Es una expresión con la que se designa la forma de vida de un pueblo vista desde el ángulo cualitativo y no meramente cuantitativo. Ella involucra, por tanto, una serie de factores tangibles e intangibles que elevan o reducen las condiciones de existencia de una comunidad, tales como la libertad, la dignidad humana, la salud, la seguridad jurídica, la confianza en el futuro, la estabilidad económica, el ingreso, el bienestar, la cultura, el medio ambiente sano, la satisfacción por el trabajo desempeñado, el buen uso del tiempo libre y una amplia gama de otros valores.
Este es un concepto relativamente reciente, que reemplazó al de “nivel de vida” que solía usarse anteriormente.
La calidad de vida es más que el >desarrollo económico porque involucra un cúmulo de bienes y servicios —muchos de ellos intangibles— que van más allá que la acumulación de bienes monetarios y que el consumo material. El crecimiento económico no supone por sí mismo y automáticamente calidad de vida. Hay países que tienen altos índices de crecimiento y baja calidad de vida y, a la inversa, otros que registran exiguos ingresos per cápita y que sin embargo han conquistado apreciables niveles de desarrollo humano.
El crecimiento económico carece de sentido si no se refleja en la vida de las personas. Es un elemento necesario pero no suficiente para el desarrollo humano.
La calidad de vida está dada por la atención a las necesidades básicas de la población en el orden espiritual, moral y material. Los indicadores tradicionales, todos ellos de carácter cuantitativo, no son hábiles para medir el bienestar social. Por eso el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha incorporado desde 1990 una nueva fórmula para establecer el grado de desarrollo humano y de calidad de vida de los países: es el índice de desarrollo humano (IDH), que toma en cuenta elementos cotidianos de la vida de una comunidad y que combina indicadores cuantitativos y cualitativos. Esta nueva fórmula pretende ser una medida del bienestar de un pueblo, de sus condiciones integrales de vida, de su índice de felicidad. Contiene un summum de componentes diversos. Comprende básicamente tres elementos: longevidad, conocimientos e ingreso. La longevidad es la esperanza de vida al nacer que tiene cada persona. Los conocimientos se calculan por el nivel educacional, la alfabetización de adultos y la tasa combinada de matriculación primaria, secundaria y terciaria. Y el ingreso, por el caudal dinerario que percibe periódicamente cada familia y que, aunque no garantiza por sí solo una mejor calidad de vida, indica los mayores o menores condicionamientos materiales para vivir mejor.
El concepto de calidad de vida es muy amplio y complejo puesto que encierra bienes tangibles e intangibles. No solamente es, como se ha visto, cuestión de ingresos monetarios. Hay muchos otros valores, no medibles en dinero, que entran en consideración para establecer las condiciones cualitativas de la vida personal. Entre ellos la libertad, en su dimensión vital, o sea en cuanto posibilidad de cada persona de alcanzar sus propios objetivos vitales, es una categoría que debe tomarse en cuenta en la evaluación, lo mismo que la capacidad de descubrir sus propias posibilidades, de explorar nuevas ideas, de enriquecer sus conocimientos y de aspirar a realidades superiores, puesto que la vida humana no es un mundo cerrado e imperfectible.
Con esta fórmula ha descubierto que no existe necesariamente una correspondencia entre ingreso y calidad de vida. Colombia, Costa Rica, Chile, Madagascar, Sri Lanka, Tanzanía y Uruguay —anota el PNUD— han logrado reflejar el nivel de su ingreso en las condiciones de existencia de sus habitantes, y aun puede decirse que la calidad de vida ha superado el nivel de sus ingresos, pero en otros países —como Angola, Arabia Saudita, Argelia, los Emiratos Árabes Unidos, Gabón, Guinea, Libia, Namibia, Senegal y Sudáfrica— su renta nacional va por delante de la calidad de vida de su población.
Esto demuestra que no siempre el nivel de ingresos de un país significa un avance en términos de desarrollo humano.
En muchos países hay diferencias de calidad de vida entre los grupos étnicos de la población. Unos grupos tienen indicadores menores que la media general. Con frecuencia la desventaja se inicia en el momento de nacer. Es singular el caso de Estados Unidos: si sólo se tomara en cuenta a la población blanca, ese país ocuparía el primer lugar en el desarrollo humano, pero si sólo se contabilizara a la población negra, bajaría al puesto 31.