Esta palabra, que tiene su origen en los pueblos indígenas del Caribe, designa actualmente un caudillismo de orden menor, generalmente limitado a una región o provincia de un país.
Los conquistadores españoles tomaron la voz cacique del habla de los aborígenes caribeños y se la llevaron a España, desde donde se difundió a los pueblos de lengua castellana y se incorporó a su vocabulario político.
El caciquismo suele ser un caudillismo primitivo, que se mantiene por el miedo o la amenaza. El cacique favorece a sus amigos y se venga implacablemente de sus enemigos. Otorga protección a sus incondicionales. Dueño de vidas y haciendas, concede cargos y canonjías a los que le sirven y trata de arruinar a quienes discuten su autoridad o contradicen sus designios.
Generalmente el cacique —persona terrateniente y adinerada— es el dador y dispensador de favores en la comarca. Para ello, carente de convicciones ideológicas como es, suele estar siempre ligado al poder a fin de obtener el nombramiento de las autoridades comarcanas y, por este medio, mantener su influencia en el lugar.
El gobernante central, por su parte, respalda al cacique a cambio de sus favores electorales o políticos.
En los tiempos actuales la presencia de la televisión en la vida política de los Estados ha devaluado el caciquismo. Antes de ella el caciquismo tuvo mucha influencia en la vida de la comarca. Como los ciudadanos de la periferia no podían conocer personalmente a los líderes centrales ni a los candidatos, eran los caciques de la comunidad los que recomendaban sus nombres. Ellos eran los intermediarios entre los candidatos y los electores. Las aldeas votaban bajo la influencia de los caciques. Pero vino la televisión e hizo un puente sobre ellos. Puso en contacto directo a candidatos y electores. Ya no importó lo que dijeran los caciques. Las ondas televisivas llevaron a los candidatos a la propia alcoba de los electores y la masa social pudo juzgarlos por sí misma. A partir de ese momento nada pudo la influencia caciquil frente a las simpatías o antipatías generadas en las pantallas de televisión. Los caciques se devaluaron irremisiblemente.
El caciquismo es un síntoma del subdesarrollo político de una comunidad. Mientras más avanzada es una sociedad menos cabida hay para este tipo de caudillismo malévolo y bastardo.