Con esta expresión, que es la traducción al castellano de la locución inglesa non-governmental organisations acuñada por los círculos de las Naciones Unidas encargados de la cooperación para el desarrollo, se suele designar a cierto género de organismos o entidades privadas de naturaleza voluntaria y sin fines de lucro formados legalmente como asociaciones civiles para alcanzar determinado orden de objetivos sociales, especialmente en los países subdesarrollados. Con frecuencia las ONG tienen estrechos vínculos con entidades populares y canalizan en favor de ellas asesoramiento técnico y apoyo financiero.
Aunque sin utilizar tal nombre, organismos de este tipo se crearon en los siglos XVIII y XIX —como la Cruz Roja, por ejemplo—, en ejercicio de la libertad de asociación de los ciudadanos. Mediante entidades, fundaciones, corporaciones u otras formas de asociación con fines altruistas, ellos se organizaron privada e independientemente para conseguir objetivos de interés público ligados al desarrollo social. Pero fue a comienzos de la segunda postguerra que se les reconoció formalmente en la Carta de las Naciones Unidas. Su artículo 71 dispuso que “el Consejo Económico y Social podrá hacer arreglos adecuados para celebrar consultas con organizaciones no gubernamentales que se ocupen en asuntos de la competencia del Consejo”.
En 1946, al amparo de la Carta fundacional de la ONU, cuarenta y una organizaciones no gubernamentales recibieron el estatus de “entidades consultivas” del Consejo Económico y Social. Y la UNESCO hizo algo parecido: las convocó para trabajar como observadoras, consultoras, investigadoras o ejecutoras de proyectos.
Posteriormente, las Naciones Unidas definieron a las organizaciones no gubernamentales (ONG) como “grupos no lucrativos de ciudadanos voluntarios, que están organizados a nivel local, nacional o internacional. Con tareas orientadas y dirigidas por personas con un interés común, las ONG realizan una variedad de servicios y funciones humanitarias, llevan los problemas de los ciudadanos a los gobiernos, supervisan las políticas y alientan la participación de la comunidad. Proveen de análisis y experiencia, sirven como mecanismos de advertencia temprana y ayudan en la supervisión e implementación de acuerdos internacionales. Algunas están organizadas sobre temas específicos, tales como los derechos humanos, el medio ambiente o la salud. Su relación con las oficinas y las agencias del sistema de las Naciones Unidas difiere dependiendo de sus metas, ubicación y mandato”.
Las organizaciones no gubernamentales (ONG) son, en realidad, instituciones de <Derecho privado con finalidad social o pública. La iniciativa de su constitución pertenece al sector particular lo mismo que el financiamiento y la conducción de sus operaciones. Funcionan en forma independiente de los gobiernos. Uno de sus rasgos característicos es su forma de financiación, que no proviene de los beneficiarios, como contraprestación por los servicios que de ellas reciben, sino de fuentes privadas o públicas de los países desarrollados. Generalmente tienen una estructura transnacional pero trabajan en cada país en coordinación con organizaciones populares locales. Algunas de ellas tienen alcance mundial, como Amnistía Internacional con 6.000 grupos de voluntarios en setenta países, que se encarga de denunciar las violaciones de los derechos humanos, o CARE, el Plan International, World Vision, Action Aid, Oxfam y muchas otras, que persiguen propósitos sociales de diversa clase.
Hace no mucho tiempo se agregaron dos nombres a la larguísima lista de organizaciones no gubernamentales de alcance multinacional: el Consejo de la Tierra, con fines ambientalistas, y Transparencia Internacional, cuyo propósito es investigar y sacar a luz los actos de <corrupción de los gobiernos, principalmente en sus transacciones de comercio exterior.
Aunque sus objetivos son de orden público y se proponen complementar los esfuerzos del Estado en diversos campos y aun llenar los vacíos que deja la autoridad política, estas corporaciones son independientes y no están sometidas al poder estatal más de lo que pueden estarlo las demás sociedades especiales que operan al amparo de sus leyes.
La aparición masiva y la operación dinámica de estas corporaciones son fenómenos recientes aunque sus antecedentes se remontan a la Europa de los siglos XVIII y XIX, en que se fundaron el movimiento de carácter privado e internacional contra la esclavitud, la Young Men’s Christian Association (YMCA) y el comité internacional de la Cruz Roja; y a Estados Unidos, donde el escritor francés Alexis de Tocqueville, en su visita de 1831, encontró una serie de influyentes organizaciones privadas, a las que denominó political associations, que en su concepto enriquecían la democracia norteamericana.
