La calenda era, entre los romanos, el primer día de cada mes. Después, por extensión, significó “tiempo” o “época”. De allí nació la máxima latina ad calendas graecas, que derivó más tarde en la locución “dejar para las calendas griegas” con la que suele designarse irónicamente un tiempo que no ha de llegar o una cosa que no ha de cumplirse porque los griegos no tenían calendas.
Es célebre la contestación que dio la reina Isabel de Inglaterra a Felipe II de España, quien de ella pretendía insistentemente la ejecución de algo: “tus órdenes serán cumplidas, buen Rey, en las calendas griegas”.
Este es el origen de la frase.
Ella se ha trasladado a la vida política para señalar el incumplimiento de ofrecimientos. En efecto, algunas de las ofertas de los políticos nacidas de la >demagogia, suelen quedar para las calendas griegas.