embarcaciones en el canal lo bloqueó por completo. Fue reabierto en junio de 1975, después de que un destacamento de fuerzas internacionales lo desbloqueara. En ese mismo año Egipto permitió que mercancías israelíes, excepto las de naturaleza militar, pudieran pasar por sus aguas desde puertos israelíes o hacia ellos. Finalmente, mediante el tratado de paz firmado entre Egipto e Israel en marzo de 1979, dentro del contexto de los Acuerdos de Camp David, se reconoció el derecho de los judíos de usar el canal sin restricción alguna.