Las ONG son de diversa clase y tamaño, con distintas formas de organización y con objetivos muy variados, que van desde el desarme nuclear hasta la promoción del esperanto, que fue, entre otros intentos de elaborar un idioma internacional —como el volapük propuesto en 1880 por el obispo alemán Johan Martin Schleyer, o la interlingua de la International Auxiliary Language Association en 1951, o la glosa patrocinada en 1981 por W. Ashby y R. Clark—, el lenguaje inventado en 1887 por el físico polaco Ludwik Zamenhof sobre la base del latín y las lenguas románicas y germánicas, que llegó a usarse en algunas conferencias internacionales y en las traducciones de la Biblia y el Corán.
En razón de que no persiguen fines de lucro sino objetivos generalmente altruistas, algunos economistas las han situado en el denominado “tercer sector” de la economía para distinguirlas tanto de las corporaciones del Estado como de las empresas privadas y sus negocios. Generalmente las organizaciones no gubernamentales (ONG) se ocupan de los problemas de salud, educación no formal, defensa de los derechos humanos, medio ambiente, reivindicaciones femeninas, <desarrollo humano, investigación social, educación popular, discriminación contra las comunidades indias o contra minorías étnicas y otros problemas de orden social comunes a los países del >tercer mundo.
Su financiamiento proviene de gobiernos, organismos internacionales, fundaciones privadas, iglesias, donantes particulares y diversas otras fuentes privadas o públicas situadas en los países desarrollados. Estados Unidos de América, Suecia, Suiza, Noruega, Alemania, Austria, Irlanda, Inglaterra, Bélgica e Italia constituyen las mayores fuentes de financiamiento de los proyectos y programas de las organizaciones no gubernamentales que se aplican especialmente en los países del sur.
En el período que va desde 1970 a 1990 el total de las inversiones y subvenciones de las ONG en Asia, África y América Latina pasó de 1.000 millones de dólares anuales a 7.200 millones, con inclusión de los aportes gubernamentales que para el cumplimiento de sus fines recibieron de los países industriales. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estimaba a fines de 1996 que las ONG de los países desarrollados transferían anualmente cerca de 10.000 millones de dólares a sus similares de los países pobres en el campo de la cooperación para el desarrollo.
Existen numerosas organizaciones de este tipo, no obstante su reciente formación. Aunque no hay estadísticas globales, algunos investigadores calculaban a inicios del siglo XXI que había más de 50.000 de ellas en los países subdesarrollados. Algunas muy grandes. La Cruz Roja Internacional tenía 105 millones de miembros y 230 millones de beneficiarios cada año, Greenpeace contaba con 2,7 millones de miembros y Amnistía Internacional, más de un millón de integrantes.
Las ONG constituyen un canal de participación de los grupos en la vida democrática de los Estados. Con frecuencia se adelantan con sus planteamientos a las iniciativas estatales y recogen ciertas preocupaciones sociales. Algunas de ellas han abrazado causas muy justas. Sin embargo, muchos se preguntan: ¿a quién representan estas organizaciones? Pues a nadie en particular, desde el punto de vista de la representación política. Representan sólo a su propia conciencia, a su visión de los problemas, a sus conocimientos sobre un tema, a sus reflexiones, al anhelo de contribuir para el desarrollo, al derecho de opinar desde abajo —desde fuera del poder— con el propósito de influir sobre los actos de gobierno.
No siempre los gobernantes las miran con buenos ojos. A veces hay un buen entendimiento entre las ONG y las autoridades y se adelantan trabajos y gestiones concertadas, pero otras veces las ONG recogen aspiraciones populares en contra de los gobiernos y respaldan incluso actitudes contestatarias de los pueblos, levantan banderas y promueven reivindicaciones que resultan poco gratas para los gobiernos. Entran entonces en contradicción con ellos.
De todas maneras, estas controvertidas entidades transnacionales se han abierto un espacio en la vida política interna de los Estados y en las relaciones internacionales de ellos y aportan con sus experiencias, conocimientos y contactos al logro de objetivos de naturaleza social. Sus proyectos están generalmente dirigidos a atender las necesidades básicas de la población, donde no siempre llegan los programas gubernamentales.
Después de largos años de gestión y de “lobbying”, algunas ONG —aproximadamente 2.500, según datos del año 2000— han sido admitidas en el seno de las Naciones Unidas como entidades consultivas y muchas otras mantienen nexos de colaboración con los diversos órganos de la entidad mundial.