Es una expresión frecuentemente usada en la vida política para significar ardid, artimaña, estratagema, trampa, truco, triquiñuela.
La expresión tiene su origen allá por el año 1270 antes de nuestra era, aproximadamente, en un episodio de la guerra de Troya, tal como lo narran Homero en la "Ilíada" y más tarde Virgilio en la "Eneida".
El caballo de Troya fue un gigantesco animal de madera en cuyo vientre entraron subrepticiamente los soldados griegos a la ciudad de Troya y pudieron tomar la plaza sitiada. Cuenta el relato homérico que, después de mucho tiempo de esfuerzos infructuosos por tomar Troya, el rey de Itaca, Ulises, ideó una estratagema: mandó construir al artista Epeus un colosal caballo de madera y ordenó que lo colocaran a las puertas de la ciudad, con su vientre lleno de los soldados griegos más valientes. Los troyanos salieron en la noche y lo introdujeron a la ciudad sitiada. A la media noche, cuando los troyanos se retiraron, un sujeto que estaba comprometido, llamado Sinón, sacó a los soldados griegos que el animal llevaba dentro y éstos abrieron las puertas de la plaza para que sus compañeros de armas pudiesen entrar a la ciudad. Así cayó Troya en poder de las tropas helénicas.
Desde entonces, con la frase "caballo de Troya" se designa, en la vida política, la utilización de un arma secreta o de una estratagema contra el adversario.
Siempre se dijo que la guerra de Troya se originó en el rapto de la hermosa Helena por los troyanos. Sin embargo, el experto español en el tema, José Luis Melela, sostiene que esa guerra fue causada por la competencia por el mercado de telas entre Grecia y Troya y que nada tuvo que ver en ella la hermosura de la hija de Zeus y esposa de Menelao.
De esa confragración entre griegos y troyanos quedaron también las frases “ardió Troya” y “allí fue Troya”, frecuentemente usadas en la vida política para significar que surgió una grave controversia, una convulsión o un problema de violencia.